Es de la naturaleza humana sacar luz del abismo, responder con creatividad en medio de las más tenebrosas circunstancias. Está demostrado en la historia del mundo, una y otra vez. Ocurre en Venezuela. Aunque son muchos los momentos en los que parece que se cierran todas las salidas, grupos cada vez más numerosos de sus habitantes se organizan para encontrarlas con sus propios medios y contribuir a la transformación de la sociedad, con miras a un alcance duradero. Ayudar a resolver lo más inmediato y a construir un cambio de consciencia de mayor calado. Lo hacen sin estridencia, con menos resonancia en la opinión pública, pero con el propósito de movilizar al colectivo para que actúe y haga parte de ese cambio.
En esta serie daremos algunos ejemplos. Seguro hay muchos más: si los conoces puedes comentarlo abajo.
Comenzamos con las iniciativas que ayudan a lo más inmediato: las que quieren responder a malnutrición y a la desnutrición, que ya alcanza niveles graves.
Una encuesta que mandó a elaborar la Asamblea Nacional de Venezuela en agosto encontró que más 15% de los consultados hurgan en la basura para buscar comida, “lo cual equivaldría a unas 4,5 millones de personas, si tenemos en cuenta la cifra de población”, escribe Juan Francisco Alonso en La Voz de Galicia. La escasez de alimentos y medicina sobrepasa el 85%, la inflación anualizada supera el 500% y se estima que la acumulada de todo 2016 pase del 700%. Alonso cita en el artículo la última Encuesta de Condiciones de Vida que realizaran la Universidad Central de Venezuela, la Simón Bolívar y la Católica Andrés Bello: “el número de venezolanos que no pueden cubrir sus necesidades alimenticias creció 53% en menos de un año, al pasar del 48% en 2014 al 73% en 2015”.
Julio fue un mes duro para el hospital infantil JM de los Ríos, en Caracas. Llegó el día en que los niños no pudieron desayunar: no tenían con qué. “Entre 2013 y 2015, se registraron 30 niños con malnutrición grave en el hospital infantil. Ese mismo número se repitió en 2016, no ya como la cantidad de casos procesados en dos años, sino en solo cinco meses. De 31 pequeños, 21 presentaron condiciones marismáticas o tipo Biafra; mientras que los 10 restantes fueron diagnosticados con el otro síndrome carencias”, escribió entonces Juliette Pineda en Efecto Cocuyo. Quiere decir que o los niños sufren una delgadez extrema o, por la carencia de nutrientes, se hinchan y producen edemas. En el hospital El Llanito, agregó Pineda, más de 90% de los 41 pacientes que tenía el área pedriáticca estaban desnutridos, solo en junio.
Los mayores también padecen. Hispanopost hizo un reportaje en el que encontró que “tanto los geriátricos subsidiados por el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) como los privados atraviesan la misma situación, los alimentos están tan escasos que un adulto mayor ya no puede comer balanceado, porque no se consiguen los carbohidratos y porque las carnes blancas y frutas están muy costosas. Hace dos meses se reportó que 30 abuelos habían fallecido en el ancianato “Madre Teresa de Calcuta” por la mala alimentación que llevaron”.
Así responden.
#DondeComeUnoComenTodos. Ideas para Nutrirnos. Todo empezó en WhatsApp. Beatriz Adrián, vicepresidenta de la organización solidaria Dar y Recibir, y Norma Pérez, directora de la organización de emprendimiento social Ashoka Venezuela, discutieron en el chat que debían hacer algo para responder a la crisis alimentaria. Dar y Recibir atiende sobre todo causas para tratamientos médicos y encontraron que las madres de niños que requerían tratamiento para el cáncer también pedían ayuda para alimentarlos. Entonces, cuenta Adrián, comenzaron a sumar iniciativas de otras organizaciones y reunirlas en esta “para luchar contra la desnutrición. Esta es una situación que le compete al Estado. No queremos pelear ni competir con el Estado y sabemos que la seguridad alimentaria está prevista en la Constitución. Por eso hemos querido llamar a este movimiento, hasta el momento, Ideas para Nutrir”, como cuenta Adrián a IQLatino. Hasta ahora las organizaciones aquí reunidas, entre las que están Dar y recibir, Senosayuda, Alimentos para la solidaridad (ver abajo), Fundakenneth, Ashoka, el departamento de marketing de El Bueno, han tenido cuatro reuniones y dos jornadas en las que se han juntado para hacer arepas desde el origen –desde el pilado del maíz hasta el relleno– y las reparten a la gente que en la calle hurga en la basura o vive a la intemperie. La última arepada fue a mediados de octubre. También recogieron fondos para reunir 20 kilos de pollo para la comida de una semana de 10 madres con sus niños enfermos de cáncer en el albergue Sana, “que tiene cocina pero con la crisis dejaron de donarles alimentos”. Fundakenneth han hecho varias entregas de comida una vez al mes en la casa María Teresa de Calculta, para niños con parálisis cerebral. Dar y recibir abrió un fondo para 20 familias en situación crítica, para darles una subvención mensual de 15 mil bolívares que los ayuda, “aunque la inflación se coma” esa cantidad. Han realizado encuestas para determinar qué proyectos en Venezuela y en el mundo han sido efectivos para aliviar la malnutrición o la desnutrición; han medido las horas del