Cuando llegaron los voluntarios por primera vez en 2012, había en Ciudad Juárez toque de queda de facto. En esta ciudad de Chihuahua, estado fronterizo de México con Texas, en Estados Unidos, en los picos más violentos de la última década hubo 191 asesinatos por cada 100 mil habitantes, los carteles de la droga han sido los amos de la calle y el miedo, el rey.
La violencia continúa. Desde finales del año pasado ha habido un repunte. Pero cuando llegan a Colonia 16 de septiembre, Nueva Galeana y Eco 2000 de Ciudad Juárez los voluntarios de la Brigada de la Alegría los vecinos y vecinas salen a recibirlos. “¡Brigada, Brigada de la Alegría!”, anuncian. La furgoneta entra a los barrios con música. Los niños y niñas corren para pasar las siguientes horas del atardecer jugando con ellos en la plaza, la cancha de fútbol, el parque, los espacios que de otro modo están desiertos. José Ignacio Martínez Rodríguez lo narra así en un reporte para El País.
“Mis padres solo me dejan salir hoy porque viene la brigada, así que espero toda la semana a que llegue este día”. Cuando le cuenta esto al reportero, Alexia, de 11 años, se refiere a los jueves a las 5 de la tarde, cuando juega al fútbol con la Brigada.
La Brigada de la Alegría es una iniciativa de las Misiones Salesianas en Juárez, a través de su asociación civil Desarrollo Juvenil del Norte.
Los juegos al aire libre son fundamentales para activar la alegría en los niños y niñas, consideran. Entre 2012 –cuando comenzaron—y ahora trabajan en 20 barrios donde hay violencia de Ciudad Juárez, durante dos horas semanales de música y juegos que terminan con una merienda. Alrededor de 100 niñas y niños disfrutan de estas actividades.
“En cada lugar buscamos una finalidad diferente. Por ejemplo, en Eco 2000 pretendemos que la gente deje de tener miedo. En la Colonia 16 lo que queremos es atraer a la gente al oratorio; allí se encuentra el más grande y se junta mucha gente para convivencias, tenemos muchos programas y actividades. Tengo un equipo chiquito de voluntarios en cada lugar… Juntos, en la Brigada, además del vaso de leche o de unas galletas que llevamos, creamos un espacio en el que aprovechamos también para charlar. Ahí los niños sueltan las inquietudes o las problemáticas que tienen”, explica Francisco Cervantes, coordinador del proyecto, a Martínez Rodríguez de El País.
“Mi mamá dice siempre que este barrio es muy peligroso; es común escuchar balaceras y algún tiro nos puede tocar a nosotros”, le dijo Alexia al reportero. Alexia no sale de casa ningún día después de que llega del colegio sino los jueves, a jugar fútbol con la Brigada, que es lo que más le gusta. “Mi mamá dice siempre que este barrio es muy peligroso; es común escuchar balaceras y algún tiro nos puede tocar a nosotros. Ayer mismo escuchamos disparos”.
“Muchos niños han visto y vivido cosas que no tenían que haber vivido: violencia en casa, abusos sexuales, tiroteos, hay chavales a los que usan incluso de mula para vender droga”, continúa Cervantes. “De repente un chaval te dice que a su madre la desaparecieron, o a que su padre lo mataron aquí cerquita. Es la parte fea de la Brigada aunque, a la vez, demuestra que sigue siendo necesaria”.