Esteban Estévez, de 49 años aprendió el oficio de tapicero a los 16 años, recién llegado a Estados Unidos desde Puebla, del altiplano central de México, de donde es originario. Con los años montó su propio negocio en el Bronx de Nueva York.
La pandemia lo obligó a parar, apunta Associated Press, pero tenían que seguir pagando las cuentas: el alquiler de 6 mil dólares mensuales de los locales, los 1400 dólares al mes de la renta de su apartamento en el que vive con su esposa y su hija menor.
Mientras el coronavirus se expandía en la ciudad, epicentro del contagio en Estados Unidos, Estévez le dio vueltas a su producción. Reconvirtió uno de sus materiales de uso común para la tapicería, el plástico con el que forra las camillas para los consultorios de sus clientes dentistas, en materia prima para productos de protección del virus, continúa AP.
Heriberto Paredes reportó para LadoB que Estévez comenzó el giro de su negocio con protectores individuales para la cabeza, transparentes, con dos orificios a la altura de las orejas. Los llama “gorritos”. Los hizo pensando en los repartidores y mensajeros, que trabajan con un alto riesgo de contagio en esta pandemia.
“Vi un video en el que un doctor estaba explicando que cuando se conversa con alguien prácticamente le baña la cara de saliva, lo único que nos puede proteger de esto es lo que inventé”, le dijo Estévez al periodista.
Resultó que la demanda mayor le llegó de cajeras y cajeros de supermercados, de la zona, pero también de los estados vecinos New Jersey y Connecticut.
Luego llegaron los taxistas. Estévez comenzó a instalar separadores de ese mismo plástico entre el asiento del conductor y los asientos traseros, donde suelen ir sus clientes. Los cose antes en su local y luego los instala en los taxis con alfileres y velcro.
Según el mismo despacho de Associated Press, Estévez atiende ocho taxis al día; cada uno le toma más de una hora de trabajo. Cobra 60 dólares por cabeza.
Frente a su local se hacen cola de taxistas que se han enterado del producto de Estévez por el boca a boca. Los taxis de Nueva York son ahora sus principales clientes.
Heriberto Paredes informa que han sido miles. Estévez le cuenta que su jornada de trabajo de ha alargado: cose el plástico hasta las 11 de la noche y a veces pasa el día entero instalando el separador; los taxistas los buscan a su casa a las 7 de la mañana y lo llevan de vuelta a casa a las 10 de la noche.
“Estoy muy ocupado. Ya lo hago todo por cita. Y estoy llamando a amigos para contratarlos y que me ayuden pero hay temor a trabajar”, dijo, por otro lado, a Associated Press.
La pandemia del coronavirus y la Covid-19 han atacado con más fuerza a los latinos y afroestadounidenses en Estados Unidos. Estévez no quiere poner en riesgo a trabajadores con los que podría contar, según la nota de Paredes para LadoB, porque además son mayores y son más vulnerables.
“Mi familia me dice que es muy riesgoso pero me necesitan en el trabajo y también los taxistas me necesitan; algunos me llevan desayuno. Una taxista me pasó a dejar un buen tanto de té de jengibre, porque me dice que tengo que cuidarme. Pero estoy preocupado, tengo dos locales y tengo que seguir pagando las cuentas que llegan y la renta”.
Con este giro en su negocio, Esteban Estévez ha logrado ingresos estables, aunque menores a los que recibía antes de la pandemia. Gana unos 400 dólares al día, pero con la compra de materiales le quedan de 250 a 300 dólares netos, reporta AP.
Según esta nota, a Estévez le ronda en la cabeza la pregunta de si en el futuro agregará este rubro a su negocio de tapicería de muebles, y si podrá dedicarse a ambos. “Dependerá de lo que quieran los taxistas”.
Todas las fotos han sido tomadas de la cuenta de Facebook de Esteban Estévez