Paul Ryan, el portavoz de la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, dijo la frase el viernes ante la prensa, tras anunciar que no reunieron los votos necesarios para derogar el Act of Affordable Health, legado de Barack Obama, para sustituirlo por el American Heath Care Act de Donald Trump. “Vamos seguir viviendo con el Obamacare en el futuro cercano”, admitió Ryan.
La frase sellaba lo que los analistas consideran la mayor derrota de la administración Trump desde que asumió el poder y pone de relieve las divisiones del Partido Republicano. Fracturas que el presidente Donald Trump “no pudo enmascarar”, observan Robert Pear, Thomas Kaplan y Maggie Haberman en su análisis para The New York Times.
Los periodistas recuerdan que, aunque el mayor, este no fue el primer revés del gobierno recién inaugurado. Le han precedido el bloqueo de los tribunales a las prohibiciones de entrar en Estados Unidos a viajeros provenientes de Irak, Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen; la salida del asesor de seguridad nacional de Trump por los vínculos con Rusia; las tensiones con Alemania, Gran Bretaña y Australia y el índice de popularidad del gobierno en bajos históricos
Otra nota de Jennifer Steinhauer, en el mismo periódico, atribuye este gran fracaso a la intervención del Freedom Caucus, el grupo de los congresistas más conservadores del partido. “Forzaron a Trump a los límites de la derecha extrema, como han hecho otros años con otros proyectos de ley. No pudieron obtener un “sí”, y por lo tanto se volvieron dueños de parte de la expansiva ley de salud que estaban tratando de deshacer” (…).
Agrega Steinhauer que el ya polémico proyecto de ley propuesto por Trump se movió cada vez más hacia la derecha, “eliminando demasiados beneficios para mantener los apoyos de los moderados y otros miembros conservadores”. “Incluso se dijo que Trump había sido sorprendido por sus intentos de remover cosas que los republicanos habían prometido durante mucho tiempo que mantendrían, como seguros sanitarios para niños hasta los 26 años”.
Por otro lado, Jared Bernstein, quien fuera economista jefe del ex vicepresidente John Biden, estimó en un artículo para The Washington Post, que los republicanos fracasaron porque “odiaban Obamacare”, pero “nunca lo entendieron”. “No tenían ideas sobre lo que hizo, cómo funcionó, a cuánta gente benefición… o cómo sustituirlo”.
El hecho de que esta ley ya ofreciera cobertura con seguros de salud a 20 millones de personas y a otros millones con la expansión de Medicaid dejó una base difícil de remover.
Para Bernstein, además, el proyecto de ley republicano contaba con un muy bajo apoyo popular, en comparación con el que legó Obama.
Es por eso, escribe Matt O’Brien en otro texto para The Washington Post, que los republicanos tenían prisa por aprobar el American Health Care Act. “En parte, porque el proyecto era muy impopular y se volvió más impopular mientras más conocía la gente sobre él”.
Y, además, el apuro venía, interpreta O’Brien, porque “solo apresurando la reforma de un sexto de la economía de Estados Unidos sin saber exactamente cómo capacitaría a los republicanos a usar la atención médica para allanar el camino para el resto de su agenda, incluida la reforma tributaria” [que empiezan a preparar ya esta semana].
Otra nota de Robert Pear y Michael D. Shear para The New York Times recoge las opiniones de congresistas moderados, republicanos y demócratas, como una oportunidad para que haya una negociación bipartidista que resulte en una nueva ley de salud, que corrija las deficiencias del Affordable Act de la legislación Obama, con acuerdos entre ambas alas del Congreso. Incluso algunos funcionarios de la Casa Blanca apelaron a esta opción.