Las últimas décadas han visto consolidarse el consenso general en torno a la importancia de la educación para el desarrollo económico y, por tanto, la necesidad de redoblar esfuerzos para mejorar su calidad, y no solo el acceso a la escolarización. Un mundo plano y global, atravesado por las nuevas tecnologías, exige cada vez más a los jóvenes no sólo habilidades técnicas sino también las llamadas “capacidades del siglo XXI” para competir contra otros profesionales de los rincones más remotos del mundo.
Las nuevas demandas del sistema productivo y de creación de valor requieren que los acuerdos y formatos educativos que han sostenido el aprendizaje durante las últimas décadas sean reformulados. No puede ser únicamente un esfuerzo unilateral de los actores formales tradicionales – como organizaciones mundiales de crédito, fundaciones internacionales, o gobiernos- sino que se basa en un consenso más amplio con otros actores –incluidos padres, alumnos, emprendedores y el mismo sector privado- que ya hoy están brindando alternativas para los alumnos de la región.
Educacion 3.0: The struggle for talent in Latin America (Educación 3.0: La puja por el talento en América Latina), el libro que hemos publicado hace algunas semanas, se propone revisar este proceso, aprendiendo de experiencias que buscan mejorar la calidad educativa especialmente sobre la población latina en EEUU y latinoamericana en general. Para ello, además de datos cuantitativos, estudiamos el ejemplo de diversos emprendedores en EEUU y América Latina que ya están trabajando desde hace algunos años en hacer la diferencia tomando riesgos y probando nuevas soluciones.
¿Pero hay un único modelo valido? Es posible prescribir una receta para la reforma que sea igualmente replicable en todos los países? En el libro argumentamos que repetir las viejas fórmulas del pasado no cambiará la educación. Es tiempo de empezar a pensar diferente, a considerar nuevos modelos y a motivar a nuevos actores a involucrarse, especialmente al sector privado con su capacidad innovadora.
Tras una década de crecimiento económico sostenido, América Latina ha visto una expansión histórica de sus clases medias, que hoy demandan más y mejor educación. Un enfoque renovado sobre el capital humano es hoy un imperativo para sostener esa senda de crecimiento dentro de parámetros de equidad. Las pruebas internacionales como PISA están demostrando que la región ha progresado poco en términos de calidad y si los cambios no se aceleran, varias generaciones de jóvenes podrían estar en riesgo, con los consecuentes costos personales, pero también para la sociedad en general.
El sector privado tiene mucho en juego en este proceso. Cada vez más, demanda trabajadores con alta calificación para desarrollar tareas que le permitan mantenerse competitivo en el mercado, pero al mismo tiempo admite las dificultades que tienen para encontrarlos y las debilidades de los gobiernos para proveer soluciones innovadoras. De ahí, su creciente interés en la educación, que se traduce en un renovado impulso a la filantropía pero también a la inversión de riesgo en modelos innovadores de aprendizaje y enseñanza.
En el libro sostenemos que el sector público es un actor necesario y ciertamente estratégico en el proceso. Pero que no está solo en este desafío, sino que tiene la oportunidad de alentar la iniciativa privada y lo que esta sabe hacer mejor: innovar. Los gobiernos pueden contribuir con la fijación de estándares de desempeño y son requeridos como socios del sector privado para escalar aquellas iniciativas que resulten más provechosas para su población. Asimismo, tienen la posibilidad de promover la construcción del capital humano en diversos formatos de cooperación internacional, como ya han comenzado a hacer países como Estados Unidos con China, México o Brasil.
Este libro nació de la convicción de que sin un nuevo espacio de innovación y emprendimiento será muy difícil que América Latina pueda alcanzar a las economías más desarrolladas. Estimular una comunidad robusta de emprendedores que se involucren con la causa promete generar importantes beneficios. Pero los logros tangibles serán esquivos mientras las autoridades y otros actores estratégicos se mantengan al margen. Todos los sectores necesitan unirse para encontrar nuevos modos de asegurar el acceso universal a una educación de calidad para todos los estudiantes. Nuestro propio futuro depende de ello.