El hispanohablante que dedique unas horas a leer el Informe 2016 del Instituto Cervantes no puede sino cargarse de entusiasmo. El crecimiento del español que viene reportándose en los últimos años se ha mantenido, y las proyecciones hacia 2050 señalan que nuestra lengua continuará en expansión. Ahora mismo, 472 millones de personas lo tienen como su lengua nativa. Pero si queremos disponer de un panorama más amplio, entonces hay que sumar los 55 millones que hablan español como segunda lengua: quienes la han aprendido de sus parejas, la adquirieron en hogares donde los intercambios ocurrían en más de una lengua o la han estudiado por motivación profesional.
Estas cifras arrojan, en principio, dos conclusiones: después del mandarín, predominante en China, el español es la segunda lengua materna del mundo y también la segunda en cómputos globales. Entre las lenguas nativas es la que presenta el mayor porcentaje de crecimiento, toda vez que las tasas de aumento poblacional de América Latina son superiores a las de la propia China y a las de los países anglosajones. Otra consideración que cabe añadir: en la actualidad 21 millones de personas están estudiando español en 106 países. La perspectiva es todavía de mayor incremento. Cuando se analizan las tendencias demográficas, el resultado impresiona: para 2050 se espera que 7,8% de la población del mundo hable nuestra lengua. No en balde el Instituto Cervantes habla de “El español: una lengua viva”.
Para quienes no somos especialistas, el informe está lleno de hallazgos. Uno de ellos es la amplia distribución de hispanohablantes en el mundo. Aquí en Estados Unidos somos más de 42 millones. Otro indicador que viene a ratificar la relevancia política, económica, social y cultural de los latinoamericanos en este país que, las más de las veces, nos ha acogido con apertura y generosidad. Sacando a España del conjunto, en la Unión Europea hay 1 millón 400 mil hispanohablantes; 130 mil en Israel; 124 mil en Suiza; 108 mil en Japón; 175 mil en Argelia. Incluso, más de 165 mil en esa pequeña república que es Belice, de donde tan pocas noticias recibimos, pese a ser una de las naciones de nuestro continente. Otra sorpresa que no puedo dejar de anotar: el dato sobre Guinea Ecuatorial, país ubicado en África Central, donde casi 800 mil personas, esto es, más de dos tercios de la población, se entienden en la lengua de Cervantes.
El capítulo 2 del informe despliega una perspectiva de mucho interés: la lengua como activo económico. Un primer titular puede darnos una idea de los múltiples cruces de la información allí expuesta: los hispanohablantes de Norteamérica, es decir, quienes viven en Canadá, Estados Unidos y México, suman 78% del poder de compra. No olvidemos que México es el país más poblado de América Latina, con más de 122 millones de habitantes, muy por encima de Colombia, el segundo en la lista, con más de 46 millones. A lo anterior solo agregaré que la sumatoria aportada por los países hispanohablantes al PIB mundial alcanza 6,4%.
Todo esto explica por qué el español ya es considerado una “lengua de mercado”. Solo la actividad económica alrededor de la enseñanza del español en el mundo, que implica infraestructura, docentes, libros y materiales educativos, softwares y más, movilizó en 2015 un monto superior a los $900 millones. Cuando se revisan los datos disponibles sobre lenguas y uso de las redes, la importancia del español se percibe de manera palmaria: 7,9% de los usuarios del mundo se comunican en nuestra lengua. En las dos principales redes sociales del mundo, Facebook y Twitter, el español ocupa el segundo puesto en la estadística de uso.
Desde muy joven en mi natal Venezuela, por consejo familiar y decisión personal, hice del aprendizaje del inglés una prioridad. Me hice totalmente bilingüe y con ello bicultural, puesto que el dominio de un idioma pasa por sumergirnos en la cultura de la que emana. El inglés era y sigue siendo la lengua de los negocios, el comercio y la economía global, y de allí saltó a desplazar al francés de la tradición protocolar de la diplomacia para campear también en las comunicaciones políticas. Esto es un hecho, pero si se piensan los datos anteriores, desde la realidad de Estados Unidos se hace evidente que el argumento a favor de que la educación pública estadounidense sea bilingüe, priorizando al español como segunda lengua, se sostiene en sólidos fundamentos cimentados en realidades demográficas, lingüísticas, económicas y sociales. Basta con echar un vistazo al estado de cosas del mundo para ratificar la percepción de que el español es, por encima de todo, una lengua cuyos portadores, en su inmensa mayoría, apuestan al diálogo, la paz, el trabajo y al crecimiento de las economías.
Nos leemos por Twitter @lecumberry