La evolución del modelo postindustrial generado por las nuevas tecnologías va a transformar nuestra sociedad de una manera radical. El paso de la sociedad de la producción a la sociedad de la innovación, que ha puesto en primer plano la gestión del talento, tendrá enormes repercusiones socioeconómicas en los próximos veinte años, afirma el Informe España en el mundo 2033, dirigido por Javier Solana para PWC, realizado a partir de la investigación desarrollada por Ángel Pascual Ramsay y Álvaro Imbernón, director e investigador del programa de Global Risks de Esade-Geo Center for Global Economy & Geopolitics, y que ha contado con la colaboración del equipo de Crecimiento Inteligente de PWC.
En su apartado “La innovación como base de todo”, señalan que situar a ésta en el lugar central va a dar paso a una sociedad muy distinta. Aunque los investigadores no señalen esta tendencia como algo negativo (más al contrario) lo cierto es que su descripción asusta, y mucho.
Según el informe, el mapa laboral, y con él, el geográfico, se concentrará en centros o polos de empresas donde concurrirán los trabajadores altamente cualificados. Estos nodos de innovación acapararán la mayor parte del crecimiento económico, actuando como catalizadores de desarrollo, y se situarán en las áreas urbanas de los grandes mercados. En ese contexto, y aunque la innovación disruptiva de alto contenido tecnológico pueda aglutinarse en países como Israel, Singapur, Suecia o Finlandia, serán las principales ciudades económicas del planeta las que atraigan la mayor parte del crecimiento.
Los que piensan y los que sirven
Estas zonas captarán también a ese pequeño porcentaje de la mano de obra que genere mucho valor añadido, y a su alrededor florecerá un potenciado mercado de servicios culturales, gastronómicos y deportivos orientados a satisfacer las necesidades de esta clase innovadora. El resto, como señala Richard Florida, que será la mayor parte de la fuerza laboral, tendrá que dedicarse a la parte menos llamativa del sector servicios, asegurándose de que esta clase creativa pueda centrarse en realizar correctamente su trabajo mientras los demás realizan las tareas menores.
Los puestos intermedios lo tendrán muy difícil
En esta nueva estructura de la naciente sociedad de la innovación, además de los trabajadores de la producción, que desaparecerán de los países desarrollados, también podrá borrar del mapa a los estratos intermedios, que lo van a pasar muy mal en los nuevos tiempos. Según señala el informe, las nuevas tecnologías de fabricación y automatización como la robótica o la impresión 3-D revolucionarán los patrones laborales, lo que afectará especialmente a los trabajadores semicualificados.
La mano de obra será sustituida por las nuevas tecnologías
Muchos analistas creen que este proceso tendrá mayores dimensiones de las esperadas, y que las nuevas tecnologías van a causar un cambio estructural de grandes proporciones. Según el informe The future of employment, realizado por los profesores de la Universidad de Oxford Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, el 47% del empleo total está en situación de alto riesto, “ya que muchas de sus ocupaciones son susceptibles de ser automatizadas en una o dos décadas”. En una primera fase, la mayoría de los trabajadores del sector del transporte y de la logística, así como los administrativos y, en general, todos los relacionados con la oficina, y los vinculados a los procesos de fabricación y producción, “son susceptibles de ser sustituidos por el capital informático”.
El sector profesional de alto valor añadido tampoco se librará de estos procesos y está sufriendo ya, y de manera sensible, los embates de la informatización. Incluso sectores en teoría poco susceptibles de ser reemplazados por máquinas, como los diseñadores de chips de ordenador, los asesores fiscales o los arquitectos están viéndose afectados por los programas de software.
El informe de PWC señala que otros sectores profesionales se verán afectados por la mejora de procesos, como la generalización de la prefabricación en el caso de la construcción, donde las tecnologías de additive manufacturing –que permiten fabricar productos capa por capa, en lugar del proceso habitual de hacerlo a partir de la sustracción de material de una gran pieza– pueden ser fundamentales. Además, el perfeccionamiento de los bots –programas informáticos que imitan el comportamiento humano y son capaces de ejecutar tareas automatizadas a altísimas velocidades–, podrá reducir sustancialmente la mano de obra en varios sectores.
