Si bien existe una fobia orientada especialmente hacia los astros y el firmamento, nadie puede negar que la imagen absoluta del cielo estrellado en cualquier noche es un gran espectáculo. Más aún si tomamos en cuenta que ese enorme concierto de formas, luces y destellos que nos rodea, también nos compone. Creo que hasta los menos interesados, alguna vez se han preguntado qué es todo aquello. ¿Dónde están flotando los mares, los continentes y las ciudades de Delhi, el Cairo y Chicago ahora mismo? Acoto que al preguntarnos sobre el espacio, estaríamos encarnando a cualquier azteca, fenicio o griego que ante la noche de los tiempos se hizo (quizás en el Mediterráneo o en algún Golfo del mundo) la misma pregunta.
La primera vez que en la escuela se menciona el hecho de que el globo terráqueo “gira sobre su eje alrededor del sol” no se acota que a diferencia del salón y el edificio de la escuela, la tierra no tiene nada debajo que podamos ver y la sostenga. Ese vacío, aunado a que el universo está en expansión genera vértigo en más de uno. ¿Hacia dónde va todo? ¿Cuál es el origen y el fin de ese movimiento? ¿Qué somos en medio de aquello?
Todos estos datos que así vistos parecen aterrar, no son sino información, parte de un gran “todo” que es el cosmos. Curiosamente, para entender mejor lo que ocurre allá afuera bastaría con asomarnos mejor a nosotros mismos, a nuestra composición biológica y genética. Somos el resultado de una historia larga e inmediata en línea regresiva. Esa historia incluye a a Keppler, a Da Vinci, a Roma y al Canal de Panamá. A Sócrates, Heráclito, Mozart y desde luego: a los átomos, la evolución y las estrellas. Al vernos, vemos todo eso. Galileo Galilei y los dinosaurios, las explosiones volcánicas y las eras glaciares que atravesó la tierra. Somos la especie humana. La única con capacidad de desarrollar una inteligencia de la que será responsable en el planeta.
“Llevamos al cosmos dentro, porque estamos hechos de estrellas” dice Carl Sagan en el primer capítulo de la serie Cosmos. ¿Pero qué es Cosmos? ¿Quién fue Sagan y por qué hablaba así del universo y los individuos?
Carl Sagan fue un brillante astrofísico y escritor americano. Prolijo en publicaciones de divulgación científica, ciencia espacial, así como profesor universitario e infatigable entusiasta de la búsqueda de vida extraterrestre. Recibió el Premio Pulitzer y no han sido pocas las obras suyas que han sido adaptadas a las pantallas. Colaboró en el proceso previo a la estructura del guión de 2001: Una odisea en el espacio con Arthur C. Clarke. Pero por encima de todo aquello, su activismo y lo controversial de muchas de sus posiciones, Sagan fue un innovador.
En 1980 se transmitió por primera vez Cosmos, una serie compuesta por 13 capítulos que co-escribió junto a Ann Druyan y Steven Sotter, siendo el propio Sagan el conductor y principal guionista. Sería muy tonto presentar la serie como un espectáculo de física para aficionados. Mucho menos para eruditos. Carl Sagan fue a todas luces un gran pedagogo. Lo que consiguió no fue innovar en la presentación de un programa de ese tipo en Televisión, sino en algo mucho más valioso: la actitud ante el saber. Consiguió con Cosmos plantear una actitud ante el conocimiento. ¿Por qué nos tiene que resultar ajeno saber o entender sobre átomos? ¿Por qué creemos que las explosiones de estrellas son sinónimos de fantasías de cine?
En cada capítulo asistimos a la pasión de un hombre por el conocimiento, por la mente humana, la inteligencia y por nuestro origen. Desde una costa en la que navegan unos comerciantes del antiguo Egipto, pasando por las analogías entre mente, memoria, libros y bibliotecas hasta el incendio que acabó con buena parte de la memoria de la humanidad en Alejandría. En Cosmos se nos invita a descubrir desde la novedad de lo inmediato al universo. De una manera muy sencilla y fascinada, se nos habla de partículas, vida extraterrestre, Magallanes, las nebulosas, los hoyos negros y las cartas de navegación o bien del momento del cálculo del diámetro de la tierra. No es una clase, no es un exhorto ni una orden. La línea que se traza es muy clara: descubrir es descubrirnos.
Toda la serie, que incluye capítulos como “Blues para un planeta rojo” y “Viajes a través del espacio y el tiempo” cautiva por la exposición simple y real del profundo potencial humano del que el astrofísico jamás dudó. Hace treinta años ya proponía la paz y el cuidado del planeta como una demostración de evolución humana y de compromiso con nuestra propia inteligencia. Mucho antes del Protocolo de Kioto y de que el auge de las organizaciones en pro del ambiente existiera. No en vano, en la serie se reducen casi al absurdo (por arcaicas) las intenciones bélicas, de destrucción y aniquilamiento entre los humanos.
Uno de los datos más curiosos de la vida de este visionario fue su pasión por la posibilidad de contacto con vida extraterrestre. Estuvo directamente involucrado con las sondas “Voyager 1 y 2” que transmitían música de la tierra y tenían placas con información de nuestro alfabeto, sistema numérico y formación corporal.
La influencia de este innovador está muy vigente pues a partir del mes de marzo se podrá disfrutar de una nueva versión de Cosmos revista a la luz de las nuevas tecnologías y descubrimientos. La viuda de Sagan (quien fuera guionista de la serie original) y el astrofísico Neil de Grasse Tyson (discípulo de Sagan) son los responsables del nuevo proyecto.
Ha sido tal la importancia de su legado, que el primer capítulo de este nuevo “Cosmos” contará con la presentación especial del presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama.
Tomemos pues, un diente de león y embarquemos hacia la noche de los tiempos en compañía de la pasión por encontrar en nosotros lo que tanto nos deslumbra al volcar la mirada en el cielo: el universo.
IQLatino