Durante décadas, América Latina ha estado presente en la política exterior de Estados Unidos, aunque a veces pareciera que sin un preciso entendimiento de la complejidad y los potenciales de la región.
Mientras el gobierno estadounidense intenta comprender a sus vecinos del sur, en esas tierras ocurren cambios vertiginosos: los nuevos patrones de migración, maneras de abordar el cambio climático y movimientos sociales que recogen las necesidades de sus habitantes.
El pasado mes de junio se celebró la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, cuyo punto álgido fue la ausencia de países de gran peso en la región, como Cuba y Venezuela, quienes no fueron invitados por considerarse que sus administraciones actuales no son democráticas.
Tampoco estuvieron presentes Honduras, Guatemala y El Salvador, países con los cuales EE. UU. tiene pendientes sensibles asuntos, especialmente migratorios.
El presidente de México, Luis Manuel López Obrador, no asistió en solidaridad con los países excluidos; aunque la nación azteca envió una representación. Nicaragua, Honduras y Bolivia adoptaron una actitud similar.
En el lado positivo hay que destacar la Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección, un pacto firmado por 20 países que pretende ampliar las vías legales para los migrantes y refugiados; así como proporcionar nuevos fondos para ayudar a los países que los acogen.
Sobre el reciente encuentro, “La noticia es que la región está dividida”. Así se expresa Ted Lewis, quien es codirector de Global Exchange.
Recuerda que México siempre ha tenido una política exterior de carácter independiente. “Creen que todos los gobiernos deberían ser invitados, por encima de cualquier desacuerdo”.
Percibe el punto de vista de López Obrador como “bastante simbólico”, porque la política exterior mexicana es “muy fuerte”. Recuerda que reconocieron a la Cuba castrista en los años 70, un momento muy álgido por lo que sucedía en la isla.
Resalta que “El péndulo derecha-izquierda cambia en Latinoamérica, pero en Venezuela lo vemos en una sola dirección. Esto se debería investigar, porque las cosas están cambiando”.
A propósito del encuentro, tres especialistas brindaron sendas visiones del universo latinoamericano. Son aproximaciones a lo que ellos consideran que debería ser medular para EE. UU. en su relación con el sur.
Latinoamérica, migrantes y Estados Unidos
Ariel Ruiz Soto, del Instituto de Política Migratoria, subraya que hay modificaciones en los flujos de la región. “Estamos viendo en los últimos años que los migrantes de Centroamérica –triángulo del Norte, Nicaragua y Costa Rica- son una parte importante de la población que se está moviendo hacia Estados Unidos. Los cubanos y venezolanos también son actualmente migrantes habituales”.
Resalta los flujos internos de migración en Latinoamérica. Desde Haití están llegando a Chile, Brasil y Ecuador. A estos países también arriban cubanos y venezolanos.
Volviendo al a frontera estadounidense, los primeros 5 países de origen de los migrantes son México, Guatemala Honduras, Cuba y Venezuela. Le sorprende que “Incluso hay asiáticos, que están componiendo una gran cantidad de este flujo”.
En cuanto a venezolanos, relata que, desde 2014, unos 6 millones salieron de su país. Alrededor de 5 millones se ubicaron en Centroamérica y Latinoamérica. “En el último año el flujo ha bajado”, acota.
Apunta que la mayoría de los países lidian con este fenómeno haciendo cumplir las reglas, lo que resulta en deportaciones.
“Entre 2015 y 2019 los migrantes deportados de EE. UU. y México provenían de El Salvador, Honduras y Guatemala. Esa tendencia se mantiene”, cita el vocero.
Detalla que es difícil para ellos ser recibidos, y algunos no pueden volver a sus países de origen –como es el caso de cubanos o venezolanos, países con los cuales hay conflictos- lo que dificulta la deportación.
Para Ruiz Soto se debe trabajar en tres pilares: el principal es crear estabilidad y asistencia para comunidades migrantes. Luego, dar protección legal como estados temporales o permanentes y finalmente, hacer que la administración de la frontera sea más humana, “porque se ha incrementado la violencia”.
