¿Qué pasa con la mujer emprendedora en América Latina y el Caribe?

La mujer emprendedora en América Latina y el Caribe es fuerte y tiene grandes ambiciones.

En las últimas décadas el rol de las mujeres en el mundo laboral y de los negocios se transformó por varias razones. En América Latina, este cambio está en marcha, pero queda un largo camino por recorrer, especialmente para la mujer emprendedora.

En el mundo, poco a poco se va aceptando la idea de que incorporar a las mujeres en los negocios y en cargos directivos resulta en equipos más creativos y complementarios. Se considera que la visión de ellas ayuda a las empresas a llegar más lejos, y al hacerlas partícipes en el mundo laboral genera que las empresas estén mejor administradas y sean más exitosas, dando como resultado el “dividendo de género”.

Sin embargo, cuando analizamos el rol de la mujer en la creación de empresas de tecnología de punta, se ve una marcada diferencia en el número de mujeres al frente de ellas, en comparación a sus pares emprendedores. En el mundo de la tecnología las mujeres están más presentes como consumidoras (actúan más tiempo en las redes sociales, usan más los dispositivos móviles, consumen más noticias e interactúan más con las marcas), pero su presencia como profesionales en el sector en Europa y Estados Unidos no suele superar el 25%.

En América Latina y el Caribe, la participación de la mujer emprendedora es aún menor, y además concepciones culturales muy arraigadas todavía llevan a pensar que el rol de las mujeres está lejos de los negocios, y sobre todo de estos mercados clave.

¿Hay sectores que marginan a las mujeres?

En Europa solo 9 de cada 100 desarrolladores son mujeres, y el porcentaje de mujeres que abandonan las compañías tecnológicas es el doble que el de los hombres, a causa de “las condiciones de trabajo” (30%) y la (poca) “integración con la vida personal” (27%) como principales factores”, señala el reporte “Why Women Leave IT.”

En América Latina, esta polarización de los sectores parece más acentuada. Según el estudio de EY encargado por el FOMIN: “WeGrow: Liberando el Potencial de Crecimiento de las Emprendedoras en América Latina y el Caribe”, que compara las oportunidades y desafíos de emprendedoras y emprendedores de la región; mientras que el 40% de los hombres se apunta en sectores tecnológicos (Computadoras, Internet, Software), sólo están allí el 6% de las mujeres.

Por el contrario, el 40% de ellas se orienta a Servicios, Retail o Alimentos y Bebidas, sectores que atraen a sólo el 11% de los hombres. El estudio señala que esto sucede porque cada uno se vuelca a los mercados que mayores oportunidades les ofrecen. De esta manera, las mujeres se inclinan más por los negocios “lifestyle”, que quizás no presentan tantas expectativas de alto crecimiento y globalización.

Es bueno señalar, sin embargo, que como contracara, las aceleradoras de negocios están impulsando mucho el emprendimiento femenino en tecnología, una acción que merece nuestros aplausos.

¿Quiénes son las nuevas emprendedoras latinoamericanas?

Muchos ejemplos concretos nos llaman a ser optimistas sobre las posibilidades que se están abriendo a las mujeres. Por ejemplo, NXTP Labs invirtió en la empresa Zolvers fundada por Cecilia Retegui, un startup en línea que conecta a las personas dedicadas a brindar servicios domésticos con posibles clientes. Zolvers se expandió a cuatro países, debido a su modelo de economía compartida que utiliza el “big data” para conectar a los hogares con las personas dispuestas a realizar el trabajo específico.

Otras mujeres que ya suenan en el ámbito del emprendimiento de alto crecimiento son Sonia Hess, de Dudalina (Brasil) que recibió importante inversiones de dos fondos emblemáticos de VC: Warburg Pincus y Advent; y Susana Balbo (Argentina), la enóloga y emprendedora que con sus vinos Malbec ha ganado fama internacional.

Las mujeres que se tornan emprendedoras dinámicas muchas veces provienen de familias en las cuales un padre, un hermano o una pareja es también un emprendedor. Este es el llamado “kitchen table effect”: crecieron escuchando las oportunidades y desafíos de emprender, y lo ven como opción de vida. Esto nos lleva a pensar que hay que trabajar para que las mujeres que no han nacido en ese ambiente también vean como una posibilidad el tener su propia empresa.

¿El vaso está medio lleno o medio vacío?

Podemos ser optimistas en cuanto a la evolución del rol de las mujeres latinoamericanas en el mundo de los negocios. Los próximos 5-10 años pueden ser de un gran crecimiento en el acceso a oportunidades, y tal vez se comenzará a ver que ya algunas mujeres emprendedoras completan el círculo virtuoso de muchos emprendedores hombres: empiezan compañías que crecen, las venden, comienzan otras, las venden, y al ya tener un capital importante, comienzan a devolver a la comunidad actuando como mentoras e inversores ángeles.

Esto viene sucediendo para los hombres en América Latina y el Caribe desde 1990, y aunque aún no ha acontecido para las mujeres, ya vemos una mayor proporción de estudiantes femeninas en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y hay muchas iniciativas para formar a jóvenes que puedan ser codificadoras, una profesión hasta ahora casi totalmente dominada por los hombres.

Por otra parte, de las ideas de otras décadas —ahora totalmente superadas— donde se le planteaba a la mujer el dilema que o trabajaba o tenía una familia, hay una evolución positiva del reconocimiento del papel de la mujer, y un mayor respeto por la mujer que quiere combinar el hogar y la profesión, y una aún tímida pero creciente participación del hombre en las tareas del hogar y la educación de los hijos.

A la vez, la mujer empieza a entender que en muchos casos el combinar trabajo y familia no necesariamente implica la misma dedicación de tiempo con objetivos inalcanzables durante todos los años productivos de la mujer (mito de la súper mujer que lo puede todo), sino que muchas veces se necesita priorizar décadas: la(s) de tener hijos, y otras décadas en donde se puede emprender con más libertad para dedicarse a su negocio y hacerlo crecer, sin haber tenido que sacrificar otras metas personales.

Además, hoy muchas mujeres tienen redes de contactos, están en un programa de aceleración —como 500 StartUps, NXTPLabs o Wayra— o calificaron como emprendedoras Endeavor y logran inversiones más fácilmente. Estos y otros programas democratizan el acceso al financiamiento, dándoles oportunidades a las mujeres a presentar ante inversores que no conocían por relaciones sociales.

Por todo esto, en definitiva, podemos imaginar para el futuro un ecosistema de emprendimiento más equitativo, donde ya se tienen muchas historias de éxito, y donde no hacen falta tantas iniciativas específicas para la mujer, porque de a poco se va desarrollando una “ceguera de género”, en la que da igual que seas varón o mujer, los inversores te consideran por lo que ofreces y no por tu sexo.

Muchos pasos se han dado en los últimos años para que las mujeres conquisten los puestos que antes les estaban negados, y mucho podemos hacer aún para dar los pasos que faltan por recorrer. América Latina y el Caribe es una región con un potencial enorme y mujeres fuertes y con grandes ambiciones, que están listas para convertirse en las grandes empresarias del futuro.

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