El mundo está entrando a la era de la llamada economía del conocimiento. Sector que, como su nombre lo indica, utiliza el conocimiento para generar valor y riqueza. Un ejemplo perfecto es Apple, una de las compañías más innovadoras del mundo ¿Pueden creer que si Apple fuera un país, su producto interno bruto sería mayor que el de Ecuador?
Conscientes del valor de las ideas en la era del conocimiento y a imagen y semejanza de uno de los mayores centros de innovación mundial -Silicon Valley-, varios países latinoamericanos han apoyado la implementación de iniciativas encaminadas a fortalecer los ecosistemas de emprendimiento e innovación.
El gobierno ecuatoriano, por ejemplo, ha creado una “ciudad del conocimiento” llamada Yachay, Chile ha creado Startup Chile, el gobierno colombiano fundó INNPulsa Colombia y el gobierno brasileño ideó Startup Brazil. Sin embargo ¿es posible recrear artificialmente el éxito de Silicon Valley en Latinoamérica?
Para responder a esta pregunta exploraremos los factores fundamentales que han convertido a este valle en el mayor ecosistema de innovación y tecnología del mundo.
Silicon Valley está ubicado al sur de la bahía de San Francisco y debe su nombre al silicio, material semiconductor utilizado para la creación del primer microchip. Microchip al que debemos gran parte de las tecnologías que han cambiado nuestras vidas como lo son las computadoras y los teléfonos celulares. Hoy en día, este valle es hogar de las empresas más innovadoras del mundo como lo son Apple, Yahoo, Google, HP, Facebook y muchos más.
Ante un caso tan evidente de éxito, muchos nos preguntamos qué características hacen de Silicon Valley un ecosistema ideal para la innovación. Aunque la receta perfecta pareciera no existir, muchos analistas coinciden en que los factores fundamentales son tres:
Educación, cultura y acceso a capital de riesgo en Silicon Valley
Silicon Valley se encuentra sumamente cerca de tres de las mejores universidades del mundo como lo son Stanford, Caltech y Berkeley. Estas universidades han sido desde sus orígenes centros de investigación que han atraído a las mentes más brillantes del mundo. No es sorpresa para nadie que esas mismas mentes llamen la atención de empresas sumamente innovadoras.
Un segundo factor característico de Silicon Valley es su cultura única a nivel empresarial y social. Caminando por las calles de San Francisco es evidente que no es una ciudad común y corriente. En San Francisco reinan la diversidad y el liberalismo mental ante las diferencias de género, etnia e ideología. Esta cultura se refleja en el talento creativo que ha invadido la ciudad. En el ámbito empresarial, Silicon Valley se caracteriza por una cultura mucho menos jerarquizada y más arriesgada, dando prioridad a la innovación y abierta al fracaso como instrumento esencial del aprendizaje.
Finalmente, Silicon Valley cuenta con la mayor concentración de capital de riesgo del mundo. En Estados Unidos se invirtieron más de treinta y tres mil millones de dólares en capital de riesgo en el 2015, mientras que en América Latina, que es una región entera, solo se destinaron quinientos millones de dólares a este tipo de inversión. Un tercio de todo el capital de riesgo de Estados Unidos se ha invertido en Silicon Valley.
Educación, cultura y capital de riesgo en Latinoamérica
Más allá de la creación de ciudades de conocimiento como lo son Yachay o iniciativas como lo es StartUp Chile, ¿cómo se encuentra nuestra región en las tres áreas de educación, cultura y acceso a capital de riesgo?
En el ámbito de la educación universitaria, Latinoamérica tiene un camino largo por recorrer ¿Sabías que toda la región representa tan solo 2.4% de la inversión en investigación y desarrollo a nivel mundial? Quizás este dato ayude a explicar por qué a finales del año 2014, la universidad de Sao Paulo fue la primera en representar a Latinoamérica en rangos internacionales, ocupando el lejano puesto 132 y seguida por la universidad Católica de Chile en el puesto 167.
A pesar de ésto el talento no nos falta. Expertos aseguran que muchas ciudades latinoamericanas como Ciudad de México, Medellín, Sao Paulo, Buenos Aires y más cuentan con un gran potencial emprendedor y creativo. Es más, gran parte de ese talento termina emigrando a países en donde pueden dar rienda suelta a su creatividad.
Esos países y ciudades latinoamericanos que proveen tanto talento creativo, también son abiertos a la diversidad. Argentina, Colombia, Sao Paulo y Ciudad de México, por ejemplo, fueron pioneros a nivel mundial en aceptar el matrimonio sin discriminación de género. Sin embargo, la apertura social no se ha traducido en un cambio de la cultura empresarial.
En su último libro Crear o Morir Andrés Oppenheimer hace énfasis en la necesidad que tiene Latinoamérica de crear sistemas legales más tolerantes con el fracaso empresarial. Y es que desgraciadamente nuestra región no tolera el fracaso, un factor que parece ser inevitable a la hora de innovar.
Finalmente, el tercer factor a analizar es el estado del capital de riesgo en América Latina. Según un estudio de la escuela de negocios de la universidad de Harvard el capital de riesgo en Latinoamérica aumentó en un 574% entre el 2010 y el 2013. Sin embargo, esta cantidad representa sólo 0.09% del producto interno bruto de toda la región. A decir verdad, la ausencia de un ambiente propicio para este tipo de inversión no sólo afecta a Latinoamérica sino al resto del mundo. Estados Unidos e Israel, países pioneros en esta área, invierten 0.2% y 0.3% de su PIB en capital de riesgo respectivamente (Datos de la OECD).
A pesar de los grandes retos a los que nos enfrentamos, la buena noticia para Latinoamérica es que hay mucho trabajo por hacer y mucho talento para realizarlo. La revolución de nuestro tiempo que ha democratizado el acceso a la información e incentivado la economía del conocimiento, permitirá el florecimiento del talento latino dentro y fuera de la región.
Gobiernos, empresarios e inversionistas deberán mantener sus ojos abiertos para no dejar pasar esas ideas que vienen y vendrán de los lugares más inesperados. El proceso de innovación en Latinoamérica podrá ser más o menos lento, pero es inevitable.
Marcela Colmenares – IQLatino