La tradición dicta que al sector privado se le ha asignado el rol de crear riqueza, al Estado, de repartirla y administrar los bienes públicos mientras que a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y asociaciones civiles, el de representar los intereses de la sociedad civil, la cual representa el destino de los recursos y beneficiaria de este orden estructural, refiere un reciente informe especial publicado por la revista Empresas & Negocios de la Cámara de Comercio.
Actualmente, debido al fenómeno de la globalización, este sistema ha replanteado su estructura exigiendo mayores retos por parte de sus actores. Es así que al sector privado se le exige mayor participación en las tareas del desarrollo; la sociedad civil y sus representantes piden participación y autoría de su propio desarrollo; al mismo tiempo que se reconoce que el Estado debe asumir un rol más activo.
Por esta razón el tema del siguiente informe se concentrará en el primer actor, el sector privado y cómo puede ser más partícipe en el desarrollo de la población a través de la aplicación efectiva de una política de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), desde el testimonio de sus principales protagonistas.
“La Responsabilidad Social Empresarial es una filosofía de gestión del negocio, que permite generar valor a la empresa, gracias a acciones estratégicas con enfoque transversal a todas las áreas del negocio. Representa una visión de negocio a largo plazo ya que eleva la competitividad, reduce riesgos y mejora la reputación de la empresa”, señala Martha Hurtado Hurtado, gerente general de la Fundación Banco de Comercio, en diálogo con Empresas & Negocios.
De este modo, las empresas modernas comprometidas con la RSE generan valor en la comunidad donde se desarrollan, interactuando con sus públicos de interés tanto a nivel interno (directivos, empleados y familias) como externo (proveedores, clientes y comunidad local). Y en palabras de la especialista, “para ser exitosas, las empresas deben ser conscientes del impacto positivo que tienen sus políticas de responsabilidad social sobre sus públicos”.
Y en este punto coincide Juan Carlos Blanco, gerente general de Western Union Perú, quien refiere que las organizaciones, mediante su gestión empresarial, tienen la opción de generar un desarrollo sostenible para su negocio y grupos de interés. Es así que la correcta aplicación de una política de RSE no solo logra efectos positivos a nivel externo sino también en el público interno de una compañía.
“Las empresas además de desarrollar proyectos o programas de responsabilidad social, mantienen procesos de consulta permanente con sus grupos de interés, permitiéndoles identificar oportunidades y mitigar riesgos; una cultura organizacional proactiva que sin duda implica un gran despliegue de sus recursos humanos, pero repercute positivamente en las buenas relaciones con los stakeholders, un buen clima laboral y permite optimizar recursos a largo plazo”, indica.
Bajo estos conceptos, ¿cómo deben concebir las organizaciones la aplicación de una política de RSE?, ¿representa una inversión o un sobrecosto? De acuerdo con Hurtado Hurtado, las acciones de RSE no son altruismo, ni patrocinio, ni donaciones, entre otros, que se caracterizan por ser cortoplacistas y sin sostenibilidad.
“Las acciones de RSE se constituyen como una inversión que además de generar rentabilidad económica genera rentabilidad social. De este modo, no es un costo, es una inversión de retorno a mediano y largo plazo”, sostiene.
En este aspecto, cobra fuerza la palabra competitividad, que de acuerdo al Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), la define como “la capacidad que tiene un país para lograr altas tasas de crecimiento, por lo que es necesario desarrollar un clima económico, político y social que le permita incrementar la productividad de sus factores de producción”.
Aterrizando este término a nivel empresarial, se entiende que una organización es realmente competitiva cuando ha aplicado un modelo de gestión sostenible y políticas efectivas de responsabilidad social, como lo refiere Jorge Melo Vega Castro, gerente general de Responde, empresa consultora en sostenibilidad.
“La responsabilidad social aplica para cualquier organización que quiera tener una gestión con indicadores que revelen cómo impacta positivamente o negativamente sobre sus públicos y principales grupos de interés”, señala y advierte al mismo tiempo que una correcta aplicación de políticas de RSE, transmite confianza y transparencia, generando así conciencia corporativa en los ciudadanos.
Melo Vega Castro sostiene que existen empresas que han empoderado tanto a sus públicos convirtiéndolos en ciudadanos corporativos, es decir, mejores consumidores y fiscalizadores de toda acción proveniente del ámbito público y privado.
“El ciudadano corporativo está estrechamente ligado a responsabilidad social empresarial, pues su esencia nace del mismo objetivo, buscar reintegrar a la sociedad beneficios por las ganancias o logros percibidos en un periodo de tiempo”, manifiesta el especialista.
En ese sentido, las ONG, asociaciones civiles y fundaciones pueden ayudar a las empresas a dar un paso hacia delante y alejarse de la filantropía tradicional hacia un comportamiento de ciudadanía corporativa con componentes más estratégicos, hechos a la medida de las características específicas de cada localidad.
Según este panorama ¿es necesaria una regulación en materia de RSE? Hurtado Hurtado considera que sería importante que la hubiera, ya que de esta forma se podría evitar la duplicidad de intervenciones y más bien permitiría complementar acciones para la implementación de proyectos con mayor impacto social y mayor número de beneficiarios.
Al respecto, Rossana Sisniegas, supervisora de Bienestar Social del Departamento de Recursos Humanos del JW Marriott Hotel Lima, indica que los proyectos y acciones de RSE se basan en acciones voluntarias, en el consenso y la apertura, por lo que el resultado es un compromiso positivo, en vez de una obligación restrictiva.
“Es importante buscar una normativa para contribuir a una mayor toma de conciencia y a una mayor observancia de la legislación y regulaciones existentes. Por otro lado una regulación puede ser la clave para solucionar una responsabilidad social deficiente”, explica.
Fuente: Terra