¿Qué somos? Una vieja pregunta que ha acechado a la humanidad. Hasta ahora científicos, poetas, filósofos y religiosos han intentado responder con su inspiración, su pensamiento y su fe o simplemente con su imaginación. La novedad es que esta definición ahora está siendo atendida por ingenieros.
Miren a Henry Evans un exitoso profesional y padre de cuatro que, como consecuencia de un ataque sufrido por un defecto genético que desconocía, a los 40 años quedó cuadrapléjico y mudo. Apenas mueve la cabeza y un dedo, lo suficiente para comunicarse con una computadora que le permite operar vehículos no tripulados. Específicamente ha aprendido a operar un pequeño drone (aunque los fabricantes prefieren llamar a estas naves sin piloto de uso civil simplente UAV, por ummaned aerial vehicle) y un robot.
Estos aparatos tienen cámaras de alta definición que les permiten a Henry observar su entorno. Aún más, el robot PR2 desarrollado por Willow Garage le hacen posible tener una presencia fuera de la cámara en la que permanece su cuerpo inmóvil e interactuar con lo que le rodea o participar en conferencias a kilómetros de distancia.
Henry incluso ha podido atender sus propias necesidades como afeitarse la barba y rascarse la nariz. Un programa y un equipo con un teclado especial traduce sus pensamientos y muestra su rostro en un monitor que hace las veces de cabeza.
Junto al profesor de robótica Charlie Kemp del Georgia Tech, Henry fundó Robots para la Humanidad donde están desarrollando la tecnología para convertir a los robots en alter egos de personas que como él tienen graves dificultades para moverse.
“La sensación de movimiento y de control, lo que me ha brindado esta tecnología es una nueva vida”, nos dice Henry. Además de esa capacidad de explorar el mundo a voluntad, ha recuperado la posibilidad de hacer nuevas memorias y tener una vida con su familia fuera del ámbito de su cama.
¿Qué es Henry? ¿Su telepresencia integrada a un robot? Acá la ingeniería se encuentra con la filosofía oriental. No somos este cuerpo, diría un monje tibetano. Evidentemente Henry no necesita su cuerpo, sus brazos ni sus piernas para ser él. Un cerebro vivo y sano, integrado a unos gadgets de alta tecnología que le permiten crear nuevas experiencias y recuerdos en su mente (además de movilizar una causa) es lo que siente como su vida.
Ray Kurzweil el inventor y futurólogo estadounidense que dirige el departamento de Ingeniería de Google, ha sostenido que “el software” o los programas que hacen funcionar nuestro cuerpo evolucionaron a lo largo de milenios y en circunstancias muy distintas a las que vivimos hoy.
Esos programas están obsoletos y lo que se ha planteado Kurzweil es la necesidad de hacerles un upgrade. Por ejemplo, un gen receptor de la insulina grasa en esencia es un programa que ordena al cuerpo mantener las calorías que consume porque la próxima cacería puede no ser tan exitosa o el invierno puede ser muy largo. Un programa muy eficiente pero para una época que la civilización dejó atrás y que Kurzweil considera útil descontinuar. Esta es una versión tecnológica de la evolución que Google está dispuesta a financiar, explorar y explotar.
Kurzweil ha predecido la desaparición del computador y su integración en lo que vestimos, en lo que somos.
¿Qué hace falta, además de tiempo, para que la capacidad de los robots, la velocidad de procesamiento de datos y la lectura del pensamiento con una futura generación de artefactos como google glass se integren para generar un nuevo concepto de lo que es ser humano?
En esta interrogante se encuentra la clave de toda próxima innovación que sea digna de llamarse tal.
ROGER SANTODOMINGO | @CodigoRoger