Colombia: el drama que no cesa
Manuel Ortiz Escámez, fotoperiodista y editor de Península 360, ha cubierto desplazamientos y derechos humanos en Colombia. Desde su experiencia personal y con base en su trabajo como fotógrafo, emitió sus observaciones.
Una de sus mayores preocupaciones es el desplazamiento de pobladores por los conflictos internos desde el año 2000.
Informes del Observatorio de los Desplazamientos Internos y el Centro Noruego para los Refugiados, señalaron a Colombia como el tercer país con mayor número de desplazados internos durante el 2021.
‘En el contexto de la violencia contemporánea, más de seis millones de personas se han visto forzadas a desplazarse dentro y fuera del territorio nacional, lo cual las ha obligado a abandonar sus hogares, sus tierras, sus bienes, sus costumbres, sus comunidades y sus medios de vida”, según el Centro Nacional de Memoria Histórica del país.
Esta gente desplazada termina en las ciudades, según lo ha observado Ortiz Escámez. “En 2014 y 2015 hubo personas que regresaron a sus tierras, pero había problemas”, agrega el periodista. Estaban felices de volver, pero a veces ni siquiera había servicios públicos.
Ortiz Escámez alerta que “La gente no tiene agua, hay agricultores desplazados, sobreviven a la violencia. Hay una acumulación de agravios contra ellos”.
El fotoperiodista denuncia que, actualmente, muchos de estos lugares están tomados por guerrillas, militares y adicionalmente los carteles, especialmente el de Sinaloa. Un hecho que hace imposible el reasentamiento de los pobladores.
Clima y experiencias exitosas
Christine Folch, profesora adjunta de Antropología Cultural y Ciencia y Política Medioambiental en la Universidad de Duke, lamenta que “Se construya un muro cuando se trata de migración, se busca separar a las personas por razones políticas y económicas”.
Asevera que Latinoamérica es líder en soluciones para el cambio climático y que el mundo tiene mucho que aprender de esto. Se refiere a las centrales hidroeléctricas paraguayas de Itaipú, compartida con Brasil y la de Yacyretá, manejada conjuntamente con Argentina.
Vale recordar que Paraguay se convirtió en enero de este año en el único país del mundo que obtiene 100% de su electricidad de fuentes renovables, tras desconectar la última central Termoeléctrica.
“La hidroelectricidad entre Paraguay y Brasil es muy grande, tiene la capacidad de dar electricidad a California y una cuarta parte de Texas”, afirma. Es una potencia instalada de 14 mil mega watts. Como referencia, la célebre represa china de las Tres Gargantas, genera 22 mil 500 mega watts.
Folch dice que es una señal para el futuro de la gestión de las aguas entre países, una lección sobre cómo generar electricidad con los recursos hídricos internacionales.
También alaba la capacidad hidroeléctrica de Venezuela, Bolivia y Colombia. “No es un asunto de recursos, sino de dirección. Esto nos hace preguntarnos cómo se gestiona la energía en la región”, reflexiona.
Mientras tanto, el objetivo de Argentina –que está por detrás de otros países de la región- es que el 20% de sus energías sean renovables para 2025 y esperan hacerlo a través del viento.
Según el último informe global sobre electricidad publicado por Ember -un grupo de expertos en energía con sede en Londres- la energía eólica suministró el 9% de la electricidad de Argentina en 2021, a partir de cero en 2015.
“La capacidad de instalación de molinos de viento ha aumentado casi 14 veces. Son muy comunes en el sur del país”, apunta Folch.
Recuerda que los incendios y la deforestación son comunes en la Amazonía, por lo cual hay que incluir estos temas en la conversación sobre el clima.
Finaliza comentando que “Sí se está prestando atención a los latinos en Estados Unidos, pero es por problemas políticos y económicos”. Agrega que incluso ahora son parte esencial de la conversación interna del país. “Lo que tenemos es que lograr que esa atención aumente”, concluye.