En la sede de la Fundación Carlos Delfino, ubicada en el corazón de la parroquia de La Vega, en el oeste de Caracas, varios vecinos analizan un mapa callejero y resaltan en rojo las zonas de alta incidencia delincuencial en la ruta diaria a sus lugares de trabajo.
Ricardo Amaya, Roxy Contreras, Ismenia García y Nereida Rodríguez son parte del personal docente y administrativo de los cuatro colegios ubicados alrededor de la Plaza Bolívar de La Vega, punto neurálgico para quienes hacen vida en esta parroquia popular del oeste de la ciudad donde conviven cerca de 150 mil habitantes. Hoy participan en un taller de prevención de la violencia convocado por la Fundación Caracas Mi Convive, un movimiento sociocultural que busca fomentar iniciativas para reducir la violencia como un elemento clave para la convivencia, trabajo que hace con redes de apoyo comunitario del municipio Libertador –donde está ubicada, por cierto, La Vega–, el más extenso y poblado de los cinco municipios del Distrito Capital.
El Distrito Capital es la zona de mayor aglomeración urbana de Venezuela. En esta región se registró, en 2016, una tasa de 138 homicidios por cada 100 mil habitantes, lo que la convierte en el tercer estado más violento de Venezuela, y al país, a su vez, en uno de los más violentos del mundo, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).
¿Cuáles vías constituyen un peligro para los transeúntes y por qué?, ¿dónde roban?, ¿dónde secuestran?, ¿por dónde se escapan los delincuentes?, ¿quiénes son sus cómplices?, ¿qué situaciones facilitan el crimen?, ¿la presencia policial podría ayudar?, ¿existe patrullaje? Las preguntas surgen en el mapeo del taller, cuyo fin es la reapropiación del espacio público, tomado ahora por indigentes, drogadictos, ladrones y prostitutas, que han convertido a la plaza en territorio vedado para los transeúntes.
El reto para Mi Convive y sus aliados –esos centros educativos que rodean la plaza–, será desarrollar actividades que permitan disminuir la inseguridad : “Es una ruta larga, que requiere de mucho trabajo en red para la construcción de un tejido comunitario de convivencia y solidaridad”, comenta sobre el reto que se han planteado Giorgina Cumarín, urbanista de Caracas Mi Convive (CMC) y facilitadora del taller.
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Desde su fundación en el 2011, CMC trabaja de forma directa con las comunidades para enfrentar la violencia en la creación actividades y proyectos que permitan disminuir sus efectos en los sectores populares de Caracas, con la meta de que en 10 años “la ciudad salga de la lista de las ciudades más peligrosas del mundo y se convierta en una de las 10 ciudades más visitadas de Latinoamérica”.
La ruta: el diseño de una agenda sociocultural que se desarrolle en el tejido social comunitario, además de una agenda de políticas públicas que se centre en la identificación de puntos calientes tomados por la violencia (grupos armados, delincuentes, puntos de venta de drogas) y la toma de esos espacios con actividades culturales y deportivas por la propia comunidad afectada, como señala Leandro Buzón, sociólogo miembro de CMC, en una entrevista publicada en Contrapunto.
https://www.youtube.com/watch?v=qbI48RFJxe0
En esta ocasión, cuatro representantes de la comunidad educativa de la Plaza Bolívar de La Vega, de los colegios Carlos Delfino, Casa de los Niños El Araguaney, Monseñor Arturo Celestino Álvarez y María Antonia Bolívar, conforman el grupo inicial de trabajo junto con doce estudiantes de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV), quienes diseñarán propuestas posibles de rehabilitación física del espacio público.
En representación de un consejo comunal de La Vega, participan dos líderes comunitarios, Esteban Farías y Yorvi Rodríguez, quienes llevan un camino andado de la mano de Mi Convive. El grupo, de cerca de 20 personas, acude a la cita, que incluye una rápida inspección ocular a la plaza, bajo la advertencia del personal de seguridad de la escuela de evitar sacar teléfonos celulares o cámaras fotográficas. Desde el interior de la institución, les dejan claro que de la puerta del colegio hacia afuera no pueden hacerse responsables por nadie.