voluntariado con las que cuentan para expandir la iniciativa; han identificado las zonas donde pueden intervenir, en ancianatos y guarderías para menores de dos años, centros de atención para mujeres embarazadas, hospitales y albergues para niños con problemas de salud, sobre todo en sectores populares. “Queremos actuar en varias líneas de acción: comunicación, para hacer que la gente se involucre, para invitarla a salir de su casa con un plato de comida, que lo compartan con la gente que está buscando en la basura, que quizás esa sea su única comida del día, como si lleváramos a esa comida a alguien que queremos mucho; levantar fondos permanentes para albergues como Sana; medir talla y peso en escuelas estadales para determinar si hay niños con desnutrición o entrando en desnutrición, e intervenir”, añadió Beatriz Adrián. Tienen la asesoría de la nutricionista Susana Raffali. Adrián dice que hacen esto para que la gente se contagie y sume. “Es como activar a la sociedad, para que todo el mundo haga algo, que no se preocupen por que se rompa la bolsa de basura en la calle y quede todo regado, sino que se preocupen porque la persona que está allí rompiendo la bolsa es otro venezolano con hambre y algo tenemos que hacer, que no podemos ser indolentes que tenemos que tener empatía, el liderazgo colaborativo de unirnos y trabajar en equipo”. Si quieres aportar, comunícate con Beatriz Adrián en el correo electrónico ayudasdaryrecibir@gmail.com.
Barriga Llena, corazón contento. El chef David Akunin, del restaurante Maia, se enteró hace algunos meses, directamente por una amiga que trabaja allí, de la situación del JM de los Ríos: no cuenta con un concesionario de alimentos desde hace tiempo y no saben cuándo lo tendrán; dependen de otro hospital para que les envíe comida cuando pueden. Por eso comenzó a reunir a otros compañeros para actuar. Le pidió primero a Valentina Semtei y a Francisco Abenante, de Casa Bistró, que se sumaran y la petición se replicó hasta que llegó a Carlos García, chef de El Alto, y a otras personas como Juan Carlos Bertorelli, Paola Bertorelli, Alejandra Otero. Así lo cuenta García. “De ahí en adelante nos reunimos y pensamos que teníamos que hacer algo para que esto fuese más sólido en el tiempo, más que para responder a una emergencia de una semana”. Entonces constituyeron la fundación Barriga Llena Corazón Contento, para hacer, en concreto, sopas, con asesoría de los nutricionistas el hospital, que pudieran repartir a diario. “La sopa es lo que más se relaciona con esa sensación de mejorarse cuando uno está enfermo. A uno lo que le provoca es que la mamá le haga una sopa de pollo”, explica Carlos García a IQLatino. “Además, posee todos los nutrientes líquidos, es fácil de digerir, es saludable, económica y por eso sigue siendo la mejor opción”, dijo David Akinin en una entrevista. A día de hoy hacen 220 sopas de pollo diarias, algunas de carne, para los almuerzos: 180 para los niños y el resto que distribuyen entre las madres y personal del hospital. Con la sazón de la alta cocina. “Son sopas muy sabrosas, siempre controladas por los nutricionistas [del hospital]; se hace una parte sin sal y la otra es muy baja en sal”, detalla García. Las entregan cada día a las enfermeras, que saben exactamente quién necesita qué en cada habitación del hospital. Hasta ahora, desde que empezaron a finales de junio, han cocinado unas 30 mil sopas, calcula el cocinero. Se han unido otros restaurantes, como La Sibila, La Esquina, Moreno, el comedor de la Metropolitana, Lovely Gourmet. Comenzaron, dice el chef, usando los recursos propios de los restaurantes, pero comenzaron luego a recibir donaciones a través de la fundación y ahora procuran más financiamiento, porque no pueden correr solos con todos los costos: según se mire, si es el mercado oficial o el paralelo de divisas, cada sopa cuesta 220.000 bolívares (220 dólares o 1 dólar: así es la distorsión). Un mes después de comenzar, El Nacional publicaba que necesitaban para la preparación diaria “3,5 kilos de ají dulce, 50 gramos de ajo, 3,5 kilos de ajoporro, 5,5 kilos de apio, 4,5 kilos de auyama, 5,5 kilos de ocumo, 5 kilos de papa, 5 kilos de pimentón rojo, 5 kilos de yuca, 5 kilos de zanahoria, 15 kilos de cebolla y 16 jojotos (…) 20 pollos enteros, 20 kilos de carne para sopa –25 kilos si es con hueso–, 8 kilos de cabezas de pescado o 20 de carne de cualquier pescado”. Según su página de Facebook, necesitan además potes plásticos tipo chino, cucharas plásticas, detergente para lavar platos, esponjas y trapos para fregar, desinfectante para cocinas. Tienen en proyecto comenzar muy pronto a servir desayunos y expandir la iniciativa a residencias de ancianos, empezando por una en Mamera, al oeste de Caracas, algo con lo que ya está probando, dice García, La Sibila. Pero dependen de conseguir los recursos: están necesitando, y buscando, un mecenas mayor, además de las donaciones. “Por ahora quisiéramos poder ayudar mucho más, pero tenemos ciertas limitaciones tanto financieras como de espacio. Ojalá Dios nos ayude y podamos hacer muchas cosas más”, pide García. Para contactarlos, puedes escribir a barrigallenacorazóncontentove@gmail.com o a través de Barriga Llena Corazón Contento en Facebook e Instagram.
