“Yo no sé leer o escribir. Le pido ayuda a ‘Ms Guerra’ para cualquier cosa que yo necesito”. Miss Guerra es la maestra de la escuela Nancy DeBenedittis de Queens, Nueva York. El testimonio es de la mamá de una de las alumnas de Guerra, asistente bilingüe de educación especial en ese centro educativo. “Ella me ayuda”, dice L.S., que solo da sus iniciales en el reporte de Ariel Goodman para Univision Noticias y Propublica.
Goodman cuenta en esta pieza el viraje en el trabajo de Janina Guerra, una inmigrante ecuatoriana que llegó a Nueva York a los 15 años y ahora tiene 32. Hace una década es terapista de esta escuela para niños y niñas con capacidades diferentes para el aprendizaje. Tiene a su cargo estudiantes de cuarto grado, entre ellas y ellos Yaretzi, la hija de L.S.
En poco más de un mes todo se trastocó.
El barrio de Nueva York con más casos de coronavirus se llama precisamente Corona y está en Queens, al oeste de la ciudad. Es el epicentro del epicentro mundial de la pandemia, como bien recuerda Ariel Goodman.
A finales de marzo, 77% de los residentes de ese barrio, que no llegan a 1500 personas, estaban contagiados, informó Kathleen Culliton para Patch. Corona está en el centro de Queens, una zona habitada por cientos de miles de inmigrantes. Annie Correal y Andrew Jacobs informaron para The New York Times que al barrio núcleo del contagio en el distrito se suman otros, los de Elmhurst, East Elmhurst y Jackson Heights, que en su conjunto suman 600 mil habitantes. Con datos del Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad de Nueva York, los periodistas reportan que esos barrios solos sumaban 7,260 casos de coronavirus a principios de abril. Y para demostrar por qué forman el epicentro del epicentro de los contagios muestran estos otros datos: Manhattan, con una población tres veces mayor, tenía en ese momento apenas 3 mil 600 casos más que Corona, Elmhurst, East Elmhurst y Jackson Heights, lo que sumaba 10 mil 860 personas infectadas.
En Queens hay más muertes por Covid-19 que en cualquier otro barrio de Nueva York, según el Departamento de Salud de la ciudad. En toda la ciudad, más de 30% de las muertes eran de hispanos, según registros también de principios de abril.
Y es justo en Corona donde está la escuela Nancy de Benedittis. Los familiares de los estudiantes de Janina Guerra hacen parte de esa porción de la población de Estados Unidos, inmigrantes sobre todo, que en medio de esta crisis no califican para ningún tipo de ayuda federal, viven al día, o sobreviven.
“Es una frustración ver que en el país más rico del mundo, hay una desigualdad tan grande. Me afecta ver cómo la gente sin dinero se puede morir. La vida de la gente no vale si no tiene dinero”, comenta Guerra en el reporte de Univision Noticias y Propublica.
En la alteración que trajo la pandemia, Guerra sumó nuevas obras a las de su oficio de educadora: ahora hace trabajos de asistente social, traductora y soporte emocional. Goodman cuenta en el reportaje que, además de las clases remotas por internet, Guerra conecta a los familiares de sus estudiantes con los servicios fundamentales que podrían recibir del gobierno local.
“Ellos necesitan información real. El reto número uno para la mayoría es la limitación del lenguaje, pero también les paso información sobre dónde conseguir comida, y recursos de migración”, le dice Guerra al periodista.
Entonces, reporta Ariel Goodman, Guerra llena solicitudes en el departamento de Educación de Nueva York para pedir i pads para sus estudiantes, les ayuda a llenar el censo, usa las notas voz del chat de WhatsApp para traducir documentos a las familias, llama a las compañías telefónicas para que el internet llegue a las casas de sus alumnos y alumnas. “Tengo un estudiante que vive en un albergue con su familia. Allí no tienen internet, así que cuando se acaba los datos del celular se acaba el remote learning (aprendizaje remoto) del niño”, dice.
“Es muy fácil para mí empatizar con las experiencias de los padres, porque yo he vivido cosas similares”, agrega Guerra. “Siempre digo lo mismo, son paisanos míos. Muchos maestros no entienden estas cosas. Yo vivía en Corona, Queens, durante los primeros tres años que trabajé en esta escuela, es mi comunidad. Yo pasé por muchas de las dificultades que ellos pasan. Soy inmigrante, y estuve un tiempo sin papeles y sin poder hablar el idioma”, dice Guerra.
Una de las estudiantes de Janina Guerra perdió a un familiar por el Covid-19. Ella se organizó con otra educadora de la escuela para hacer un seguimiento diario de la niña, que tiene un trastorno neurológico, con videollamadas, por las tardes o las noches. Nos enfocamos en calmarla porque nos preocupamos mucho de que le diera un ataque, lo cual terminaría por enviarla al hospital”, dice Guerra.
“Tenemos que pensar lo que está pasando en la vida de la gente, no solamente dentro del aula… Si vamos a meternos en sus vidas a ver si hacen la tarea, también me gustaría poder meternos en sus vidas y darles información”, reflexiona la educadora.
Hace años, los padres de Janina Guerra se jubilaron y regresaron a Ecuador desde Nueva York. Guerra se quedó sola en el país. Viajaba a su tierra natal todos los abriles, pero este año no.
“Lo que más miedo me da es enfermarme mientras estoy sola aquí. Pero a pesar de lo que estoy pasando, viendo lo que mis alumnos están pasando, y viendo lo que el mundo está pasando, me siento afortunada de tener un sueldo todavía, de tener comida y un techo. Me ha hecho valorar más mi vida”, afirma.