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En sus investigaciones, el equipo de CMC ha encontrado que la violencia se concentra en pocos lugares y en pocas personas, lo cual desmonta algunos mitos que forman parte del imaginario colectivo de los venezolanos: “Todos los motorizados son malandros”; “Petare es zona roja”; “todos los barrios son peligrosos”; “la violencia no tiene solución”. Esta información sirve para dar un sustento conceptual al taller, y permite desgranar los tipos de violencia que, desde el acoso individual hasta las bandas armadas, azotan a los caraqueños. Según Cumarín, el acoso, en ciertos contextos o situaciones, puede terminar en violencia serial o interpersonal entre jóvenes; las riñas de las fiestas pueden ser un ejemplo: se generan discusiones espontáneas que terminan a tiros, involucran al menos a un “malaconducta” y, a su vez, generan acciones violentas por parte de las víctimas o de sus familiares a manera de venganza. Las bandas armadas, por otra parte, trabajan en grupo y de forma organizada para sus acciones criminales, entre las que se cuentan el secuestro, la extorsión y el sicariato. Cumarín señala como foco central para el equipo de CMC a la violencia serial interpersonal entre jóvenes, “porque se propaga de manera casi viral, instaurándose en la ciudad y cobrando víctimas a diario”.
Las razones de esta situación son variadas: hogares con madres ausentes, padres inexistentes, el abuso doméstico, la indiferencia por el entorno urbano, la pobreza y la impunidad, entre otros. Es el caso de Miguelón, un joven de San Agustín que cayó en la delincuencia y se salvó, luego de quedar herido de bala durante una riña en una fiesta. “Mi vida cambió. Reflexioné y me dediqué al deporte. Desde allí empecé a motivar a los jóvenes. Perdoné a los que me dispararon. Doy gracias porque, quizá, si no estuviera en silla de ruedas, estaría preso”, comenta en el video testimonial que forma parte del taller.
Ahora, además de ofrecer clases de baloncesto en una escuela en su barrio, Miguelón trabaja con Mi Convive en el rescate de muchachos en riesgo. “Su historia sirve como ejemplo de los jóvenes que este movimiento quiere empoderar para que se conviertan en los héroes de la convivencia ciudadana”, añade en el video Roberto Patiño, fundador de Caracas Mi Convive.
https://www.youtube.com/watch?v=pNx-YxZhS2Q
“La idea es no excluir al joven en situación de riesgo sino ponerlo a trabajar para que canalice sus problemas a través del trabajo comunitario”, agrega Cumarín. La propuesta busca romper con el relato fatalista y enfocarse en propiciar el perdón y la solidaridad. “Si Medellín llegó a tener índices más altos de violencia que Caracas ahora es ejemplo para la región, ¿por qué no podemos nosotros superarla?”
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Ubicados alrededor del mapa, los participantes hacen un recuento en voz alta de los delitos más recientes para responder a las preguntas que plantea su facilitadora: “¿Qué ocurre en la plaza?, ¿por qué es un punto caliente?, ¿en qué horarios ocurren los hechos?”. El ejercicio arroja los primeros resultados: la indigencia está presente desde tempranas horas de la mañana, “cuando entramos a los colegios, ellos están en sus camas y uno tiene que prácticamente levantarlos del suelo y limpiar el espacio por el orine que hay alrededor. La prostitución está presente desde la tarde. El robo no tiene hora estipulada; aparece cuando mejor le parece. El consumo de drogas comienza a partir de la una de la tarde”.
El ejercicio continúa hacia las rutas de escape posibles, los bulevares congestionados, los mercados de calle populares y las calles más solitarias y oscuras, donde reconocen mayor incidencia criminal. La pesquisa los lleva a decretar a la Plaza Bolívar como el foco de acción y a las entradas de los colegios como sus puntos álgidos.
¿Cómo se intervienen los puntos calientes? Cumarín señala el camino a seguir para definir acciones concretas con tiempo de ejecución, lugar, objetivos y responsables dentro de la comunidad. Para motivar a la definición en una matriz de estas acciones programáticas, muestra en un segundo video el documento de la intervención realizada en una cancha deportiva, identificada como punto caliente, en el 23 de Enero, urbanización ubicada en la parroquia del mismo nombre al oeste de Caracas. Con donaciones de pintura, cemento y una semana de trabajo de los vecinos, incluidos algunos jóvenes considerados peligrosos, recuperaron el espacio, que tenía casi dos años deteriorado. “Para CMC es importante identificar a los miembros de la comunidad que son susceptibles de caer en la violencia para incorporarlos a las acciones, jóvenes por lo general entre 12 y 35 años de edad, de sexo masculino, que son los más vulnerables”.
