“Las escuelas tradicionales seguirán existiendo y la abrumadora mayoría de los niños seguirán asistiendo a ellas, pero pasarán a ser centros de enseñanza personalizada a través de contenidos interactivos en lugar de clases con pizarra, manuales y calificaciones. En el secundario y primario, cada niño tendrá una computadora para trabajar a su propio ritmo en programas personalizados; que serán provistos a través de la tecnología, adaptados a sus necesidades y fortalezas”.
¿Es este escenario de ciencia ficción? ¿Puede volverse realidad alguna vez? ¿Y si lo hiciera, mejoraría la calidad? Cuál sería el rol de los maestros?
Ron Packard se refiere a estas preguntas en su último libro Education Transformation. En particular, resalta cómo la tecnología puede proveer alternativas educativas valiosas, especialmente para estudiantes de bajos ingresos en comunidades con escuelas vulnerables.
A pesar de que Packard escribe sobre Estados Unidos, sus argumentos son bien válidos para la región. Como me dijo en una entrevista reciente, “En América Latina, la educación online puede generar un cambio importante, en particular en lugares remotos en los que la infraestructura educativa es más costosa”.
En efecto, la expansión de la enseñanza online puede ayudar a miles de escuelas de la región en las que los niños de distintas edades aprenden juntos debido a la falta de maestros y otros recursos. La personalización del contenido permite que cada estudiante pueda progresar en su propio nivel y ser distribuido a un costo bajo. Se puede beneficiar a los estudiantes que abandonan la escuela, al atleta que no puede cumplir con horarios tradicionales, al estudiante talentoso pero que se aburre, y a los niños con necesidades especiales de todo tipo. Todos ellos pueden estudiar –y progresar- a su propio ritmo.
La educación es uno de principales sectores de las economías latinoamericanas, pero las nuevas tecnologías aún no han tenido mucho impacto. Como con la salud y otros servicios públicos, la educación se encuentra rezagada en comparación con sectores como la industria, los servicios, y el consumo masivo a la hora de adaptarse y aprovechar las ventajas del avance en productividad y disrupciones propias de la “sociedad del conocimiento”.
Paradójicamente, esos avances tecnológicos aún no se han difundido en el sector más crucial en la preparación de los ciudadanos para los desafíos y oportunidades de esta sociedad del conocimiento. Como dice Packard, “las escuelas no han incorporado de un modo adecuado las ventajas de la tecnología para la difusión de información, la comunicación, y conformación del aprendizaje. El uso deficiente de la tecnología ha dejado rezagada a la educación en relación a los avances productivos que ha hecho la economía en los últimos veinticinco años”.
Pero Packard ofrece más que un análisis teórico del tema. Por más de una década ha implementado con éxito sus ideas como CEO y fundador de K12, el proveedor de educación online más grande de Estados Unidos. Fundada en 1999, K 12 ha trabajado con más de 2000 distritos educativos, en 70 países. Tampoco es un extraño para América Latina, habiendo vivido tres años en Chile y viajado por casi todos los países de la región. K12 sirve a miles de estudiantes en escuelas latinoamericanas, que usan sus programas para complementar sus currículas.
Packard pronostica un crecimiento del rol de la educación online en la región. El emprendedor chileno Carlos Ortiz, un pionero en tecnologías educativas, fundador de KalaKai, coincide con él. “La tecnología está cambiando el modo que enseñamos”, argumenta Ortiz, “la mayor oportunidad que nos brinda es reconocer la diversidad de métodos de aprendizaje, y poner al estudiante en el centro de la enseñanza. En este sentido, la tecnología es un catalizador de la democratización de la educación”.
Otros innovadores concuerdan con esta visión y están ofreciendo nuevos modelos de educación para estudiantes y maestros en América Latina. Educabilia, Educatina, Competir.com son buenos ejemplos, o la Fundación Carlos Slim que se ha asociado con Khan Academy para proveer sus contenidos en español.
“Nuestro sistema escolar no funcionará como debe hasta que podamos ofrecer distintas opciones para cada estudiantes, según sus capacidades e interés” concluye Packard. La educación virtual es una opción más para considerar entre otras. No será la mejor para todos, pero está claro que el modelo único, vigente hoy en día, dejó de ser una opción si queremos que nuestros hijos estén preparados para el siglo XXI.