¿La ciudad ha triunfado en Latinoamérica?

Estudios proyectan que 9 de cada 10 latinoamericanos residirán áreas urbanas en la región para el 2050. ¿Esta proyección estará relacionada con un mayor crecimiento económico en la zona? Conviene repensarnos

Históricamente la urbanización ha estado relacionada con el crecimiento económico. Estudios recientes sugieren una correlación positiva entre la población urbana y el crecimiento del producto interno bruto per cápita en una nación. De acuerdo con el economista urbano y profesor de la Universidad de Harvard, Edward Glaeser, los ingresos en países con tasas de urbanización superior al 50% son cinco veces mayores que en aquellos con tasas de urbanización inferiores. Sin embargo, los beneficios asociados entre el grado de urbanización y la prosperidad económica en los países en desarrollo no son tan evidentes.

América Latina ha sido uno de los territorios del mundo con más rápido crecimiento urbano en los últimos 60 años. Según cifras del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), el 80% de la población en la región hoy habita en ciudades. Se estima que para 2050, 9 de cada 10 latinoamericanos residirán en áreas urbanas. ¿Cuál es la potencial implicación que tiene la urbanización con el desarrollo del área? Veamos lo que sucede en los países en desarrollo.

La relación entre urbanidad y crecimiento económico

Glaeser —en su investigación publicada en el National Bureau of Economic Research (2013)— trae a colación el concepto de la “urbanización de los países pobres”, en donde compara el proceso de urbanización y el crecimiento económico de países en desarrollo en las últimas seis décadas.

La publicación contrasta la tasa de urbanización con el PIB per cápita entre 1960 y 2010 (ajustados a dólares de 2012). De acuerdo con los resultados, para estos años existe una correlación positiva entre el grado de urbanización y la rapidez del crecimiento económico de los países estudiados. No obstante, aunque para 1960 parecía existir una tendencia claramente positiva entre el crecimiento económico y la tasa de urbanización, al analizar 2010 los resultados no son tan claros.

Aun cuando la correlación de Glaeser no implica una causalidad entre urbanismo y crecimiento económico, sus resultados son contundentes y merecen ser tomados en consideración para repensar algunas políticas públicas actuales que tienen como objetivo reducir la urbanización en los países como una vía para el desarrollo. La ciudad sí es el camino para triunfar, sólo que conlleva también reconsiderar otros elementos que garanticen el progreso.

La heterogeneidad entra en juego

Otro estudio realizado por un grupo de economistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) titulado The Economics of Slums in the Developing World (2013) confirma un nexo positivo entre el grado de urbanización y el crecimiento económico. Sin embargo, resaltan que existe un alto grado de heterogeneidad en los resultados entre países en desarrollo durante 1990 y 2007.

Los investigadores incluso señalan que en un número de países menos desarrollados ocurre un fenómeno denominado “urbanización sin crecimiento”; es decir, un rápido proceso de urbanización que no se correlaciona positivamente con el crecimiento económico.

La investigación destaca que durante los últimos 20 años, los países en desarrollo que tuvieron mayor crecimiento económico también observaron una reducción en el número de habitantes en asentamientos irregulares.

Históricamente se ha determinado que la proliferación y prevalencia de estos asentamientos informales están significativamente correlacionados con el producto interno bruto per cápita (negativamente) y la desigualdad medida según el índice de Gini (positivamente). Es decir, a mayores asentamientos informales, mayor desigualdad y menor crecimiento económico.

Sin embargo, en la actualidad esto ha cambiado. Los investigadores advierten que las correlaciones entre países suelen pasar por alto situaciones heterogéneas. Y esto se evidencia cuando en el estudio algunos países con reducción de asentamientos informales en su población—como Egipto, México e Indonesia— tuvieron niveles de crecimiento económico per cápita similares a aquellos países en donde hubo un crecimiento importante de asentamientos irregulares, como Pakistán y Nigeria.

¿Cuál es la relación entre la urbanización y la expansión de los asentamientos informales? La respuesta tampoco se puede dar en términos absolutos.

Los investigadores concluyeron que la conexión entre la urbanización, el crecimiento económico y la propagación de asentamientos irregulares tiene un alto grado de variación entre países. La urbanización por sí sola no es una panacea.

En el ojo de América Latina

La urbanización ha ayudado a reducir la pobreza en Latinoamérica. Según el Banco Mundial entre 1990 y 2010 la población viviendo en estado de pobreza extrema se redujo de 12% a 6%; y durante este periodo, la población urbana en la región creció aproximadamente 10 puntos porcentuales. Sin embargo, en sus 16 mil ciudades todavía habitan más de 111 millones de personas en asentamientos informales (19% de la población).

Esto debe llevar a los gobiernos a repensar sus políticas de desarrollo local. Apostar por nuevas políticas de descentralización orientadas a crear gobiernos metropolitanos que logren:

— Articular soluciones entre municipalidades;

— Recaudar impuestos locales más eficientemente;

— Fomentar nuevas inversiones en sistemas de transporte público que reduzcan la congestión y la contaminación;

— Invertir más en educación inicial como política para reducir la desigualdad;

— Rediseñar las políticas de uso del suelo y normativas de construcción para reducir los costos de las viviendas;

— Crear nuevos programas para promover el emprendimiento y la innovación.

En definitiva, la urbanización por sí sola no es suficiente para que la ciudad latinoamericana triunfe; pero seguramente lo hará en la medida en que se cuente con gobiernos capaces de idear y poner en práctica mejores estrategias para corregir las fallas del mercado, que suelen acompañar al proceso de urbanización, y lograr reducir la desigualdad que caracteriza nuestras ciudades.

 

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