A Venezuela llega la pandemia mundial del coronavirus en un cuadro crítico de país: economía y servicios colapsados, una crisis humanitaria, el dólar rigiendo de facto y disparando los precios, un régimen aferrado al poder que aprieta el control social y político.
Como en la mayoría de Latinoamérica, en Venezuela se tomaron a tiempo las medidas que a lo largo de estos meses ha recomendado y actualizado la Organización Mundial de la Salud para evitar que escale la propagación del virus. El régimen de Maduro ordenó el distanciamiento físico, aislamiento/confinamiento en casa y en clínicas comunitarias u hoteles para quienes han tenido el virus, el uso obligatorio y masivo de mascarillas. El país está en cuarentena desde el 17 de marzo.
También ha aplicado pruebas de diagnóstico del virus, procedentes sobre todo de Rusia.
“Es aún temprano para evaluar la efectividad de las políticas gubernamentales en la lucha contra la pandemia de la COVID-19”, escribe el economista Francisco Rodríguez en un informe para la Fundación Carolina de este mes. Para Rodríguez, estas primeras medidas iniciales parecen “haber tenido éxito en aplanar la curva”, porque “mediciones alternativas” parecen confirmar las oficiales.
Sin embargo, apunta a lo que no ha cambiado: “Hay razones de peso para prever que estos éxitos iniciales no se sostendrán en ausencia de acceso al financiamiento internacional. La débil infraestructura de la sanidad pública, la fragilidad económica de las familias golpeadas por un dilatado proceso de empobrecimiento (que les impide pagar el costo económico del distanciamiento social), y el regreso de la población emigrante por canales irregulares se suman al debilitamiento de las cuentas fiscales y externas causados por la bajada de los precios del petróleo, la intensificación de las sanciones y la caída en las remesas”, detalla en su análisis.
Y el régimen de Maduro tiene el control de la información sobre los casos y su seguimiento.
Si en países de Europa, donde están las tasas más altas de mortalidad y de contagio, los expertos hablan de una subestimación del número de casos –no se han hecho pruebas masivas; en Francia, por ejemplo, no se han contado los contagios en las residencias de mayores; –en Venezuela no es garantía de transparencia que sea el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, uno de los hombres fuertes del régimen, el que comunique sobre la evolución de la pandemia.
En la última comparecencia del 14 de abril, Jorge Rodríguez dijo que había cuatro nuevos contagios, lo cual pone la cifra oficial en 193 y nueve fallecidos.
La crisis humanitaria
La Oficina de la Organización de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios publicó el 10 de abril el Plan Intersectorial de Preparación y Atención a la Covid-19 para Venezuela, en el que advierte que el país está pasando de la fase 3 a la fase 4 –la última—en los escenarios de transmisión que ha establecido la Organización Mundial de la Salud. Esto es, que está transitando de la fase en la que los países que tienen casos agrupados “en el tiempo, ubicación geográfica y/o exposición común” a esa otra en la que hay brotes mayores de transmisión local, lo que se llama técnicamente transmisión comunitaria.
Según este informe, aunque la mayoría de casos reportados está en las zonas más pobladas e Venezuela, ya hay contagios en los 20 estados. Los riesgos son más altos para los fronterizos.
“La posible epidemia y las medidas preventivas adoptadas por las autoridades para limitar la transmisión del virus pueden tener un impacto sobre la situación humanitaria ya existente en el país y exacerbar las vulnerabilidades de las personas”, advierte el reporte.
De esto da cuenta el reciente reportaje de Philip Reeves para la radio pública estadounidense NPR: el personal sanitario teme el crecimiento de la pandemia en Venezuela por los efectos que puede tener en la red de hospitales y centro de salud carentes de los servicios esenciales. Lo que la crisis humanitaria ha evidenciado: la mayoría de los hospitales no tienen lo básico para la atención, desde la higiene esencial –agua y jabón—hasta rayos x para las radiografías de pulmón. Una red hospitalaria ya colapsada que no podría manejar una expansión de los casos de Covid-19, como reportamos en marzo en IQ Latino citando la Encuesta Nacional de Hospitales.
El reportero Reeves se refiere a la escasez de equipos de protección, camas de terapia intensiva, medicinas y personal, miles de los cuales han emigrado del país. En El Hospital Clínico Universitario de Caracas, por ejemplo, donde hay 1000 camas, el personal se ha reducido a la mitad, dice a Reeves María Eugenia Landaeta, jefa de la Unidad de Enfermedades Infecciosas. “Es muy difícil hacer que el hospital funcione en esas condiciones”.
La UNICEF y la Organización Panamericana de la Salud hicieron un envío humanitario a Venezuela de 90 toneladas de ayuda humanitaria que, según La Voz de América, se distribuirán en 15 hospitales y 51 ambulatorios (centros de atención primaria): kits de emergencia, camas pediátricas y equipos de protección para personal sanitario, dijo Rocío Ortega, especialista de Comunicación de la UNICEF Venezuela. La ONU anunció que pedirá 61 millones de dólares para dotar de equipos médicos y productos de higiene a los centros de salud.
Sin embargo, informa La Voz de América, médicos y pacientes piden más ayuda para los hospitales infantiles. “Hay falta de todo. Hasta de inyectadoras. No hay nada. Están mandando a Caracas a los niños que están convulsionando. ¿Cuándo vas a los baños hay todo? No. Esos baños están asquerosos”, testimonió Egleisy Hernández, quien tuvo que viajar desde el centro del país a la capital con su hijo convulsionando porque no la pudieron atender en su localidad.