¿Qué podemos hacer en La Vega? El siguiente paso incluye levantar la lista de acciones sobre los puntos calientes. “¿Cómo podemos recuperar la plaza?, ¿con qué actividades?, si queremos disminuir la violencia, ¿a quiénes podemos involucrar para que haya patrullaje?, ¿cómo articulamos este trabajo de manera amena?”, son interrogantes que surgen en medio de una lluvia de ideas en torno a las acciones programáticas a desarrollar desde la comunidad, que incluyen la limpieza periódica, el diseño de la acción de la toma sociocultural del espacio público, en la que también participen la muy antigua Iglesia Santo Cristo, levantada allí en 1568, y la Biblioteca Pública, las ubicadas en el entorno de la Plaza Bolívar.
Además, planean la elaboración de una agenda pública que convoque a las autoridades locales a hacerse corresponsables del problema, con la finalidad de trabajar en red hacia la recuperación de la plaza para la convivencia ciudadana. Esteban Farías miembro de un consejo comunal local, sugiere elaborar una carta que deje constancia de esta situación y entregarla a los entes gubernamentales del municipio, en la que exigen alumbrado, seguridad y limpieza en la zona. También propone involucrar a los consejos comunales.
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A finales del 2016, y como parte de la alianza entre CMC y la comunidad de La Vega, se realizaron las primeras actividades de recuperación de la Plaza Bolívar bajo el nombre “Yo cuido y celebro mi plaza”: hicieron un sancocho comunal, evento que concentró a padres, representantes y vecinos en torno a un buen plato de sopa preparado in situ por un destacado chef de la comunidad, y, además, una jornada de limpieza con patinata en diciembre, que contó con la bendición del párroco de la Iglesia Santo Cristo.
La de ahora será una toma más contundente, enmarcada dentro del mismo programa: la revitalización del espacio público. Para ello convocan a líderes comunitarios de la zona, así de jóvenes en riesgo, tan vulnerables que podrían con facilidad entrar en bandas de delincuentes. “La identificación de estos jóvenes se hace luego de determinar los puntos calientes: les explicamos a los miembros de la comunidad cómo identificarlos y establecemos una agenda comunitaria que especifica a quiénes queremos incluir y en cuáles actividades”, explica Giorgina Cumarín sobre el proceso, que forma parte esencial del restablecimiento de las relaciones de confianza entre los miembros de la comunidad para la restitución del tejido social.
Surge además en el grupo la idea de involucrar a niños y jóvenes estudiantes, al estilo del cuento venezolano La calle es libre (Ediciones Ekaré, 1981) –en el que unos niños reclaman un parque para su comunidad–, en la redacción de una carta dirigida a las autoridades con sus solicitudes. La idea es convocar a soñar y luchar por la libertad del espacio público a los más jóvenes, además de hacerlos copartícipes de la acción de la cual son los principales beneficiarios.
¿Cómo es posible que con cuatro colegios alrededor, una biblioteca y una iglesia la Plaza Bolívar de La Vega esté vacía?, ¿qué acciones, más allá de la toma de la plaza puede la comunidad educativa plantearse?, pregunta uno de los arquitectos de la UCV hacia el cierre del taller. De parte de Mi Convive, una serie de sesiones de trabajo con estudiantes, padres y madres de la comunidad educativa seguirán delineando acciones a futuro para lograr que los casi 2500 estudiantes que allí hacen vida puedan cruzar la plaza sin miedo. Sin embargo, son necesarias acciones sistemáticas y concretas que resguarden la integridad de estudiantes y maestros .“Yo pienso que esta plaza debería cerrarse, al menos de noche, y ver qué pasa”, dice Esteban, líder comunitario aliado de CMC, quien además propone dejar por escrito ante el consejo comunal y la alcaldía que “los miembros de las instituciones que allí hacen vida necesitan con urgencia que los resguarden, que las autoridades asuman su responsabilidad y hagan su trabajo… y que hasta los delincuentes de la zona trabajen para recuperarla”.
Imágenes: Sara Maneiro