“No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo” dijo Victor Hugo hace muchos años. Me pregunto si finalmente podremos aplicarla al uso de la tecnología en la educación. Internet permite que el conocimiento llegue a todos lados, que los mejores profesores enseñen en cualquier lugar, inclusive llegando a los barrios más pobres de América Latina, donde generalmente no llegan, o en muchos casos ni hay maestros. Pero luego de estos tiempos de tanto zoom y sin escuelas abiertas, ¿Se generará un rechazo a la utilización de tecnologías en las aulas, o más bien se potenciará? No es fácil saberlo.
Los neurocientíficos dicen que, en casos de grandes traumas, o problemas en la vida, uno tiende a querer olvidarse de esos momentos, y no volver a ver a sus conocidos o amigos de esa época. ¿Será lo mismo ahora, que, así como queremos volver a vernos en persona, abrazarnos, a compartir en una mesa, pasará lo mismo con el uso de Internet? ¿Que querremos estar menos en línea, menos conectados, y por lo tanto buscando priorizar la educación presencial?
Los sistemas educativos tienden a resistir los cambios. Han pasado conflictos bélicos, irrupción de nuevas tecnologías como la radio o la TV y otros tantos hechos y, sin embargo, las escuelas han mantenido casi intacto su formato y metodología. Parecía que estaba pasando lo mismo con Internet, al menos a nivel escolar, pero también a nivel universitario. No obstante, la pandemia le ha dado un nuevo valor a las tecnologías para la educación, y el sector privado está siendo parte fundamental de este impulso.
De acuerdo a información que compartió EdSurge en su sitio, el sector de tecnología y educación ha atraído más de 2 mil millones de dólares durante el 2020, subiendo un 30% en comparación con el 2019. La penetración de la educación en línea a contribuido a este crecimiento, y también lo ha hecho la salida a la bolsa de empresas como Coursera, tal vez el oferente de cursos de educación más grande del mundo, con más de 50 millones de estudiantes; o la de Duolingo, la app de idiomas creado por el emprendedor de origen guatemalteco Luis Von Ahn, con una valuación de más de 5 mil millones de dólares y 40 millones de usuarios.
Es una buena noticia para el sector que los emprendimientos, que tienen como misión mejorar la educación, sean interesantes para levantar capital y conseguir inversión privada. Esto, en definitiva, impacta en la necesaria mejora de la calidad educativa, y probablemente aliente a otros inversores y emprendedores a seguir volcándose a la educación.
Algunos SPACS, firmas que cotizan en bolsa con el propósito de levantar capital para hacer pública una empresa privada, están empezando a mirar a la educación como oportunidad, enfocados en emprendimientos en Estados Unidos, como Class Acceleration Corp, Adit EdTech. Ejemplifica esto Nerdy, la compañía dueña de Varsity Tutors, que se hizo pública en febrero a través de un SPAC del fondo de inversión TPG Pace Tech Opportunities, a un valor de más de 1.7 billones de dólares.
Las áreas de interés de los SPACs esta incluyendo programas de upskilling y re-skilling, educación complementaria y suplementaria (antes y después de la escuela), y por supuesto educación superior, que, si bien ya era la más acostumbrada a la educación digital, la pandemia la aceleró profundamente.
¿Pero por qué sigue siendo tan poca la inversión en educación, si pareciera tan evidente que la tecnología puede generar más acceso y beneficios para los estudiantes, especialmente los más vulnerables? Por varias razones. Tal vez la primera es que sigue siendo controversial la participación del sector privado en la educación; aunque los proveedores de libros, bancos, sillas y ladrillos hace décadas son privados. A la vez, es un sector menos abierto a la innovación y a los cambios. El principal proveedor y regulador de los sistemas educativos es el Estado, que a veces por temas ideológicos, y otros empujados por las organizaciones sindicales, no le dan la bienvenida a nuevos proveedores de recursos para mejorar la educación.
Van a ser muchos los cambios que vamos a ver luego de la pandemia, pero si avanzamos en nuevas regulaciones y normativas; también si desde el sector privado y de inversión de impacto surgen más iniciativas que se masifican y muestren su efecto positivo en la educación, contribuyendo a disminuir la incertidumbre y aversión al riesgo que genera cualquier tecnología y cualquier cambio.