La periferia de Manhattan marca pauta

En Nueva York, barrios periféricos como Brooklyn, Harlem y Queens se convirtieron en sitios de moda. Inspirados por artistas y emprendedores, están cerca de todo y garantizan calidad de vida; Argentinos que viven allí cuentan las claves de este fenómeno

Brooklyn, Queens y NY fotografiado por Zohar-Manor Abel

Hasta hace una década, Brooklyn el Bronx y Queens eran poco más que espectadores de Manhattan, espacios dormitorios en donde lo escaso que pasaba, en comparación a Manhattan, no se conocía- Pero en los últimos años se viene dando de manera notoria y constante un fenómeno que le está cambiando la cara a Nueva York: el despertar o la gentrificación de su periferia. Se han convertido en territorios en ebullición con formadores activos de tendencia, llenos de espíritus inquietos y creativos que deciden arriesgarse. Algunos de los protagonistas de la metamorfosis urbana son argentinos que viven en la zona.

Según la Oficina de Censos del Gobierno de la Ciudad de Nueva York, la población actual es de 8,2 millones, y solamente en un año aumentó en 60.000 personas. Es la ciudad más grande y más poblada de Estados Unidos. En este contexto, la urbe se expande hacia los márgenes de Manhattan y son los distritos que la rodean los que fueron mutando al mismo tiempo que los edificios y las personas.

Joaquín Stearns es argentino y hace doce años que vive en EEUU Es arquitecto y se especializó en Desarrollos Inmobiliarios en la Universidad de Columbia. Esta temática la estudia desde hace tiempo y además trabaja para una importante compañía de desarrollos inmobiliarios en la Gran Manzana. Para él, una de las razones más importantes para entender el crecimiento de estos municipios son los medios de transporte público que los conectan con Manhattan. “Si miramos un mapa, notaremos que las zonas que están cerca de las paradas de subte o donde confluyen las paradas de colectivo más solicitadas son las zonas con más crecimiento. Cada municipio se desarrolló en torno al transporte público y la accesibilidad a Manhattan.” Si uno se toma el subte en la zona céntrica de Manhattan, en veinte minutos llega al Bronx o a Brooklyn, una enorme ventaja si se tiene en cuenta el precio de los alquileres de la mayoría de los barrios de estos distritos con respecto a Manhattan. El escritor argentino Hernán Iglesias Illa, radicado en esta ciudad desde hace más de diez años, decidió en 2006 irse a vivir con su mujer a Brooklyn, un lugar que hasta entonces no conocía, “a pesar de estar a quince minutos del West Village”, donde él vivía.

En una ciudad que creció tres veces en la última década, Brooklyn es el municipio que experimentó el cambio más abrupto en cuanto a su población el año pasado: aumentó en 30.000 personas. Iglesias Illa ya lleva cinco años en un “departamento el doble de grande, en una calle el doble de silenciosa y en un barrio el doble de agradable por un precio similar al de Manhattan”. Algo parecido sucede en Harlem; aunque no es un municipio en sí mismo, es otro de los lugares de esta periferia que por años estuvieron postergados en el inconsciente colectivo de sus habitantes y de los turistas.

Andrés Rotmistrovsky es un músico argentino que se fue a Nueva York después de recibirse en Boston, para tocar jazz y cumplir el sueño que muchos tienen. “Soñaba con vivir en Manhattan, pero los alquileres son muy caros, especialmente para un recién graduado, y buscando por Internet me encontré con Harlem. Hace cinco años que vivo acá. El lugar se siente bien barrio y yo buscaba poder salir a caminar por la calle y verles la cara a los dueños de los negocios, saber que tus vecinos viven ahí desde hace muchos años, todo tiene algo muy familiar y folklórico, y se aleja de la imagen negativa y violenta que uno tiene de las películas.” Las calles son un lugar cotidiano y al mismo tiempo particular en Harlem. “Acá se siente la idea de que la gente luchó, y esto se percibe. En general, lo que siento en Estados Unidos es que las calles no tienen tanta historia, se tira y se construye todo permanentemente y todo está nuevo; a mí me gusta sentir que hay historia en la calle.” Junto con esta mística barrial también avanzan las construcciones que dan paso a una nueva camada de edificios que se asientan en el lugar. Rotmistrovsky cuenta que “antes estos barrios eran más marginales, pero desde hace cinco años se están construyendo edificios nuevos, mercados de comida orgánica y restaurantes cada vez más caros y gourmet”. Este músico vive en un edificio antiguo reciclado que era un project, uno de esos complejos de viviendas construidos con subsidios del Estado para asignar a familias de pocos recursos y que hoy están puestos a nuevo.

Las razones fundamentales de la expansión de estos lugares son la cercanía y el menor costo de vivienda respecto de Manhattan. La originalidad y la convergencia de costumbres y la diversidad comunitaria se ven reflejados en las tendencias culturales que hay en cada uno de ellos.

