Hoy día Transantiago es el sistema integrado de transporte que moviliza a más de 4 millones de personas diariamente y que ha logrado evolucionar y sobreponerse a los errores del pasado.
En el año 2007 la ciudad de Santiago de Chile inició un proceso de renovación de su sistema de transporte público. Se buscaba mejorar y modernizar la manera en que los santiagueños se movilizaban, integrando sistemas de transporte y renovando la infraestructura con la que contaba la ciudad.
El día en que se implementó el nuevo sistema se conocería después como el “Big Bang”. De la noche a la mañana los ciudadanos de la capital chilena se enfrentaron a un cambio radical en la manera de desplazarse. La falta de información, fallas técnicas y, sobre todo, el poco tiempo que se tuvo para implementar el sistema, hicieron de esa jornada un caos. El problema ameritó la disculpa por parte de la entones presidenta Michelle Bachelet quien declararía: “aquí las cosas no se han hecho bien”.
Sin embargo, Transantiago siguió adelante y ahora es un sistema integrado que marcha sobre ruedas, abarcando una flota de 6.000 buses tipo BRT (siglas en inglés para Buses de Tránsito Rápido), cuenta con 100 kilómetros de vías de metro y ha transformado no sólo sus vehículos sino el paisaje y la manera en que el ciudadano interactúa con el transporte, generando una experiencia más agradable para el usuario.
Santiago se suma así a la lista de 11 países y 56 ciudades de América Latina que cuentan con un sistema BRT para el transporte colectivo. El sistema BRT es un sistema de bus mejorado que opera en su propio carril y que combina la flexibilidad de los autobuses con la eficiencia y velocidad de un tren.
“Nuestra visión es optimista pero el desafío es permanente”, asegura Patricio Pérez, director de Transporte Público Metropolitano en Santiago de Chile. Y es que el sistema a pesar de superar las turbulencias del inicio, aún enfrenta retos como lo son la evasión del pago por el servicio. Solo después de ir directamente al terreno las autoridades concluyeron que no todos los casos de evasión eran voluntarios, sino que existen deficiencias en el servicio que contribuyen a dicha situación. El observar el funcionamiento del sistema desde el punto de vista del ciudadano permitió conocer mejor un viejo problema que ahora se busca erradicar.
Otro reto al que se enfrentó el sistema Transantiago fue el financiamiento. Al comprender las necesidades de los usuarios se hizo evidente que existían sectores de la población que se encontraban en desventaja económica y a quienes les resultaba más difícil acceder al servicio. Un claro ejemplo era la población estudiantil. A raíz de ésto y del hecho de que la infraestructura necesaria fue más grande que la prevista originalmente, el gobierno decidió subsidiar parte del proyecto. Más del 40% del costo de operación de Transantiago, alrededor de 700 millones de dólares al año, son subsidiados por el gobierno central.
De no contar con este tipo de apoyo gubernamental, cerca del 40% de las familias más pobres tendrían que destinar 40% de su ingreso al transporte. Este subsidio también apoya a estudiantes y niños menores de 12 años.
La transformación del sistema de transporte estuvo basada en los sistemas integrados de transporte existentes en Brasil y Colombia. Hoy el Transantiago tiene una demanda de más de 100 millones de usuarios al año, lo que ubica a Santiago de Chile como la quinta capital con más demanda de pasajeros anual en América Latina, y la ciudad número 17 de esta región.
El futuro para Transantiago será seguir brindando un servicio de calidad y con infraestructura actualizada que mejore los ambientes urbanos para los usuarios y ciudadanos de Santiago, pero también que integre nuevos medios de transporte que aumenten las alternativas de los usuarios, siempre con el fin de cubrir sus necesidades.
Sergio Sánchez Barrera | @IQLatino