El 14 de Diciembre de 1989, en Chile, Patricio Aylwin es electo Presidente y comienza la transición hacia la democracia.
Chile venía de 17 largos años en la Dictadura del General Augusto Pinochet. El 5 de Octubre de 1988 el Dictador había convocado un plebiscito para mantenerse en el poder. Los efectos del resultado de dicho plebiscito serían las siguientes:
1) Si ganaba la opción «Sí», es decir, se aprobaba el candidato propuesto, el presidente así electo (que no podía ser otro que el mismo Pinochet) asumiría el cargo el 11 de marzo de 1989, mismo día en que debía cesar el anterior, y por un periodo de ocho años (hasta el 11 de marzo de 1997), entrando en plena vigencia las normas permanentes de la Constitución, salvo en lo siguiente: nueve meses después se debía convocar a elecciones generales de senadores y diputados y, en el entretanto, la Junta de Gobierno seguiría ejerciendo la función legislativa, hasta la instalación del Congreso Nacional. Esta se realizaría tres meses después de la convocatoria a elecciones parlamentarias.
2) Si ganaba la opción «No», es decir, no se aprobaba el candidato propuesto, el período presidencial de Augusto Pinochet se prorrogaría por un año más, hasta el 11 de marzo de 1990, al igual que las funciones de la Junta de Gobierno, y vencido dicho plazo tendrían plena vigencia las normas permanentes de la Constitución. Para esos efectos, noventa días antes de la expiración de la prórroga del mandato presidencial, se debía convocar a elección de presidente de la República y de parlamentarios.
En una campaña admirable contra todo tipo de ventajismo oficialista, y en la que se unió a toda la oposición y disidencia chilena, con arraigo en la sociedad civil, triunfó el NO. Las fuerzas que promovieron y triunfaron con el NO en el plebiscito inmediatamente se abocaron a instalar un proceso de diálogo, no de confrontación, con el oficialismo cuyo único propósito fue negociar mecanismos confiables para abordar la transición exitosa hacia la democracia en medio de una reconciliación y amnistía nacional, a pesar del carácter brutalmente represivo que caracterizó al régimen de Pinochet. Los acuerdos alcanzados se vieron reflejados en el diseño institucional recogido por la nueva Constitución Chilena, ratificada por el pueblo en plebiscito constitucional realizado el 30 de Julio del mismo año 1989, antes de las elecciones presidenciales.
El 14 de Diciembre de 1989 se celebraron estas elecciones presidenciales para las cuales la unidad que se organizó alrededor del NO, bajo el slogan “… la Alegría ya viene …” tenía su estructura y estrategia para presentar a Don Patricio Aylwin como candidato presidencial con el apoyo de una plataforma muy amplia, donde estaban presentes los partidos políticos históricos y de mayor calado social, denominada “La Concertación”.
Patricio Aylwin, quien falleció el 19 de Abril de 2016 a los 97 años, y nacido en Viña Del Mar era un abogado, profesor y político del Partido Demócrata Cristiano. Fue Senador en dos períodos, entre 1965 y 1973, y en 1973, Presidió el Senado entre el 13 de enero de 1971 y el 22 de mayo de 1972. Aylwin era una figura inmensamente respetada y valorada como conciliatoria por todos los sectores de la sociedad chilena.
En la elecciones presidenciales se presentaron además de la candidatura de Aylwin, la de Hernan Buchi, con apoyo de la derecha y sectores oficialistas; y también la de sectores de izquierda no participantes en La Concertación encabezada por Francisco Errázuriz. Ailwyn se impuso holgadamente con el 56% de los votos frente a un 29% de Buchi y un 15% de Errázuriz.
Aylwin fue Presidente de la República de Chile entre el 11 de marzo de 1990 y el 11 de marzo de 1994; e inició con el apoyo de “La Concertación” el movimiento unitario que facilitó la exitosa transición de Chile hacia la próspera democracia que disfruta el pueblo chileno hoy día.
La transición Chilena hacia la democracia es profundamente estudiada e inspiradora. En primer lugar porque ocurre a partir de una derrota electoral (el plebiscito) a un régimen militar que todos anticipaban nunca reconocería un resultado adverso; segundo, porque se hizo posible gracias a una formidable coalición de diversas tendencias políticas, en función de un plan político y económico de largo plazo; y en tercer lugar, porque la transición encontró formas de reconciliación política nacional que tomaron en cuenta las aspiraciones mínimas y aceptables propuestas por el oficialismo, como condiciones para su salida del poder y transitar hacia la democracia.