Cincuenta y tres de los casi 800,000 registrados, de 17 nacionalidades, viviendo en 17 estados de Estados Unidos. Cincuenta y tres Dreamers que se llaman Daisy, Juan Carlos, Alicia, Denzel, Caliph, Daniel, Salvador, María, que cantan, tocan el trombón, la percusión, el clarinete. Llegaron a Estados Unidos cuando tenían tres u ocho años, sin documentos, como sus padres, que llegaron antes o con ellos.
Crecieron, hicieron de la música su profesión, son ahora jóvenes intérpretes prodigiosos. El domingo ganaron tres Grammys, con el álbum American Dreamers, Voices of Hope, Music of Freedom, el trabajo al que los convocó un nieto de inmigrantes italianos. John Daversa armó con ellos una big band y crearon este disco, publicado en septiembre de 2018, producido por tal. En esta obra, el jazz fue el vehículo para la expresión de sus temores: sus destinos –el destino que depende de los documentos de identidad; la expulsión o la permanencia en el país en el que crecieron—están sujetos a un programa transitorio que los acoge en el programa DACA de 2012 y los protege temporalmente de la deportación, una decisión del gobierno de Trump de eliminarlo y decisiones de la Corte Suprema de mantener la vigencia del programa.
“Como músico lo único que sé es hacer música y dije: usemos esto como una manera para contar la historia de estos jóvenes indocumentados y que podamos hacer con esto una declaración poética”, contó Daversa a Univision el día antes de que este trabajo ganara los grammys como Mejor álbum de ensamble de jazz, Mejor improvisación como solista de jazz y Mejor arreglo instrumental o a capela.
Daversa es un reconocido intérprete de este género, con varios álbumes publicados, además de trompetista, compositor, arreglista, productor, formador y director musical.
“Yo quería que más gente, incluso la que no sabía que esto estaba pasando en el país, pudieran oír y sentir de otra manera las historias de estos jóvenes”, agregó en la entrevista con Univision.
Al recibir los premios Grammy el domingo, Daversa llamó al escenario a varios de los músicos Dreamers que participaron en American Dreamers. Y dijo de ellos que son “talentosos y valientes modelos a seguir”, reseñó Variety.
En su discurso, según la publicación, Daversa resaltó que ganar un Grammy es “increíble para un ciudadadno [estadounidense], pero sísmico para un estadounidense indocumentado”.
El clarinete de Salvador está en el fondo de la historia que cuenta en el primer track del disco. Sus padres habían llegado primero a Estados Unidos; se reunió con ellos en el aeropuerto. Cuando cursaba el sexto grado, apareció la música. Decidió que quería seguir una carrera con ese instrumento que primero rechazó y que luego amó.
“Me llamo Salvador, soy un Dreamer. Me trajeron de México a Estados Unidos a los tres años. Soy un clarinetista (…) No supe sino hasta el séptimo grado que era un niño indocumentado. Es lo que mis padres me advirtieron: ‘Lo siento, no eres como tus amigos’. Y yo: ¡¿Qué?!, ¿eso qué significa? No lo entiendo”.
Alicia conoció el tambor, su instrumento, en un campamento de la niñez, en un circulo de percusión. Lo probó y tocó una hora tras otra: tanto, que al día siguiente sus manos estaban inflamadas. Supo que alguna emoción honda estaba saliendo con esos golpes armoniosos.
“Mi nombre es Alicia y soy una Dreamer. Me trajeron a Estados Unidos cuando tenía tres años, desde Perú. Toco el tambor. He lidiado con mucho resentimiento hacia mis padres, aunque lo único que ellos han hecho es ayudarnos a mi hermano y a mí a tener una vida plena. Llegué a gritarles, a veces: ‘¡¿Por qué no te regresas?!’
En su pieza, es la percusión, su melodía afro, la que canta el estribillo del clásico de West Side Story, I like to live in America:
Daisy empezó a cantar en el coro de una iglesia a los once años. Lo dice en el track que precede a la versión del clásico Deportee, que Daisy canta con la big band: Good bye to my Juan, good bye, Rosalita
“Mi nombre es Daisy y soy una Dreamer. Me trajeron a los Estados Unidos cuando tenía nueve años, desde Venezuela. Amo cantar. Mi hermana tenía un tumor y su tratamiento médico estaba en Houston. Mi mamá y yo llegamos en 1991”.
John Daversa llama a estas historias, contadas todas en inglés, “batallas internas”. Estas y las de otros Dreamers que no las verbalizaron pero que las interpretaron con sus instrumentos. En la misma entrevista con Univision, Daversa comentóque traducirlas a la música y grabarlas fue un proceso tan poderoso y emocionante que tuvieron que parar muchas veces.
En el disco hay versiones de otras canciones como “Living in America”, “Dont’ Fence Me In”, “Immigrant Song” y “Stars and Stripes for ever, la que ganó uno de los Grammys.
Juan Carlos, otro Dreamer músico, dijo en otra entrevista con Univision que creció con estas piezas.
“Cantando estas canciones, hay algo en ti que dice, ‘pues estas también son mis canciones, yo crecí con estas canciones, yo soy parte de este mosaico que hace América [Estados Unidos]”.
“A veces le has abierto tu corazón a los Estados Unidos y a veces te sientes como si Estados Unidos ha cerrado su corazón hacia ti”.
Los expertos y defensores de la inmigración dicen que lo que otorgaría seguridad a los Dreamers sería una ley que les permitiera vivir y trabajar legalmente en el país. Justo este lunes 11 de febrero, los directivos de más de cien poderosas compañías, Apple, Amazon, Facebook, Google, Twitter incluidas, publicaron una carta a página completa en el New York Times, dirigida a los congresistas estadounidenses que estrenan legislatura, como reseña CNBC, para que aprueben una ley “bipartidista y permanente” que beneficie a los Dreamers.
“Con la reapertura del gobierno federal y lo que se presume será el reinicio de las negociaciones sobre inmigración y seguridad en la frontera, es ahora el momento para que el Congreso apruebe una ley que dé a los Dreamers la certeza que necesitan. Son nuestros amigos, vecinos, compañeros de trabajo, y no deberían tener que esperar por fallos de tribunales que determinen su destino, cuando el Congreso puede actuar de inmediato”, dice una parte de la carta.
Echando números, los signatarios de la carta calculan que la pérdida de trabajadores beneficiados por DACA significaría pérdidas también para el PIB estadounidense de 350 mil millones de dólares y de 90 mil millones por ingresos via impuestos.