¿Qué lleva más innovación: un tomate o el iPhone 5?

Para innovar hay que fallar pronto, rápido y sin que cueste dinero. El tomate tiene 4.000 años de experimentación tecnológica, desde que era un fruto venenoso hasta ser el protagonista de las ensaladas

¿Qué esconde más innovación, un iPhone 5 o un tomate? Sí, un tomate, ese fruto que todos decimos que ya no tiene ni el color ni el olor ni el sabor de antaño. Quizá el tomate no tenga más; tampoco menos. 4.000 años de tecnología (alimentaria en este caso) para pasar de la primera planta de tomate conocida (y venenosa) hasta el que esta noche completará su ensalada demuestran que la innovación es el motor de la misma evolución.

De la misma manera que un tomate y un teléfono móvil tienen, a priori, poco en común, una psicóloga, un biólogo, un banquero, un profesor universitario, un economista o el responsable de una empresa tecnológica tampoco parecen compartir demasiados puntos de conexión. Pero los tienen.

¿Cuáles son esos nexos? Muchos. El más evidente la ilusión, la pasión con que tratan de convencer que todas las personas tienen un lado creativo, un lado emprendedor y que sólo necesitan un pequeño empujón para dar el gran salto. Como el que dio José Ramón García, que en Santiago de Compostela, España, ha creado Blusens, una compañía de electrónica de consumo capaz de atacar el mercado internacional. ¿Cómo? “Innovando. Innovar no es mandar cohetes a la luna sino hacer un quiosco de pipas diferente” y, sobre todo, “tener una mentalidad global”. Su apuesta, la internacionalización: “Este país (España) da pena. Salir fuera es una necesidad mental y económica”.

La cuestión mental corrió a cargo de Patricia Ramírez. Psicóloga deportiva de alta competición, presentó diez pautas a seguir por todos los emprendedores para “cambiar la forma de pensar“. Un cambio de mentalidad necesario que pasa por una máxima: “no decirle al cerebro lo que no hay que hacer, sino lo que hay que hacer”. Y un cambio de mentalidad que se debe consolidar en la edad más tierna para, como dijo Manuel Campo Vidal, “evitar que un niño entre en el colegio queriendo ser astronauta y salga deseando ser funcionario”.

Pero innovar también es compromiso con los demás: sean clientes, caso del proyecto del BBVA expuesto por David Martín y que busca “un cambio del modelo de negocio”; o sean colectivos con algún tipo de discapacidad. Ahí innova Ángel García, director del Grupo de investigación Softlab (Universidad Carlos III de Madrid) que desarrolla sistemas de subtítulos para acercar a personas con discapacidad al cine o al teatro.

Fernando Trías de Bes fue el encargado de aclarar el camino a recorrer para que el proceso de innovar sea un éxito. Tiene un origen, la creatividad; y un destino, la innovación. Y en su recorrido hay numerosos pasos, pero el más importante es el primero: “Innovar es saber gestionar los errores. Hay que fallar pronto, rápido y sin que cueste dinero. para volver a intentarlo. Hay que despertar la creatividad latente de las personas”.

Una idea fallida, por ejemplo, “una pera con cinco sabores”, dijo Trías de Bes. ¿Es posible? Todo es ponerse. ¿Se acuerdan del tomate del primer párrafo? Su ‘dueño’ es José Miguel Mulet, doctor en bioquímica y biología molecular que se dedicó a derribar los mitos de la alimentación natural. “El pan no es un producto natural. No. Si lo fuera nacería en los árboles”. Tampoco las frutas o los huevos: “La comida la estamos haciendo nosotros a través de la ingeniería genética”. También eso es innovación. y el tomate acumula más de 4.000 años de innovación. Bastante más que el iPhone 5.

Fuente: L.J.R | La Rioja