La serie #CasaXcasa de IQLatino nos ayuda a explorar comunidades que se han adueñado de la construcción de sus espacios, especialmente en viviendas consideradas informales.
“Las Gómez” son famosas en Santa Lucía porque son cinco hermanas mujeres que han vivido siempre en la misma casa frente al Boulevard Santa Lucía en Maracaibo, Venezuela. Es fácil encontrarlas porque la fachada de la casa -verde, amarilla y rosada- llama la atención en la cuadra pero además es el reflejo de una tradición familiar. Cada cierto tiempo la familia Gómez se reúne a opinar y decidir en conjunto sobre la combinación de colores que va a llevar su casa por los próximos diez años.
La señora Consuelo Chacín de Gómez llegó a los tres años a Santa Lucía venía de Punta de Palma (ciudad al norte del estado Zulia). Su hermano mayor trabajaba como marino para la Creole (compañía petrolera que hoy en día se convirtió en Petróleos de Venezuela SA) y compró una casita pequeña en Santa Lucía para su mamá y sus hermanas. La casita tenía un cuarto, una cocina, un salón y un gran patio con un baño al fondo. La casa era de techos altos hechos de caña brava para refrescar la casa del calor maracucho. En el patio tenía un gran árbol de naranja, una mata de granadas y un almendrón.
Cuando Consuelo creció se enamoró de un amigo de su hermano, oriundo de Falcón, Ángel Augusto Gómez. A los 22 años se casaron y le compraron la casa a los Chacín. Tuvieron sus tres primeras hijas y decidieron que era necesario ampliar la casa. En 1956 construyeron tres cuartos adicionales y tuvieron tres hijos más. En consecuencia, en 1987 compraron el terreno de al lado y ampliaron el área social de la casa, construyeron una nueva cocina grande y dejaron espacio para un garaje al costado de la parcela.
Actualmente la casa es el hogar de Consuelo, tres de las hermanas Gómez y de una nieta con su esposo y su hijo. Adicional a la casa, Chabela (una de las cinco), construyó un apartamento pequeño en un segundo piso sobre el área social. El esposo de Chabela, Luis, es gaitero y como tienen sus hijos en Estados Unidos viajan a visitarlos entre septiembre y enero. Luis toca gaitas en Miami y Chabela disfruta a sus hijos y nietos.
Durante la visita, la casa está llena de niños. Unos duermen en el chinchorro, otros ven televisión o corretean por el corredor que separa el área social de los cuartos. En el comedor están las máquinas de coser de Consuelo y no puede faltar el altar de los santos que como dicen las hijas “eso no se toca”. Todavía queda un patio en la parte de atrás de la casa donde hay un árbol de toronja y otras plantas pequeñas. Sin embargo, el lugar de reunión es el salón con las ventanas grandes y la doble puerta típicas de la arquitectura local.
Después de toda una vida en Santa Lucía y en la misma casa, Consuelo no se va a ningún lado, aunque sus hijas van y vienen. Nos cuentan que incluso después de haber perdido a su hijo menor en manos de la violencia en la esquina de la casa hace trece años, ella no se iría de Santa Lucía, y si se fuera se llevaría toda su casa que tiene los recuerdos de toda una vida.
Ana Vargas – IQLatino