Phillips Reeves de NPR recuerda que los aliados de Maduro, Rusia, China, Cuba, también han mandado ayuda a Venezuela, pero, “aun así, asegurar la amplia cantidad de ayuda internacional que Venezuela necesita es complicado por la geopolítica”.
“Venezuela no está exenta del dilema entre tomar medidas rigurosas para contener la transmisión del virus o mantener el status quo socio-económico –continúa el Plan Intersectorial de Preparación y Atención a la Covid-19 para Venezuela de la ONU–. Si bien, se han tomado medidas que buscan mitigar los efectos más severos de las medidas es importante buscar maneras de mantener y ampliar las operaciones humanitarias en el marco del Plan Humanitario de Respuesta (HRP por sus siglas en inglés),para apoyar a las poblaciones más vulnerables”, recomienda.
La economía
Un reportaje de Efecto Cocuyo firmado por Ronny Rodríguez Rosas y Reynaldo Mozo Zambrano describe el ejemplo de Petare, al este extremo de Caracas, un distrito poblado sobre todo por cientos de barrios marginados vecinos unos de los otros, considerado por ello la favela más grande de América Latina, con más de un millón de habitantes.
Las medidas oficiales de restricción de los horarios para la compra de alimentos afecta a los vendedores informales que hacen de esa venta su forma de subsistencia y a los consumidores que ven subir los precios de los alimentos cada día.
Cristina González, por ejemplo, compra pimentón y cebolla en el mercado mayorista de Coche, también en Caracas, para venderlo en la calle, allí en Petare. Antes de la cuarentena que empezó el 17 de marzo, una cesta del producto costaba 500 mil bolívares y ahora subió a 900 mil.
“Trabajo de ratico a ratico porque la policía nos quita, pero nosotras nos volvemos a poner cuando se van”.
Los reporteros de Efecto Cocuyo preguntaron en la carnicería de la zona y encontraron algo parecido: el kilo de carne costaba 200 mil bolívares y ahora cuesta 595 mil, algo que el dueño de este local atribuye al alza del dólar paralelo, la divisa que de facto rige los precios generales en el país.
El interior del país las carencias se agudizan.
En la Goajira, por ejemplo, en el estado Zulia (fronterizo, al oeste del país), hubo protestas por falta de alimentos y de agua, reportó Eira González para El Pitazo, con detenidos y heridos, incluida una mujer a quien las fuerzas de seguridad dispararon con perdigones en la cara. La inflación y el sobreprecio en los alimentos marcan la situación. El gobierno entregó 3 mil bolsas de comida subsidiadas que, informa la reportera, son insuficientes y solo alcanzan para cuatro días.
También en el Zulia, pero en su zona ganadera, los productores reportan haber perdido 15% de su producción en un mes de cuarentena, informó Edwin Urdaneta también para El Pitazo.
Iván Herrera, otro ganadero en Barinas, un estado llanero en el centro occidente de Venezuela, le dijo a Anatoly Kurmanaev de The New York Times: “Nunca habíamos estado peor que ahora. Estamos paralizados”.
La escasez de gasolina en el país, agudizada en los últimas semanas, tiene un impacto tremendo en la producción. “Los agricultores, al no tener combustible para cuidar sus campos, han dejado que los cultivos se pudran, mientras cerca de la mitad de los venezolanos no tiene suficiente para comer”, agrega el reportero.
El gobierno instauró un plan de racionamiento del combustible. Como reporta Guillermo Olmo para BBC Mundo, la capacidad de refinar gasolina está minada hace años en Venezuela, por los “efectos de años de mala gestión, falta de inversión y corrupción” de la petrolera estatal PDVSA, escribe, citando a los expertos. La extensión de las sanciones del gobierno estadounidense a las operaciones de PDVSA lo empeoró. Maduro, pone en contexto el periodista, comenzó a importar gasolina a cambio de crudo a través de la empresa rusa Rosneft. El gobierno estadounidense sancionó en febrero a una de sus filiales y a finales de marzo la compañía anunció que cesaba operaciones en el país y pasaba todos sus activos a una empresa que controla el gobierno ruso.
Así que en plena pandemia falta más la gasolina y está racionada.
Y ahora, recuerda Kurmanaev para The New York Times, crece su mercado negro; el famoso combustible más barato del mundo pasó a costar en el paralelo 15 dólares el galón, “más del doble del salario mínimo del país”.
Las fortalezas: solidaridad y resiliencia
Independientemente del régimen y los líderes políticos, los venezolanos y venezolanas han mostrado lo que son capaces de hacer para resistir, continuar y avanzar. Expertos y maestros ya de la resiliencia, han desarrollado iniciativas propias en el ámbito vecinal y local, formas de organización de la solidaridad.
El apagón de varios días de marzo de 2019 fue un punto de quiebre en esta capacidad de capear el temporal y levantarse.
A Víctor, de 49 años, le dieron el alta de la Covid-19 el 2 de abril en Caracas. Le contó a Ibis León, de Efecto Cocuyo, que al principio, cuando se supo de su contagio, algunos vecinos llamaron a Protección Civil para que los sacaran del edificio, aunque estaba aislado en su casa. Pero aparecieron los otros que lo ayudaron. “A los que me ayudaron, si les llega a suceder eso, cuenten conmigo. Vinieron con sus guantes y sus tapabocas a traernos el mercado y nos hacían los favores”.
La iniciativa civil Laboratorio Ciudadano se unió recientemente a la plataforma internacional Frena la Curva, una programa de geolocalización que comenzó en España para conectar a voluntarios con vecinos y vecinas de su zona que necesitan ayuda en sus casas, sobre todo en tareas cotidianas.