Gabriela Bertiller es una artista plástica argentina que reside formalmente en Buenos Aires, pero que también vivió varios años en la ciudad del Norte y se especializó en Artes Visuales en la School of Visual Arts de Nueva York. En 2011, con el apoyo del Museo de las Artes del Bronx, Bertiller desarrolló un proyecto artístico que se llamó The Fish Building (El Edificio Pez). Gabriela cuenta que “quería hacer algo que tuviera que ver con el Bronx, para así generar un diálogo entre el museo y lo que estuviera sucediendo en la calle”. Para llegar a esta idea caminó mucho por el barrio y un día se topó con el Fish Building. Este hermoso edificio art déco le debe su nombre al mural de peces que adorna su fachada, y le dio el nombre a la intervención artística de Bertiller. “Llevé el lobby al Museo, lo recreé. Para esto ploteé el ascensor del Museo con los colores del edificio y el piso lo dibujé igual”, cuenta.

Otro proyecto artístico que Bertiller desarrolló para la expresión comunitaria lo hizo en Randall Island Park, una isla que queda entre Manhattan, Queens y el Bronx, a la que se puede acceder a pie o en auto desde cualquiera de estos distritos que están unidos por el famoso Triborough Bridge. El año pasado, Bertiller, de la mano de la Fundación Rockefeller, inauguró Glamorous Picnic, una instalación artística en un parque en el medio de esta isla. La intervención se inspiró en el ritual del picnic y está compuesta por un conjunto de tres mesas de hormigón revestidas en azulejos rojos y blancos que rememoran el clásico mantel a cuadros que suele usarse en estas ocasiones. Estas acciones artísticas están surgiendo en todos los municipios de Nueva York y apuestan a revitalizar el espacio público. “Lo mismo que en el Bronx pasa en Randall Island -explica-. Antes no los visitaba cualquiera, daba miedo. Ahora a la isla vienen miles de personas a hacer deporte, correr, jugar al fútbol, todo con una gran vista de Manhattan al otro lado del East River.”

En el emblemático distrito joven y cool de Williamsburg, en Brooklyn, vive Lucrecia Maldonado, una loberense que junto con sus socios abrió la marisquería Rosarito Fish Shack, uno de los lugares más elegidos de la zona. “Está ubicada en una calle que unos años atrás no tenía vida y que era predominantemente industrial, mientras que ahora está totalmente revitalizada por los restaurantes nuevos de la zona y porque es obligatorio para ir a la feria Smorgasburg los fines de semana.” Esta última es una suerte de mercado de pulgas entremezclado con feria gastronómica ubicada contra el Waterfront (la costanera con vista panorámica de Manhattan). Es uno de los barrios en boga, un disparador de creatividad y tendencias con espacios verdes más amplios. “El hecho de vivir a sólo minutos de Manhattan, a una parada de tren o veinte minutos caminando, y gozar de esta tranquilidad y de este sentido de pertenencia a un barrio, donde predomina un amor a lo tradicional, hace que elija vivir acá”, dice Maldonado.

Green Point es un barrio adyacente a Williamsburg y más tranquilo. Ahí supo asentarse la comunidad polaca hace varias décadas y hoy convive con los jóvenes de todas partes que se mudan a Brooklyn. Esta zona vibrante coexiste con las panaderías y las farmacias y los zapateros. Esta zona es una buena muestra de lo que pasó en casi todos estos distritos: zonas industriales en las que la clase media llevó a la renovación de cada barrio y la construcción de estos suburbios cada vez más residenciales. “Brooklyn hace veinte años era una zona mucho más desolada y sin mucho atractivo que entre el crecimiento poblacional, la cercanía con respecto a Manhattan y la conciencia de las familias más jóvenes de querer vivir en un lugar más tranquilo, se fue transformando en lo que vemos hoy”, explica Joaquín Stearnes, experto en desarrollo inmobiliario, que recita un dicho muy famoso en Nueva York: “Siempre hay que seguir a los artistas”. Esto es lo que pasa desde Williamsburg hasta todo el resto del distrito de Brooklyn, en donde conviven más de 175 comunidades. “Están los hipsters y grupos etarios que varían entre los treinta y los cuarenta años y que ya tienen hijos. Los encontrás en Williamsburg, pero también en Bushwick, otra zona por convertirse en tendencia, donde viven mayormente afroamericanos.”

Nueva York es la segunda ciudad en diversidad lingüística en el mundo después de Londres. Se encuentran espacios que representan a cientos de comunidades, tal como sucede en Queens, el municipio más grande, con 283 km2, donde 57 por ciento son hispanos. La diversidad, la expansión y el crecimiento de la población son el foco de las transiciones urbanas que suceden en la ciudad. En 2030, Nueva York va a tener una población con un promedio de edad de cuarenta años y ya los municipios parecen mimetizarse con estos ciudadanos cada vez más jóvenes y diversos. No sólo es Manhattan. Hoy se suma una periferia que es la que ofrece esos nuevos espacios que siempre están por descubrirse.

Fuente: La Nación