La ciudad de Veracruz, México, fue anfitriona los primeros días de diciembre de la Cumbre Iberoamericana, un foro bienal que reúne a los jefes de estado de los países iberoamericanos. El tema de este año fue Iberoamérica en el siglo XXI: Educación, Innovación y Cultura; reconociendo a la educación como un tema prioritario en un contexto de lento crecimiento económico que necesita contrarrestarse con incremento de la competitividad y del capital humano. Sin embargo, asuntos más urgentes ganaron el protagonismo durante el encuentro, que concluyó sin propuestas específicas para atender los desafíos que requiere el desarrollo de ese capital.
Veintidós jefes de estado fueron convocados a la cita, pero hubo algunas ausencias notorias incluyendo a los presidentes de Brasil, Argentina, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba. Desafortunadamente estos países enfrentan algunos de los mayores desafíos en términos de calidad educativa, altos niveles de deserción escolar, y falta de acceso a la educación superior. Sus ciudadanos podrían haberse beneficiado del intercambio de ideas de sus líderes con otros colegas de la región y de Europa.
En la inauguración de la Cumbre Iberoamericana, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto resaltó el rol de la educación para mejorar las oportunidades de los niños iberoamericanos. Lo hizo apoyándose en las conclusiones del último encuentro de ministros de Educación en el que se enumeraron algunas metas educativas concretas, a saber: incrementar los intercambios educativos entre países de la región siguiendo el modelo del programa europeo Erasmus de becas; promover la movilidad académica; y dar continuidad al Plan Iberoamericano de Alfabetización 2007-2015 con el nuevo Plan Iberoamericano de Alfabetización y Aprendizaje a lo largo de la Vida 2015-2021. El presidente Peña Nieto cerró la cumbre comprometiéndose con estas metas, incluyendo la promoción de 40000 becas por año para estudiar en la región durante los próximos cinco años.
A pesar de que estas metas son positivas, mucho más podría y debería haberse hecho. Referentes del mundo político, académico, social y de negocios comprenden las necesidades; sin embargo, pasar de una agenda de objetivos generales a un plan específico de acción es difícil y complejo. Una agenda regional más amplia debería incluir:
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Mayor difusión pública de información sobre la calidad de instituciones educativas de todos los niveles, desde la primera infancia a la universidad, para que padres y alumnos puedan tomar decisiones informadas. Hoy faltan datos de las evaluaciones y del empleo estudiantil post-graduación en América Latina. Compilar esta información y garantizar el acceso a ella puede ayudar a los padres y autoridades gubernamentales a decidir mejor a donde enviar a sus hijos o en qué invertir los recursos educativos para que tengan mayor impacto.
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Priorizar el aprendizaje de inglés en toda la región. Los Gobiernos deberían dedicar políticas y recursos a enseñar tecnologías e inglés a todos los estudiantes. Como muestra el último EF English Proficiency Index, la mayoría de los países latinoamericanos se ubican en los últimos puestos en habilidades idiomáticas comparadas con el resto del mundo –algo inaceptable ya que el inglés es una lengua crítica para la economía globalizada.
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Convertir al idioma español en un activo global. Incentivar a los docentes nativos a enseñar el idioma fuera de la región en EEUU, Europa y Asia, sea de manera presencial o virtual. El español puede ser uno de los principales productos de exportación regionales en los próximos años.
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Enfatizar la necesidad de prácticas innovadoras para elevar la calidad educativa promoviendo un rol activo de emprendedores, donantes, inversores y la sociedad civil. Durante los foros regionales, las discusiones y propuestas son lideradas por actores gubernamentales pero también será necesaria una mayor participación privada si los Gobiernos realmente desean atraer innovación al sistema. Ello demandará un debate renovado acerca del balance entre ambos sectores, regulaciones y evaluaciones.
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Incluir a la educación como una prioridad de agenda en los foros y encuentros regionales, incluidos aquellos dedicados al comercio, la seguridad, o hasta el narcotráfico. La educación debe ser parte de la agenda internacional de América Latina.
Permitir que estudiantes y académicos estudien y trabajen en otros países a través de visas y becas preferenciales es un muy buen punto de partida, pero los gobiernos deberían unirse para difundir prácticas innovadoras y comparar lecciones aprendidas en lugar de marcharse de sitios como Veracruz habiendo acordado políticas aisladas o de única vez. Con suerte, en la próxima Cumbre Iberoamericana de Colombia en 2016 se arribará a acuerdos más profundos e innovadores.
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