Hace unos días participé de la séptima Conferencia Internacional de Educación de Adultos organizada por la UNESCO, con el foco en “aprendizaje y educación de adultos para el desarrollo sostenible: una agenda transformadora” en Marruecos, donde había más de 100 países representados por sus ministerios de educación. La anterior se había celebrado en Belém, Brasil en 2009, y en estos años se elaboraron 5 reportes con recomendaciones de políticas y agendas de seguimiento y propuestas, alrededor de la calidad y equidad, la educación en ciudadanía, la gobernabilidad del sistema y por supuesto el impacto del Covid en la educación de adultos.
Desde la perspectiva de la diplomacia es bien positivo que se reúnan los países para buscar articular políticas, debatir, discutir y conocer las diferentes experiencias. La coordinación es clave es un mundo interconectado, que si bien parece menos global en algunos aspectos, como las cadenas de producción, se ha globalizado todavía más en lo referido al capital humano y al empleo. La pandemia en muchos aspectos aceleró la penetración de la tecnología, la economía digital y por lo tanto la sociedad del conocimiento. El capital humano, que no hace mucho era algo bien local, que tenía que moverse físicamente para poder agregar valor en otro lugar, hoy es cada vez más un bien transable. Miles de personas trabajan a distancia para otro país, u otro continente, en diferentes lenguajes, sin tener que moverse de su casa. Este fenómeno de trabajo móvil había comenzado antes de la pandemia, dos años después, se exponencia.
Esta realidad demanda todavía más articulación entre los países, definir ciertos estándares sobre acreditación entre instituciones educativas, enfocar en poblaciones más vulnerables, en inmigrantes y refugiados. Estos encuentros también contribuyen a poner temas en la agenda de debate, y a priorizar políticas, como el aprendizaje para toda la vida.
Reunirse permite también buscar ponerse de acuerdo en temas que pareciera que ningún país pudo resolver, como el acceso a más educación para los adultos que trabajan en la informalidad- que en América Latina y África llegan en promedio a la mitad de la población- y la falta de terminación de estudios secundarios y universitarios.
Parecía haber representantes de todos los gobiernos, y de la sociedad civil, pero muy pocos del sector privado, un actor clave tanto en la oferta educativa y en la innovación, pero también desde el empleo. No podemos hablar de educación de adultos si no sumamos al mundo del empleo, empresas de todos los mercados que puedan aportar al debate en términos de las capacidades y habilidades que están buscando, y que muchas veces van por delante de los gobiernos. Participaron Coursera, los directivos de Moodle, y la empresa Aleph, presentando su plataforma Digital Ad Expert.
Durante el evento la Organización de Estados Iberoamericanos, organizó un gran panel liderado por Andrés Delich, sobre estas realidades en América Latina, buscando que los gobiernos de la región sean conscientes de estos desafíos y definan políticas que los resuelvan.
Si bien desde la diplomacia fue muy positivo, no lo fue tanto desde la urgencia de la mejora de la educación. Gran parte de los discursos de los ministerios eran lugares comunes, enunciados con poca posibilidad de llevarse a la práctica. Se enfatizó la educación como un derecho, pero se habló poco de cómo garantizarlo y que además sea de calidad. Muy pocos presentaron resultados concretos, evidencia empírica o sentido de urgencia y audacia para acelerar las reformas necesarias en sistemas educativos que no parecen estar a la altura de los rápidos cambios del mundo laboral. Como el mismo reporte de UNESCO dice: “60% de los países reportó que no logró mejoras educativas entre los adultos más vulnerables, y que las poblaciones rurales y los adultos mayores perdieron acceso a la educación”.
Audrey Azoulay, directora general de UNESCO, planteó una clara visión entre tantos debates: “Les urjo a los gobiernos y a la comunidad internacional que se unan a nuestros esfuerzos para lograr que todos puedan ejercer su derecho a la educación para toda la vida, que no es solo un derecho, sino un activo crucial para enfrentar los inciertos desafíos económicos y sociales, y las disrupciones ambientales y tecnológicas a las que nos tenemos que adaptar permanentemente”. Ojalá que esta conferencia anime a los gobiernos a llevar esta visión a la práctica con políticas e inversiones concretas, y medibles en el tiempo.