Automatización, productividad y capital humano en América Latina

Las escuelas y los programas exitosos encuentran trabas para expandirse y tener éxito por la falta de transparencia en los requerimientos, lo cual también pone en riesgo a los propios estudiantes

En la última década, América Latina mantuvo niveles llamativos de crecimiento mientras EEUU y Europa se debatían en medio de la crisis económica. Y aun cuando los desafíos sociales históricos de la región –incluyendo altos niveles de pobreza, desigualdad, informalidad laboral y baja calidad educativa– mostraron avances, siguen siendo un gran impedimento para construir economías más sólidas e inclusivas.

Una lección central de los últimos años es que mientras el equilibrio fiscal y la estabilidad macroeconómica son necesarios para el crecimiento económico, no bastan para subsanar las deudas sociales más profundas. Al mismo tiempo, aprendimos que los esfuerzos gubernamentales aislados tampoco son suficientes –a veces por falta de financiamiento pero también a menudo dada la carencia de innovación y de implementación efectiva.

El fenómeno se replica en el campo de la educación técnica y vocacional que podría preparar a más estudiantes latinoamericanos para empleos altamente calificados. Informe tras informe se demuestra una profunda desconexión entre los contenidos enseñados en la escuela y los requeridos por el sector privado. Pero ni el mercado ni los gobiernos han logrado solucionarlo.

Datos del Enterprise Survey del Banco Mundial muestran que el sector empresario latinoamericano tienen mas dificultades que el de cualquier otra región para reclutar talentos. Más del 35% de las empresas de la región afirman que una fuerza laboral mal calificada es su principal impedimento para la expansión de su negocio, contra el 22% en África Subsahariana o el 17% del Sudeste Asiático. Las empresas latinoamericanas son también las que sufren de los mayores periodos de posiciones vacantes.

Los gobiernos han estado lidiando con el tema por algún tiempo con pocos resultados visibles. Uno de los precursores, el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) de Colombia, fue lanzado en 1957, mientras que el más nuevo, el programa Bolsa Escola de Brasil, data de 2001. Argentina, México y Chile han realizado esfuerzos similares.

El Banco de Desarrollo de América Latina – CAF presentó un informe sobre este tema llamado “Educación Técnica y Formación Profesional (ETFP)”. El estudio indica que las pymes generalmente necesitan ofrecer sus propios programas de entrenamiento dado que, sobre todo para las posiciones de menor nivel, casi no existen alternativas públicas o privadas de formación para sus potenciales empleados. Tampoco está claro cuán valiosa sería la acreditación dada por instituciones públicas –aunque hay poca evidencia, el mercado parece preferir las acreditaciones privadas ofrecidas con el respaldo de grandes empresas como por ejemplo la Cisco Networking Academy, Adobe Certification o el Amazon Web Service.

Conseguir empleo ya no es suficiente para empezar a desarrollar habilidades profesionales, especialmente en sectores donde la automatización está reemplazando a la mano de obra. En estas industrias tecnificadas se requieren conocimientos más sofisticados, en particular habilidades técnicas y una mentalidad creativa orientada a la solución de problemas.

Al mismo tiempo, mientras el retorno a los empleos más calificados se incrementa, estos beneficios no siempre están claros para los individuos que toman las decisiones educativas. Este es un punto en el que los gobiernos tienen un rol concreto que desempeñar: brindando información certera, transparente y accesible sobre las carreras con mayor demanda y las habilidades que requieren.

El entorno regulatorio es otro de los desafíos pendientes. La falta de una regulación clara significa que es imposible diferenciar las instituciones de mayor y de menor calidad. Al mismo tiempo, las escuelas y los programas exitosos encuentran trabas para expandirse y tener éxito por la falta de transparencia en los requerimientos. Además de minar la innovación, este escenario pone en riesgo a los propios estudiantes.

Los gobiernos necesitan poder evaluar de un modo efectivo la calidad de las nuevas instituciones educativas e identificar a aquellas que flaquean. Los programas públicos están en una posición de privilegio para proveer información objetiva y brindar a los desocupados alternativas de formación que puedan devolverlos al mundo del trabajo y la productividad.

Mientras América Latina emerge de una década de crecimiento basada en la exportación de commodities con altos precios internacionales, hoy se enfrenta a su próximo desafío: la transición hacia una economía de alta productividad. Mantener la estabilidad macroeconómica será crucial, así como ampliar la infraestructura regional y continuar luchando contra la pobreza. Pero para crear sectores económicos verdaderamente robustos que puedan elevar la calidad de vida, será imperativo equipar a los trabajadores de todos los niveles con las habilidades necesarias para progresar. Difícilmente lo logremos sin un sector técnico y vocacional más fuerte.