¿Está disminuyendo la población?
Los primeros resultados del censo 2020 en Estados Unidos muestran lo que ya era una tendencia generalizada en el resto del mundo desarrollado: la población nacional está decreciendo. Es la primera vez en la historia que la población blanca en Estados Unidos ha declinado. Y se ve también un creciente aumento de la diversidad, donde 4 de cada 10 habitantes son de minorías como hispanos o asiáticos. Esta diversidad en general se veía en los estados con más densidad de población como Nueva York, Massachusetts, o California. Pero en este último censo creció también en estados del Midwest norteamericano como Indiana, Minnesota y Ohio.
A su vez, EE.UU. se ha transformado en un país más urbano, con un crecimiento del 9% de la población en ciudades en los últimos diez años. Nueva York sigue siendo la ciudad más grande del país con 8,8 millones de habitantes, y las 10 más grandes tienen más de 1 millón de habitantes.
Esta realidad nos lleva a un debate muy bien planteado en el reciente libro Empty Planet, the Shock of Global Population Decline, donde los autores Darrell Bricker de Ipsos y John Ibbitson periodista canadiense de The Globe and Mail, hacen una clarísima descripción de la evolución de la población en el mundo, y los riesgos y desafíos de muchos países cuya población está disminuyendo más rápido de lo proyectado. Como ellos señalan, “probablemente la población mundial se estabilice en 9 mil millones de personas en aproximadamente 3 décadas, y comience a declinar. Inclusive en muchos países en desarrollo la tasa de fertilidad es únicamente la de reemplazo o menos”.
Las principales causas de la reducción de la población tienen que ver con la urbanización, el aumento de la productividad principalmente en el campo, en la producción de comida, ya que la agricultura era una de las principales demandantes de trabajo. El empoderamiento de la mujer, que como invariablemente muestran las estadísticas prefieren tener menos hijos. Estas fuerzas habían comenzado a reducir la población únicamente en los países más ricos, pero ahora empezamos a ver el impacto también en los menos desarrollados.
Durante años, comenzando por Malthus en 1798 hasta las Naciones Unidas, académicos, expertos y políticos venían sonando alarmas, algunas de forma dramáticamente catastróficas, sobre que el aumento de la población se seguiría dando durante décadas y que se haría insostenible para el planeta. Ahora pareciera que más bien las alarmas se enfocan en el sentido contrario, en la contracción de la población en todo el mundo, principalmente en los países más ricos. Tanto así, que en muchos de ellos surgen nuevas políticas para fomentar la natalidad, tal vez la más notoria en China donde cancelaron la prohibición de tener más de un hijo por familia. El fomento de la fertilidad, subsidios por el nacimiento de bebés y por cantidad de hijos, programas de financiamiento de licencias por maternidad y paternidad, subsidio a guarderías y programas de cuidado infantiles son algunos ejemplos.
Como lo muestran todas las estadísticas, a medida que aumentan los ingresos las familias tienen menos hijos en términos generales. En muchos países desarrollados, principalmente en Estados Unidos, esta baja de la población se compensaba con enormes flujos de inmigración. Y cuando se rigen por las leyes, la inmigración es generalmente muy positiva para los países, más allá de las críticas ideológicas. Pero el rechazo a la inmigración ha aumentado en los últimos años, con miradas más nativistas y anti-inmigrantes, que pueden ser negativas en el aspecto del desarrollo, pero también en la despoblación de muchos países. Canadá es un ejemplo de inmigración balanceada que ha traído muchos beneficios para el país.
La baja de la población trae todo tipo de desafíos, como los desbalances generacionales en el financiamiento de la seguridad social y la salud o la reducción de la demanda interna. Geopolíticamente las grandes potencias antiguas y actuales tienen poblaciones en crecimiento y expansión. Y la región no escapa a estas realidades. En 1960 la tasa de natalidad en América Latina y el Caribe era 5.9%, ahora es 2.1%, la tasa de reemplazo. En una reciente encuesta de Ipsos a más de 18 mil casos en 26 países que preguntaba cantidad de hijos deseados, la mayoría respondió 2, esto en todos los grupos demográficos, de género, edad, nivel de educación e ingreso. Definitivamente un tema para agregar a los tantos desafíos que enfrentamos en América Latina.