Que el racismo baja de las fronteras de Estados Unidos al resto del continente no es nada nuevo. Acaso está más naturalizado, diluido en el mestizaje, el llamado ascenso social y los chistes propios del talante relajado de nuestra idiosincrasia
El racismo contra los afrodescendientes se ha potenciado en las plataformas digitales. Este fue el tema central de la discusión, entre el 12 y el 14 de diciembre, del primer taller de la iniciativa digital juvenil afrodescendiente, con líderes de Brasil y Colombia, en Cali. Dentro de la iniciativa Afro Latino Digital 2016, que auspician el Centro de Estudios Afrodiaspóricos, la Universidad de Harvard y Google Brasil.
Porque, recuerda el periódico El Tiempo, Brasil y Colombia son los dos países del continente con mayor población de origen africano, “incluso, superior a la de Estados Unidos”. “El Gobierno colombiano la estima en un 10 por ciento, pero la ONU la estima entre un 25 y un 30 por ciento”, detalla.
“No hay dos mundos diferentes, lo digital es real”, dice un tweet de la antropóloga africana Niousha Roshani, investigadora del Centro Berkman de la Universidad de Harvard, ilustrado con una foto de dos mujeres afrodescendientes que tomaban la palabra durante el taller.
Con lo cual Roshani, una de las invitadas especiales del taller, refrenda lo que publicó, apenas días antes del taller, en su estudio Grassroots Perspectives on Hate Speech, Race, and Inequality in Brazil and Colombia (Perspectivas de base en los discursos de odio, raza y desigualdad en Brasil y Colombia): que la segregación expresada en los medios digitales ha crecido. “En toda América Latina, el discurso en línea y mediatizado digitalmente dirigido a la juventud afrodescendiente ha intensificado el estigma racial ya existente y ha contribuido a la marginalización de los grupos de las minorías, por igual, en los contextos online y offline”.
“El discurso racista no es un nuevo fenómeno en la región. Sin embargo, tal discurso se amplifica con frecuencia a través de las plataformas digitales, incluyendo las redes sociales, y algunos sostienen que su creciente prevalencia pueda estar contribuyendo a la normalización del racismo”, agrega en el extracto del estudio.
Y, según la antropóloga, como dijo a El Tiempo, “en los medios digitales una persona puede tener mucha mayor audiencia, entonces el poder, el impacto negativo que puede tener el racismo digital es mucho más fuerte que el racismo fuera de las redes digitales”.
El propósito del taller de tres días era entonces empoderar a los líderes “en la organización comunitaria efectiva, el periodismo ciudadano y la seguridad digital, mediante el uso de tecnologías”, para contrarrestar estas afrentas.
“Queremos visibilizar sus esfuerzos, que usen la tecnología como medio de resistencia, de participación e inclusión en el mundo; como dicen ellos, ocupar espacios de poder que les han sido negados históricamente y que resistan, más que todo, al racismo digital, un campo poco investigado”, agregó Roshani, quien sigue investigado este tema en el Berkman Klein Center de Harvard, en particular el discurso de los medios y los jóvenes hacia los afrodescendientes de esos dos países, desde la perspectiva política, social y económica.
El resumen de la investigación, basada en entrevistas con líderes de organizaciones sociales y la revisión de la literatura sobre el tema, añade que “mientras el discurso racista en línea es prominente tanto en Brasil como en Colombia, los estudios enfocados en Latinoamérica, aunque han abordado el tema del discurso de odio en línea, son muy limitados”.
“Lo que queremos es crear una red de jóvenes líderes, cuando no hay un tejido social muy fuerte entre una población que está siendo discriminada y excluida, no puede haber una resistencia mayor, entonces, la desintegración es mucho mayor, mucha más violencia. Pero cuando el tejido es fuerte, es mucho más improbable que pueda ser impactada de forma negativa. Queremos crear una identidad afrolatina, no afrocolombiana, ni afrobrasileña, ahora existe, pero en cada país separado, queremos que todos se unan para crear esa identidad joven afrolatina”, completó Roshani en su entrevista con El Tiempo.
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Mientras tanto en México otros académicos trabajan por dar más visibilidad al problema del racismo a en la región y, en particular, en ese país, a través de Integra, la Red de Investigación Interdisciplinaria sobre Identidades Racismo y Xenofobia en América Latina, “una Red Temática de Investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) conformada por un conjunto de académicos y estudiantes que trabajan de manera estrecha con la sociedad civil y las instituciones de gobierno con la finalidad de visibilizar el tema del racismo en México”, según la agencia de prensa de Conacyt.
Su misión es “evidenciar y combatir el racismo y la xenofobia que, estructuralmente insertos en las relaciones de poder, provocan diversos grados de discriminación, marginación, inferiorización y exclusión en las vidas de varios y diversos grupos humanos, y obstaculizan su acceso a la igualdad de oportunidades y al disfrute de sus derechos humanos fundamentales”. Lo hacen a través de la investigación académica, la formación de recursos humanos y la cooperación con organizaciones sociales, líderes comunitarios e instituciones. “Podremos incidir así en los liderazgos civiles, institucionales y políticos; la organización comunitaria; las relaciones sociales; las políticas públicas y la legislación, con el propósito de cerrar las brechas de desigualdad y fomentar no solamente una cultura y prácticas de respeto a la diversidad, sino una cultura y prácticas antiracistas y antixenófobas”, dice la declaración de principios de Integra en su sitio web.
Según Conacyt, las áreas de trabajo de la red son Afrodescendientes y racismo; Bioantropología, raza y racismo; Educación, interculturalidad y racismo; Género, racismo, etnicidad y justicia; Historia, colonialidad, nación e identidades; Migración, racismo y/o xenofobia; Pueblos indígenas y racismo; Violencia, derechos humanos y cultura de paz.
Olivia Gall Sonabend, coordinadora de Red Integra, explica a esta agencia, que las prácticas racistas cotidianas en nuestros países se ocultan tras “diversos mecanismos”, uno de ellos “la diferenciación de clase”. “Se piensa que si tú resuelves temas de clase, le das a la gente más oportunidades en términos socioeconómicos, vas a resolver muchas cosas que derivan de esto. Ni siquiera se pensaba que se llamaba racismo lo que se ejercía”, explica.
Gall es investigadora titular del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ceiich UNAM), y añade que la constitución de México como nación “sobre la creencia de la mezcla interracial”, lo cual ha hecho difícil, en su opinión, identificar las prácticas racistas desde su origen.
“Es la fórmula perfecta para negar que en el país hay muchos fenómenos relacionados con el racismo, que hay incluso un racismo institucional que opera en la realidad y que muchas veces no se quiere y no se puede ver”: el maltrato a los grupos indígenas y afrodescendientes, “de la mano con diversas prácticas de discriminación de clase hacia las personas morenas y pobres”.
“En México, le dijimos minorías étnicas que se asimilen a la nación, pero en el acto de asimilación han tenido que ‘blanquearse’, dejar de ser quien eran sin que nos importe, negando sus derechos, su cultura, su historia e incluso sus cuerpos”, apunta.
Gall afirma que la Red Integra, que funciona en 14 estados de México, en 47 centros de investigación y universidades, “tratamos de incidir en políticas públicas y en políticas sociales, pues no solo el gobierno no tiene claro cómo hacer una política antirracista, sino que la sociedad mexicana tampoco lo tiene muy claro; por tanto, se trata de combinar la lucha contra el racismo con las luchas a favor de otros derechos”. señaló Gall Sonabend.