Las posibilidades de la automatización cambiarán seguro el mundo del trabajo y la única duda es si nos conducirá a un desajuste laboral estructural. Según apunta el informe, no es descartable que en la sociedad de la innovación un subconjunto significativo de trabajadores sufra una degradación de la calidad de sus empleos y de su remuneración. Si en el pasado el cambio tecnológico no se tradujo en un paro masivo gracias a la creación de nuevas profesiones que respondían a nuevas necesidades, no parece que en este caso el progreso vaya a ser positivo para la igualdad de ingresos o para las condiciones laborales de la mayoría de la población. De hecho, concluye el estudio, el cambio probablemente exacerbará las desigualdades salariales y perjudicará fundamentalmente a los trabajadores semicualificados.
Nuevo paradigma: el ganador se lo lleva todo
Según el informe, cada vez más sectores económicos tenderán a asemejarse a mercados globalizados como el musical, con un número reducido de artistas acaparando la mayor parte de los ingresos mientras el resto lucha por sobrevivir. Habrá opciones reducidas para que quienes se centren en la hiperespecialización –buscando el valor añadido–, o en las economías de escala –para reducir precios–.
Adiós a las pymes
Como durante los cinco últimos años el valor de las 100 mayores empresas por cotización bursátil ha aumentado un 45%, alcanzando los 14,32 billones de dólares, el informe asegura que es muy probable que los países con mayor número de pymes tengan más problemas para competir en este mercado. Ese contexto obligará a los gobiernos de los países desarrollados a fomentar empresas de gran tamaño, por lo que, aseguran, los recursos que ahora destinan a las pymes preferirán emplearlos en apoyar la creación de grandes compañías. Las únicas pymes que tendrán opciones serán las de base tecnológica, las especializadas en servicios a grandes conglomerados y las que ocupen un nicho muy específico siguiendo el modelo de long tail.
Los salarios seguirán bajando
La competencia de los mercados emergentes y el desarrollo tecnológico son las teóricas causas, asegura el informe, de que la remuneración de los asalariados como porcentaje de la renta nacional en los países desarrollados haya ido perdiendo peso hasta situarse en mínimos históricos. Y eso es también lo que nos espera en la sociedad de la innovación: los sueldos seguirán bajando en la mayoría de los empleos, al mismo tiempo que el aumento de productividad no terminará por materializarse en subidas salariales en la mayoría de los empleos.
Adiós a las clases medias occidentales
Mientras que las clases medias de los países desarrollados continuarán su declive, ya que sus ingresos y expectactivas laborales están retrocediendo, y las nuevas clases medias de llos países emergentes, como China e India, siguen en ascenso gracias al proceso de globalización, el sector definitivamente ganador de esta época ha sido ese 2% de la población que se ha hecho más rico, en el que quedan incluidos los multimillonarios de EEUU, Reino Unido, Japón, Francia y Alemania y los de países emergentes como Rusia, China, Brasil o Sudáfrica, que acaparan ya la mitad de la riqueza mundial. En las economías más desarrolladas, avisa el informe, también es posible leer este fenómeno en clave generacional. Según Naciones Unidas, los mayores de 50 años acumulan más de la mitad de los ingresos disponibles en EEUU, Japón y la Eurozona.
Estado del bienestar, poco
Como los próximos años Occidente va a destinar el dinero de sus ciudadanos a pagar la deuda y a afrontar el envejecimiento de la población, el informe asegura que el papel redistributivo del Estado va a quedar atenuado, lo que podría relanzar conflictos sociales. Asimismo, es posible que, como afirma un número creciente de economistas, la desigualdad perjudique el crecimiento económico y haga menos estables las expansiones económicas. También perjudicará el crecimiento a largo plazo la incapacidad del Estado y de la sociedad civil para proporcionar educación de calidad a los menos afortunados. Como muestra, la brecha entre los resultados escolares de ricos y pobres en EEUU, que ha crecido más de un 30%. En Asia, el incipiente Estado del bienestar se desarrollará progresivamente aunque en una escala muy inferior al europeo, mientras que en América Latina seguirá siendo objeto de debate político.
Fuente: El Confidencial | @IQLatino