Cura a la adicción cibernética es peor que la enfermedad

La adicción al internet es una realidad, sobretodo en China. Sin embargo, las medidas para curarla parecen haber sobrepasado los límites.

«Es fácil decir ‘Te quiero’ mil veces. Solo tienes que pulsar Control + C y Control + V», dice un adolescente chino a sus compañeros de litera, con un tono neutral que oculta la posibilidad de ironía en sus palabras. Casi con total seguridad practican por vez primera una convivencia con otros chicos de su edad sin recurrir al mundo virtual. Son adictos a internet, como otros tantos millones de compatriotas. Su país, con su competitivo sistema educativo, no está dispuesto a alimentar la existencia de ninis y tiene un par de ideas para enfrentarse al problema.

Un día terminaron entre rejas, en un centro militar enfocado a su rehabilitación. Sus padres les llevaron allí engañados. Les montaron en el coche y les dijeron que se iban a esquiar a Rusia. O les drogaron con las pastillas que el propio centro les había facilitado y ellos despertaron sabiendo que no iban a salir de allí en, al menos, los siguientes tres meses.

Antes de llegar a ese sitio pasaban cuarenta horas seguidas absorbidos en juegos online. Llegaban incluso a llevar pañal para no alejarse de la pantalla ni tan siquiera cuando necesitaban ir al baño. Algunos incluso morían en cibercafés sin que nadie lo notara hasta pasado medio día. Su patología es evidente hasta para quien no es médico. Hace cinco años el número de adictos a internet en China alcanzaba los 24 millones, estimaba la Asociación de la Juventud China para el Desarrollo de la Red (CYAND). En este tiempo se calcula que esa cifra se ha duplicado.

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