El consumo global masivo y desmesurado es uno de los grandes depredadores de la biodiversidad del planeta. Dos científicos elaboraron un estudio en el que concluyeron que al menos un tercio de lo que amenaza a las especies de la Tierra proviene “de la producción para el comercio internacional”.
Los productos hechos con aceite de palma y coco, el cacao y el café, o los piensos con los que engordan a los pollos o las vacas en las grandes extensiones avícolas y ganaderas que serán usados como alimento, provienen de superficies en las que las especies salvajes se han extinguido a una velocidad sobrecogedora por obra de la explotación desmedida de estos territorios para la manufactura y exportación.
El País compara a la especie humana como un meteorito “que va a provocar la nueva megaextinción de especies”.
Daniel Morán, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, y Keiichiro Kanemoto, de la Universidad Shinshu de Matsumoto, son los autores de esta investigación que consistió en la elaboración de un exhaustivo mapamundi en el que trazaron la conexión del consumo en la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón con los puntos claves del planeta en el que cerca de 7.000 especies corren peligro de desaparecer.
“Las amenazas a la biodiversidad inducidas por los humanos, como la deforestación, la pesca y la caza excesivas y el cambio climático son el resultado, con frecuencia, de la incursión en los ecosistemas naturales en busca de alimentos y recursos. Uno de los principales impulsores de esta incursión es la producción de bienes para la exportación”, advierte el estudio, publicado en Nature Ecology & Evolution.
La investigación encontró que la huella proveniente de Estados Unidos amenaza directamente especies de puntos de Europa, el Sahel, las costas oriental y occidental de México, Centroamérica, Asia Central y el Sur de Canadá, además del sureste de Asia y Madagascar, “quizás esperados”. Que el impacto en el sur del Brasil es mayor que en la cuenca amazónica, y que la huella de ese país en el sur de España y Portugal es alta y tiene relación “con impactos en un número de especies de peces y aves”.
En la leyenda del mapa se lee: “Las áreas más oscuras indican las tres de puntos de amenazas provenientes del consumo de Estados Unidos, basados en la mezcla de amenazas ejercidas en cada país y la mezcla de productos de exportación enviados a Estados Unidos para el consumo final. Las barras de colores correspondientes a especies terrestres y marinas están a escala logarítmica para mostrar unidades de especies totales, que es la suma de toda la fracción de especies localizadas en este país consumidor”.
El diario El Comercio de Perú, en un artículo firmado David Castro, explica que el mayor impacto del consumo masivo desde Estados Unidos “se da sobre Latinoamérica, principalmente, en México y Centroamérica; seguido por las planicies brasileñas y bolivianas, donde hay una agricultura y ganadería extensiva. También se observa que el efecto es mayor en la Amazonía peruana que en la brasileña. Asimismo, existe una fuere presión sobre las especies marinas de los mares de Nicaragua, Panamá y en la desembocadura del río Orinoco”.
El informe de Morán y Kanemoto agrega que estos efectos han ocurrido de forma muy concentrada.”Para las amenazas impulsadas por el consumo de Estados Unidos, el 5% del área terrestre afectada de forma más intensiva cubre 23,6% de su impacto total en las especies, y en el mar, el 5% más afectado de forma intensiva abarca el 60,7% de los hábitats de las especies amenazadas”.
Mientras tanto, la importación y consumo desde la Unión Europea afecta puntos claves de Marruecos, toda la costa del Cuerno de África desde Libia a Camerún, Etiopía, Madagascar, Zimbabwe, y los lagos Malawi y Victoria. “También notamos la pesada huella de la Unión Europea en Turquía y Asia Central, regiones quizás no conocidas por sus especies carismáticas y sin embargo son importantes áreas del impacto en la biodiversidad que viene de esa zona”.
Por otro lado, los impactos del consumo de Japón son mayores en los mares de Bismarck y Solomon en Papua Nueva Guinea. “Los puntos calientes vinculados con Japón se encuentran en la isla New Britain (donde el aceite de palma, el cacao, la tala y las plantaciones de coco son las industrias dominantes) y en las tierras altas del este de Nueva Guinea; en la Malasia continental y Borno; en Brunei (donde las áreas urbanas e industriales se expanden a hábitats de alto valor); en el desagüe de Chao Piraya de Tailandia; en el norte de Vietnam, y alrededor de Colombo y el sur de Sri Lanka (donde la presión proviene de [la producción] de té, plástico, y de amenazas vinculadas con productos manufacturados enviados a Japón)”
Según la Agencia Sinc, para esta investigación los científicos Morán y Kanemoto cruzaron los datos de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que incluye a 25.000 especies amenazadas con las causas del peligro, y la base de datos Eora MRIO sobre las cadenas de suministro y las industrias, “donde se vincula directamente la producción de bienes en un país con su consumo en otro” . Con ello encontraron el porcentaje de amenaza de determinado país como consecuencia del consumo en otros.
Kanemoto explicó a Sinc: “Por ejemplo, podemos seguir el coste de los árboles en relación a las plantaciones de café, su procesamiento y consumo final. Si una especie en peligro de extinción está amenazada por la tala de árboles, pensamos que el consumo final de madera es responsable de la situación de la especie”.
“Esperamos que las compañías comparen nuestros mapas y sus lugares de adquisición y luego reconsideren sus cadenas de suministro, y trabajar con ellos para empezar a tomar medidas reales”, le dijo Kanemoto, por otra parte, al periodista Javier Salas de El País.
El mapa es una invitación a continuar localizando “de forma específica las causas de estas amenazas”, para que puedan realizarse “acciones expeditas que las remedien”.
“Atribuimos cada amenaza antropogénica a las especies a una o más industrias, y entonces trazamos los productos involucrados en el consumo final en todo el mundo”, explicaron los autores del estudio. “Con todo el perfil geográfico a mano, podemos determinar cuáles países, en cuáles categorías de consumo, amenazan el hábitat de varios puntos clave”. Y pueden identificar también áreas en las que apenas un pequeño número de países producen ese alto impacto. “Identificando las regiones en las que dos o tres países están implicados en impulsar esa presión, podría ser más fácil iniciar una colaboración directa entre productores y consumidores, en paralelo con la cooperación internacional establecida, para mitigar el impacto en la biodiversidad de esos lugares”.