¿Se imagina una ciudad con electricidad inteligente? ¿Que la compañía que provee el servicio registre a través de medidores especiales cuando el cliente está en casa, cuando usa más electricidad y regule el suministro de esa manera? ¿O un frigorífico que le avise de la fecha de caducidad de los alimentos que contiene? ¿O que las zapatillas deportivas registren “en la nube” las estadísticas de cuánto corre cada semana y a qué velocidad? ¿Y que los inodoros analicen su orina y le recomienden la dieta alimentaria que más le conviene seguir? ¿Qué pasaría si el cepillo de dientes le alertara de cualquier pequeña caries y pidiera por usted cita en el dentista?
De esto y un universo cosas más es de lo que se trata la ‘Internet de las cosas‘ (Internet of things, como se le llama en inglés), un término con el se que denomina al amplio mundo de objetos en casas, oficinas y ciudades que pueden ‘dialogar’ entre sí. La idea es muy simple pero su aplicación es muy difícil.
Según la empresa de redes Cisco hoy hay más de 10 mil millones de dispositivos conectados a internet. Para ponerlo en otras palabras hay más objetos que personas conectados a la red. Para 2020 la cifra superará los 50 mil millones.
No tardará mucho tiempo cuando gozaremos de una Internet más amplia y profunda que la representada por la Web 2.0. Será de escala planetaria, y permitirá por ejemplo que tanto los seres humanos como sus “máquinas” formen parte activa de las redes sociales.
Cuando esa información está íntimamente vinculada a nuestras vidas reales, fuera de la red, surge todo un mundo nuevo de oportunidades con mejores decisiones, servicios innovadores y, también, vigilancia social.
Esta nueva oleada de Internet vinculado a los objetos no se refiere simplemente al futuro. Con su entrada en los hogares acelerando la reinvención sistemática de objetos de nuestro día a día, invita a pensar que tiene sus raíces en el pasado como si de un nuevo Renacimiento se tratara y del que nosotros mismos seremos los protagonistas, una nueva revolución tal y como produjo el descubrimiento del plástico o la reorganización industrial.
En este contexto, ¿por qué y cómo debemos inventar ahora?, ¿cómo afecta Internet de los Objetos a los procesos de generación de las ideas, el diseño y la invención de nuevos objetos? A partir de ahora, cada objeto debería ser capaz de contar su propia historia: su pasado (de qué está hecho, cómo se ha producido y para qué sirve), su futuro (qué características lo hacen diferente, cómo desmontarlo, cómo repararlo, cómo reciclarlo) y, por supuesto, su presente, puesto que será o deberá ser, asimismo, “consciente” de su propia existencia, de su lugar de ubicación, su huso horario… Es decir, todos los objetos podrán conectarse de forma activa y “vivir” como seres humanos como parte de nuestra red social y digital.
Cuando pensamos en el Internet de los Objetos, pensamos en miles de millones de cosas transmitiendo información a tiempo real -o bajo demanda- que puedan ser utilizados para facilitarnos la vida. Esto exige estandarización tanto en la emisión como en la recolección de datos, para que éstos puedan tratarse de manera adecuada.
Pero, si bien la tecnología sigue siendo un pilar fundamental de esta nueva oleada de la propia evolución de Internet, más que nunca será necesario un cambio estratégico en las empresas para generar equipos multidisciplinares conformados por ingenieros y diseñadores retomando la labor histórica de los artesanos del medievo para crear juntos los productos del futuro: sensibles y sociales.
El gran desafío es construir un circuito de dispositivos conectados a una red inteligente que sea confiable, segura y respete los datos y la privacidad de sus usuarios.
Según Hans Vestberg, CEO de Ericsson, las repercusiones de la Internet de las cosas serán considerables: “Si una persona se conecta a la red, le cambia la vida. Pero si todas las cosas y objetos se conectan, es el mundo el que cambia”.
AFN | BBC Mundo – Ticbeat – Muy Interesante – Wikipedia