Los artistas nómadas de Medellín

Los artistas callejeros le agregan color y vitalidad a las aceras del centro de Medellín, Colombia.

Los artistas nómadas callejeros le agregan color y vitalidad a las aceras del centro de Medellín, Colombia. En un día cualquiera, los transeúntes, acostumbrados al ajetreo del tráfico y al gris asfalto, se sorprenden con su espectáculo.

En la búsqueda de ellos, la “Twittercrónica” de El Colombiano visitó el centro esta semana por recomendación de sus seguidores en Twitter: “El sitio más concurrido por estos artistas es la avenida Oriental con La Playa”, escribió Nancy Arboleda (@Nan_Arboleda21). “En el separador de la Avenida Oriental con Los Huesos también se ubican varios de ellos”, dijo J. G. Yepes (@Yeppeto).

Para allá fueron y conocieron a algunos personajes. Normalmente se ven en los semáforos, en las esquinas y en los andenes, mostrando su talento y ganándose la vida. A cambio de su arte, ellos esperan que el espectador les dé algún dinero para vivir.

De este oficio, Leo Herrera (@leohercar) comentó: “este es un trabajo digno, y una forma de ganarse el sustento desarrollando una actividad artística y cultural. ¡Realmente admirable!”. Hay quienes opinan diferente. “Eso no es trabajar, eso es pedir limosna y obstaculizar el espacio público sin aportarle nada a la sociedad”, opinó don Pedro (@cvstodia).

El recorrido comenzó a las 9 am en la Avenida Oriental de Medellín, donde se encontraron con José Elías Chuquin, quien interpreta con flautas canciones típicas de música andina y baladas.

Hace ocho años Chuquin salió de Ecuador, su tierra natal, para vivir junto con su esposa y su hijo en Colombia. Se ha dedicado a la música y va de ciudad en ciudad. “Muchas de las personas que me escuchan, se detienen y me dicen que les alegré a mañana o que los ayudé a desestresarse con mi música”, señaló.

Para él esta labor trae constantes retos a superar: “Lo más difícil es que las autoridades nos sacan del espacio público y no nos dejan trabajar”. Por eso, se ubica en diferentes sectores y trabaja a diferentes horas del día, dependiendo de factores como el clima y la cantidad de gente que lo vea.

Muy cerca, en la Avenida Oriental con La Playa, vimos algunas estatuas humanas: gente que diariamente adopta un personaje y sale a la calle con el atuendo y la piel pintada. Estas personas pasan horas erguidas y en silencio simulando ser de piedra.

Harlinton Arrieta hace esto hace cinco años y, desde que inició su labor, eligió al minero antioqueño como personaje para interpretar. Para él, la esencia de su trabajo está en tener un toque que lo diferencie de los demás: “Yo me tomo muy en serio lo que hago y constantemente me preparo con ejercicios de respiración, estudio las posiciones y los movimientos, analizo cómo me voy a presentar, y hago un montón de cosas más”. La Pecosa (@PintoretaRosa), en Twitter, afirmó haberlo visto: “Me ha tocado ver a Harlinton desde las 8 am entre la farmacia y el casino, siempre con la mejor actitud”.

En este mismo sector, a las 10:30 am, conocimos a José Ibáñez Ruiz, originario de Urabá pero habitante de Medellín desde hace diez años, el mismo tiempo que lleva dedicándose al trabajo de ser estatua. Mientras se tomaba un descanso para comer,  contó la razón que lo motiva: “no me gusta que me manden, y con este trabajo soy mi propio jefe. Además, me gano la vida honestamente”. Todos los días sale de su casa a las 8 am y trabaja hasta las 6 pm, interpretando a un leñador. Asegura que aunque el suyo no es el trabajo más lucrativo le da para cubrir sus necesidades básicas.

“Es admirable ver la capacidad que tienen para estar tanto tiempo en quietud”, expresó María Arango (@Marango77). “Muy pocos se le miden a ese trabajo” opinó Manuel Reyes (@The_Manuz).

Finalmente, en uno de los semáforos de la Avenida Oriental, conocimos a Mariano Cabal, otro de los artistas nómadas de Medellín, un malabarista argentino que hacía su demostración con tres pelotas y luego recogía dinero. Es un trotamundos que ha logrado costear sus viajes por Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia y Perú haciendo malabares. Como está divorciado y su hija es mayor de edad, viaja con total libertad. En cada país se queda tres meses y luego avanza a otro destino. De Colombia ya conoció ciudades como Ipiales, Pasto, Popayán, Cali y Medellín; sin embargo, dijo: “de todos los países que he visitado, Colombia es de los más caros y en el que más mal me han pagado”.

Fuente: El Colombiano