Comencemos por recordar lo que sucedió en las elecciones del 2008 y del 2012, cuando Barack Obama llegó a la Presidencia y se reeligió para continuar en ella. Su campaña construyó una coalición que sumó cuatros grupos al voto tradicional del partido demócrata, con récords históricos: los afroamericanos, los latinos, las mujeres independientes y los llamados millennials (esto es, el colectivo de menores de 30 años). El entusiasmo de este sector fue, al tiempo que inspirador y movilizador, determinante.
Durante las primarias del Partido Demócrata, ese colectivo, esencial en la coalición que hizo a Obama presidente, se expresó de forma abierta y entusiasta a favor de Bernie Sanders. Pero, ¿con quién están los millennials a esta altura de la contienda?
Una reciente encuesta del New York Times nos da una buena clave: 31% apoya a Hillary Clinton; 26%, al candidato libertario Gary Johnson; 26% a Trump; y 10% está con la candidata de izquierda del Partido Verde, la doctora Jill Stein. Las cifras destacan un importante crecimiento del voto protesta o castigo, expresados a favor de los candidatos minoritarios. Al observar esta tendencia se comprenden algunas encuestas que indican que la lucha se ha estrechado en los promedios nacionales y en algunos estados. No obstante, Clinton mantiene la ventaja en el promedio de sondeos nacionales y en la mayor parte de los estados pendulares y en contención, lo cual le proyecta, a estas alturas, 240 votos electorales de los 270 necesarios para ser electa presidenta, mientras Trump solo suma 126. Quedan, pues, 166 en juego. Cuando las encuestas incluyen las cuatro opciones, el libertario Johnson promedia 8% a nivel nacional y la doctora Stein 3%, pero si se mira por estados, hay algunos en los que Johnson alcanza hasta más de un 20%. En pocas palabras, Johnson no puede ganar en ningún estado, pero su figuración de comodín de protesta tiene un impacto electoral. Johnson tienen un discurso totalmente abierto o progresista en lo social (aboga incluso abiertamente por la legalización de la marihuana), pero ceñido a la narrativa “neoliberal” de libre mercado en lo económico. Stein está más a la izquierda de Sanders, pero su foco está en el tema ambiental. Ambos rechazan el racismo y xenofobia de Trump. En consecuencia, el voto de Johnson y Stein nunca iría a Trump.
El senador Sanders es uno de los políticos más agudos e inteligentes que he visto en muchos años. Su mensaje, la forma de comunicarlo, el estilo directo y amable que despliega ante cualquier planteamiento, son formidables. También es un buen operador en el plano táctico y estratégico. Su forma de jugar en la primaria demócrata garantizó dos cosas: 1) para sus seguidores, que el programa de Clinton y el Partido Demócrata incluyesen sus principales planteamientos, de manera que la propuesta demócrata en esta campaña es la más progresista de este partido en décadas; y 2) al partido le garantizó la unidad, al ofrecer un decidido apoyo a Hillary Clinton… mientras se dé cumplimiento a esa plataforma concertada.
Con los resultados de las encuestas en mano, y acusando recibo del mensaje de su electorado, Sanders ha salido a la calle y a la carga esta semana con un nítido mensaje dirigido a sus seguidores millennials, hoy divididos entre Clinton, Johnson y Stein: “Piensen muy bien antes de emitir un voto protesta”. ¿Por qué? Sencillito: La plataforma o programa de Clinton, y ella en lo personal, nos garantizan lo que hemos venido luchando por conseguir en el campo de las políticas públicas: 1) aumento del salario mínimo a $15 por hora; 2) posibilidad de financiar sin deuda los estudios universitarios, cuando la familia tiene menos de 125 mil dólares anuales de ingresos (83% de la población); 3) defensa y, en lo posible, mejora de la reforma sanitaria de Obama; 4) políticas ambientalistas y energéticas orientadas a revertir el cambio climático; y 5) reforma migratoria con ruta a la ciudadanía para los jóvenes y familias indocumentadas. Enumeradas estas prioridades, Sanders advierte a los millennials que Trump ha respondido de forma contraria a sus intereses, de manera que no es tiempo de jugar a la protesta. “Elijamos a Clinton y luego organicemos el movimiento para asegurarnos de que se cumpla con la plataforma del Partido Demócrata”, les dice Sanders, y se ofrece estar a la cabeza de ese movimiento desde el senado. ¡Bravo, aplauso prolongado para Sanders!
El otro desarrollo vital para cautivar el voto millennial es la pareja Obama en campaña. El presidente Obama tiene 54% de popularidad, y pese a críticas, los números de recuperación económica y avance social vienen mejorando, lo que explica su bien ganado prestigio. Pero si el aporte del jefe del Estado es impresionante y Sanders, al arrimar el hombro, influye también en consolidar la coalición del 2008-2012, el factor Michelle Obama es fundamental. La Primera Dama tiene 66% de popularidad en el promedio de las encuestas nacionales, y su mayor fuerza viene dada por la acogida que tienen en los jóvenes los proyectos sociales que ella lidera. Hilando muy fino, codo a codo con Sanders y Obama, Michelle entró en campaña. Comenzó apareciendo en estos días como coanimadora invitada en el popularísimo programa de Ellen DeGeneres, y el viernes arrancó una gira por las universidades en favor de Clinton, comenzando por el decisivo estado de Virginia.
Hillary, por su parte, regresó bien recuperada de su quebranto, y reapareció en la reunión anual de la Convención de Legisladores Hispanos con un potente mensaje al electorado latino. En cuestión de pocos días, pues, Obama andaba encampañado por el bastión electoral de Pensilvania, Sanders les hablaba a sus jóvenes seguidores de cómo hacer posible lo que se propusieron, a través de una Presidencia de Clinton y no mediante un voto protesta, y Michelle exponía en los campus universitarios cómo su agenda social tendrá continuidad con Hillary. Como decía en Venezuela el narrador y comentarista deportivo Delio Amado León, no se vayan de la sintonía que esto se pone bueno.
A 53 días de las elecciones, el objetivo está muy claro: conquistar el voto de los millennials es fundamental. Con Sanders y los Obama en la brega electoral, Trump la tiene muy difícil, pues en ese segmento cuenta con el rechazo de dos tercios del total.
La clave es reorientar al elector joven de la protesta idealista al apoyo condicionado. Con semejante contingente, con los jóvenes como sustento de una alternativa política, no hay manera de fracasar, ni tampoco de traicionar los compromisos. Esta es una certeza que muchos harían bien en albergar.
Nos leemos por twitter @lecumberry