Narsiso Martínez va a las tiendas de víveres cazando cajas de cartón, en búsqueda de superficies para crear. Las junta como si fueran lienzos vacíos y pinta sobre ellas las escenas de los jornaleros del campo estadounidense a carbón, acrílico, láminas de oro. Pinta lo que conoce bien, a sus compañeros mexicanos sobre todo, pero también de países de Centro América, porque durante varios veranos trabajó como jornalero él mismo en los sembradíos del estado de Washington para pagarse la universidad.
Hoy, con su obra, es artista residente del Museo de Arte de Long Beach, en California, desde 2018. Su exposición de obras en 3-D, “Friends in Freshness” (Amigos al fresco), está entre las principales de la reapertura inaugural de la nueva sede, Long Beach Museum of Art Downtown, donde su obra podrá verse hasta el 3 de noviembre. Ha expuesto en el Centro Cultural Cinematográfico de México del Consulado de ese país en Los Ángeles, en la Galería de Arte Municipal de Los Ángeles. Ahora está exponiendo también en la Charlie James.
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Martínez llegó de su natal Oaxaca, al tal de México, a los 21 años, hace 20, siguiendo la ruta de inmigrantes que ya habían trazado sus hermanos. Habían crecido en el campo, trabajando la tierra, comiendo de su cosecha.
Cuando Martínez reprobó el bachillerato y decidió irse. Al llegar a Estados Unidos, estudió la lengua local en el programa English as a Second Language, reporta la agencia EFE. Y cuando terminó, quiso profundizar en los estudios y acabar la secundaria. En la asignatura Historia del Arte conoció la obra de artistas universales.
De niño, allá en Oaxaca, esbozaba retratos de sus vecinos, dibujaba los rostros de celebridades que encontraba en las revistas, escribe Asia Morris, del Long Beach Post. Ahora en California le tocaba entrar en la universidad y dudó si estudiar para ser profesor de matemáticas o biología por sus buenas calificaciones en estas asignaturas, continúa EFE, pero siguió la vocación y se matriculó en Arte, en The California State University, conocida como Cal State, Long Beach. En 2009, a los 32 años.
Al principio se ayudó con trabajos como repartidor de frutas o de jardinería. No fue suficiente para seguir pagando la matrícula, así que en los veranos se fue al estado de Washington a trabajar el campo, con sus hermanos. A recoger espárragos en el valle del río Columbia, de 1 de la mañana a 3 de la tarde, a pocos centavos la libra. Jornadas exhaustivas y agotadoras en las que recogía y cortaba los espárragos; la compañía solo le pagaba –a él y a sus compañeros—por las piezas que había cortado en el tamaño que querían. Si era muy corta, reseña Long Beach Post, la desechaban.
“Y lo que descubrí después es que ellos, en efecto, usaban esas partes desechadas. Las mandaban al almacén, las embotellaban y ganaban dinero con eso, pero no nos pagaban a nosotros”, contó Martínez a Asia Morris.
En esas condiciones, con muchas limitaciones, logró ahorrar y pagar la matrícula, reducir la deuda universitaria. Siguió yendo a trabajar cada verano a los cultivos, conoció mejor al restro de los tra bajadores y también algunos dueños de granjas, escribe Luis Uribe en el despacho de EFE.
Morris agrega Martínez fue a ver dónde vivían sus compañeros, ancianos, mujeres, niños: la mayoría dormía en trailers en estacionamientos y muchos eran sus paisanos, pero también provenían de El Salvador y Guatemala.
Encontró una línea de trabajo para desarrollar en la universidad. Probó con la pintura sobre las cajas de cartón, ensayo y error
“Siempre hablaba de la idea de representar a los trabajadores del campo o a la clase trabajadora versus la gente rica […] entonces, cuando hice los dibujos en cartón, eso evolucionó hacia convertirse más en los trabajadores del campo versus el negocio del agro. Fue entonces cuando todo hizo click”, agregó a Long Beach Post
Narsiso Martínez continuó un máster en Arte con una ayuda financiera del estado de California, mientras perfeccionó la técnica de pintura sobre las cajas de cartón coloridas de las tiendas de víveres. Al principio, dice EFE, les quitaba las etiquetas, pero luego las dejó como parte de su arte y denuncia: las marcas, los logos y el contenido: fuji apples, bananas, grapes. De fondo la fruta, y en el centro el, la, protagonistas, o un grupo de ellos, con ese mismo producto en las manos. El o la que recogió el alimento que quien compró, que quien ve la obra, se comió o se está comiendo.
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“Había una historia muy llamativa en sus piezas y me di cuenta de que en ellas ocurrían muchas cosas. Había muchas diferencias culturales que, creo, lo incomodaron al principio, pero es maravillosa esa manera como ha aprendido a hablar de su vida. Cada imagen que hace, es porque conoce a la persona y hay un motivo para pintarlas”, dijo Ronald Nelson, director ejecutivo del LMBA, a Christi Carras, de The Angeles Times.
Al terminar su máster, Narsiso Martínez consideró volver al campo a trabajar, pero su hermano se lo impidió. Las residencias en los museos y una beca también lo mantuvieron en Long Beach, pintando. No vive todavía de su obra, pero continúa con su propósito.
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Desde que expuso Farm Fresh (El campo fresco) en el LBMA el año pasado, , Martínez encontró la oportunidad de salir de los circuitos estrictamente hispanos y expandir su audiencia.
“Ahora tenemos la oportunidad de mostrar las experiencias del trabajador del campo, o de mostrarlo como una parte tan importante de la economía como otros grupos de trabajadores de la nación”, dijo entonces a Long Beach Post.
Ahora con Friends in Freshness dijo a LA Times: “Ya vemos algún avance porque los estamos reconociendo, los estamos viendo. Quizás ahora la gente irá a las tiendas de víveres y pensará en esto un poco más. Creo que los cambios ocurren en pequeños pasos y espero que esto sea parte de ello”.