Alimenta la solidaridad. Roberto Patiño, activista político, fundador de Caracas Mi Convive, encontró en sus visitas a las zonas populares, que llegar a las escuelas era una manera efectiva de asegurar la comida, sobre todo en las vacaciones escolares, cuando cerrarían. Por eso comenzaron con el programa Alimenta la Solidaridad, desde el inicio de agosto hasta el 16 de septiembre. Comenzaron también con sopas, para los fines de semana, sancochos comunitarios, les llamaron, para alimentar a 150 bocas. “Las escuelas, a pesar de que cada vez es de forma más precaria, son los sitios donde los niños reciben alimentación. Entonces decidimos arrancar construyendo una relación con una escuela en Los Telares en Ruiz Pineda (Caricuao). Teníamos planificado un sancocho para 500 niños como actividad de cierre de curso, y unos días antes salió un reportaje en El Estímulo donde se narraba cómo los niños estaban pasando hambre. Eso hizo que para nuestro sancocho siguiente, se aparecieran otros medios como CNN y Radio Caracol. Esas imágenes y entrevistas generaron una reacción muy agresiva por parte del Gobierno, en contra de la institución, del programa, de la directora, y en contra de mí”, contó Patiño a El Estímulo. Aseguró que por eso “lo amenazaron” en espacios de televisión de Venezolana de Televisión. “Entonces decidimos, debido a las amenazas que comenzó a sufrir el colegio, mudar el programa al sector Las Casitas de la parroquia La Vega, donde también teníamos apoyo de otra escuela. Allí nos arriesgamos con un programa de alimentación que ya no era solo para los fines de semana sino de lunes a viernes. Hicimos una primera reunión preparatoria con las madres. Fue muy conmovedora porque muchas se emocionaban, lloraban por lo que están viviendo. Escuchamos a madres relatar cómo le tienen que decir a sus hijos que no tienen qué darles de comer. Hay que tomar en cuenta que en nuestros sectores populares las madres siempre decían con orgullo ‘a mi hijo nunca le faltó un plato en la mesa’ y el hecho de que eso esté sucediendo ahorita por la imposición de un modelo por parte de un grupito, es realmente inaceptable. Entonces decidimos organizarnos y nos planteamos una primera meta para dar de comer a 50 niños en la escuela de Las Casitas y empezamos a articularlo con las madres, con la gente que trabajaba en la cantina, y así tocamos puertas buscando donaciones”. Donaciones que venían de los mercados de Coche y de Chacao. Llegaron a 150 comidas al día en Las Casitas y luego continuaron en el sector Las Mayas, en Carapita. Llegaron a los 250 niños diarios. Siguieron en La Pila de Los Mecedores, en La Pastora, y en el sector San Miguel de La Cota 905, Santa Rosalía, en el oeste y el sur de Caracas. Decidieron seguir después de las vacaciones, continuar en los turnos de las actividades escolares. “La idea es poder mantener a unos 500 niños por un tiempo prolongado. Mientras podamos y dure la crisis. En caso de que vayamos a crecer, es probable que nos acerquemos a nuevas comunidades”. “Diferenciamos este programa de solidaridad con uno de caridad. Esto no es un programa de caridad. Aquí no hay actores pasivos. En este programa todos tenemos una responsabilidad. Todos tenemos que poner algo. Hemos conseguido gran parte de los insumos y alimentos gracias al apoyo de mucha gente que se ha hecho corresponsable de esta situación, también han participado las madres que cocinan y las instituciones que nos han brindado apoyo, espacios y organización”, agrega Patiño en la entrevista. Según El Pitazo, 3.200 personas han participado activamente en este programa. [Hay otras iniciativas individuales, personales, que hacen un trabajo parecido con otras escuelas de barrios populares de Caracas, pero para evitar situaciones como las amenazas que denunció Patiño, actúan en reserva].
Imágenes tomadas de las cuentas de Facebook de cada una de las iniciativas
[…] Una vez a la semana, durante un periodo de dos años, las frutas y verduras que se descarten, por un descenso en las ventas, por cuestiones estéticas, por excedentes de producción, o porque la fruta esta madura y el consumidor ya no la compra. Siempre que apta para su consumo, será recogida en establecimientos como abastos, supermercados y mercados que estén de acuerdo con el convenio. Para luego suministrarlos en articulación con iniciativas como: La Olla Solidaria, Ideas para nutrir, Barriga llena Corazón Contento y Alimenta la Solidaridad. […]