¿Botaría usted a la basura oro, plata y otros metales preciosos? Probablemente, no con intención. Pero si usted ha tirado a la basura un teléfono celular viejo sin darse cuenta de que contiene una gran cantidad de metales reciclables, no está solo: los estadounidenses promedio desechan un teléfono móvil cada dos años, y solo uno de cada diez de dichos teléfonos es debidamente reciclado.
A pesar de que el valor de los metales que hay dentro de cada teléfono es bajo, la enorme cantidad de celulares que acaban en los botaderos o incineradoras – en el 2010, fueron 135 millones de unidades solo Estados Unidos, según la Agencia de Protección Ambiental– equivalen a millones de dólares en recursos desperdiciados.
Debido a que la búsqueda de teléfonos móviles en botaderos es cara e ineficiente, los consumidores necesitan incentivos más convincentes para reciclar sus antiguos dispositivos. Y un depósito de dinero obligatorio sobre los celulares podría proporcionar tal incentivo.
A pesar de que ciertas agencias de recolección en Estados Unidos ofrecen dinero en efectivo a cambio de celulares antiguos, pocos saben de la existencia de dichos negocios. Y quienes sí saben de ellos, difícilmente invierten el tiempo y el esfuerzo necesarios para encontrar una agencia y desplazarse hasta ella.
Por el contrario, recuperar un depósito de, digamos US$ 25, podría ser un incentivo mucho más atractivo. Si se exige que el depósito sea abonado en el momento de la compra, se aumentaría la toma de conciencia sobre el valor intrínseco del dispositivo. Aún más importante es el hecho de que una mayor cantidad de dinero haría que el esfuerzo de devolver el teléfono valga la pena para una proporción mayor de la población, independientemente de si dichas personas se identifican o no con causas medioambientales.
Lo cierto es que las personas tendrían una menor inclinación por mantener dispositivos antiguos guardados si su propio dinero está vinculado a dichos aparatos.
Un sistema como el descrito probablemente generaría cierta resistencia y los fabricantes de celulares argumentarían que, al aumentar el costo de sus productos, el sistema de depósito podría socavar la demanda.
Sin embargo, sus ganancias están en juego de cualquier manera: si las personas siguen echando a la basura recursos valiosos, con certeza se puede afirmar que los precios de los teléfonos móviles –por no hablar de los precios de otros dispositivos electrónicos – se van a elevar.
Esto ocurre porque el problema de la basura electrónica se extiende más allá del despilfarro de los metales. La minería y la manufactura de metales son procesos costosos y de alto consumo energético; además, frecuentemente son procesos ecológicamente destructivos. La fundición del mineral de cobre, por ejemplo, consume el doble de energía que el proceso de reciclaje del cobre.
Además, las baterías de los celulares contienen sustancias tóxicas, incluyendo metales pesados como cobalto, plomo y zinc. Si el dispositivo se incinera o envía a un botadero, estas sustancias pueden filtrarse a la tierra y pasar a las aguas subterráneas, lo que perjudica gravemente a la salud humana y al ambiente.
De manera similar al sistema de depósito que ha permitido que Alemania reduzca sustancialmente el vertido incontrolado de las altamente tóxicas baterías para automóviles, tal sistema podría ayudar a mantener las baterías de los teléfonos móviles fuera del flujo de desechos.
De hecho, los sistemas de depósito han demostrado su eficacia en la promoción del reciclado de una amplia variedad de productos. En muchos países, los consumidores pagan un pequeño depósito sobre las botellas de vidrio y sobre las latas de aluminio. La introducción de un sistema de depósito para botellas de plástico en Alemania aumentó significativamente la tasa de reciclaje del plástico.
Un depósito sobre los teléfonos celulares podría ser el primer paso hacia un sistema más amplio dirigido a todos los productos electrónicos de consumo, más de la mitad de los cuales no son reciclados adecuadamente.
Si se toma en cuenta que los dispositivos grandes, como televisores y computadoras, contienen aún más metales preciosos, es vital implementar un sistema eficaz para fomentar su correcto manejo al final de su vida útil.
Por supuesto, se tendrían que resolver una serie de interrogantes prácticas antes de la introducción de un sistema de depósito para teléfonos móviles. Por ejemplo, ¿qué se debe hacer con los celulares sobre los que no se abonó un depósito, ya sea porque ya estaban en circulación cuando se puso en marcha el sistema de depósito o porque se compraron en el extranjero?
Un sistema de depósito para teléfonos móviles podría promover el reciclaje, reducir la explotación minera, conservar recursos y limitar la basura tóxica.
Si esto es así, entonces, ¿por qué los responsables de la formulación de políticas no conversan entre ellos para cerciorarse de que se implemente un sistema como este?
Fuente: Artículo de Matthias Weitzel y Christine Merk publicado originalmente en La Nación (CR)