Conocida localmente como “la bióloga de los guanacos”, es una de los pocos expertos reconocidos en conservación de la vida silvestre en Bolivia. En las praderas sedientas del sur de Bolivia, sólo el fuerte sobrevive. El guanaco color del polvo, el robusto ancestro salvaje de la mejor conocida llama, es una de estas especies. Y ahora se suman a enfrentar los retos de esta región Érika Cuéllar y sus colegas parabiólogos.
Habiendo completado dos posgrados en Reino Unido, en el Instituto Durrell de Conservación y Ecología y en la Unidad de Investigación de Conservación de Vida Silvestre en la Universidad de Oxford, Erika Cuéllar ha regresado a Bolivia para asegurar la sustentabilidad del legado natural de sus ancestros guaraníes. Como mujer en un ambiente patriarcal, Cuéllar ha enfrentado muchas dificultades para ser aceptada por los indígenas y los ganaderos. Ahora es reconocida y admirada nacionalmente por su fiera dedicación y fortaleza física y mental. Ha fundado dos ONGs enfocadas en la conservación y es coordinadora del Comité Boliviano para las Comisión de la Supervivencia de Especies de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN en inglés).
Cuéllar ha introducido el modelo de los parabiólogos: entrena gente local en Bolivia, Paraguay y Argentina con el fin de proteger la extraordinaria biodiversidad de uno de los últimos ambientes de Sudamérica verdaderamente salvajes, El Gran Chaco. Este ambiente caliente, relativamente inhóspito, tiene el segundo bosque más grande de Sudamérica después del Amazonas.
La campaña de Erika Cuéllar para salvar el guanaco es, en última instancia, un proyecto sobre la conservación de una de las grandes regiones silvestres – el Gran Chaco -, la cual se encuentra bajo asedio por la explotación agrícola y la tala descontrolada. El Gran Chaco es una expansión de praderas y bosque seco vasta y biológicamente diversa. Cuéllar dice que el Chaco no ha recibido la atención que merece de los científicos. Mientras que los investigadores se sienten más atraídos por la región amazónica del norte, el Chaco, que puede parecer desolado en comparación, aloja a una gran variedad de vida animal y vegetal. Cuéllar espera rescatar el Chaco de esta crisis ambiental enlistando a los residentes locales como aliados en su conservación. Su estrategia es prometedora no sólo para esta afligida región y su icónico guanaco, sino también para la forma en que la biología de conservación es practicada en las Américas.
Bajo el tutelaje de Cuéllar, los nativos de la región que antes eran cazadores fueron transformados en conservacionistas capacitados que comenzaron a documentar la situación del guanaco y a abogar por un uso más responsable de la tierra.
Capacitando a la gente local como investigadores, Cuéllar ha hecho que aquéllos que viven más cerca de la tierra sean los responsables de protegerla. Cuéllar ha confrontado varios obstáculos en su lucha por una conservación participativa, incluyendo la resistencia a una mujer tomando un rol tan prominente. Sin doblegarse, bregó por incluir a mujeres en el programa de entrenamiento. “Entre los grupos indígenas, las mujeres han sido tradicionalmente excluidas de ciertos tipos de trabajo. Los cazadores, por ejemplo, siempre han sido hombres. He tratado de incluir mujeres en el programa parabiólogo sin mucho éxito. Sin embargo, hay algunas mujeres jóvenes que quieren ser investigadoras y administradoras de recursos. Ahora hay una mujer parabióloga y otras estudiando estos temas en la universidad local. Así que hay esperanza,” dice Cuéllar.
En sus propias palabras:
“La conservación no se trata sólo de monitorear la vida salvaje o medir árboles. Es altamente política, una lucha constante. Creo que si haces cosas pequeñas a lo largo de tu vida, sí puedes lograr una diferencia.”
“Lo que quisiera ver es a ONGs, gobiernos locales y universidades reconocer que necesitan invertir en capacitación local para aprovechar este recurso humano que tenemos.”
Cruzando fronteras para que su campaña de conservación tenga un impacto, Érika Cuéllar es un rayo de esperanza en medio de la sombría desolación del ecosistema de el Chaco. Su dedicación hacia la conservación de el Chaco basada en la comunidad le ha ganado a esta bióloga de cuarenta años el Premio Rólex. Esto le permitirá expandir su programa de entrenamiento parabiólogo a áreas de el Chaco dentro de Argentina y Paraguay, construyendo una red de ciudadanos trabajando por el medio ambiente y sus icónicas especies. Con una mirada optimista –y decididamente ejemplar-, Cuéllar afirma: “Todavía podemos proteger al guanaco y lo que queda de el Chaco si los tres países trabajan juntos.”
Erika Cuéllar es ganadora del Premio Rolex 2012 por su trabajo ambiental
Fotos: ©Rolex Awards/Thierry Grobet
Traducción Zoe Valery | IQ Latino Twitter @IQlatino