Martín Guzmán comenta entre risas que podría tomar el título del peruano Bryce Echenique para su propia historia: “La vida exagerada de Martín Guzmán”. Desde darle la mano a Nelson Mandela y recibir una guitarra miniatura de B.B. King en su estancia como pasante en el Teatro Teresa Carreño, a emprendedor de cambios sistémicos. Entusiasta de la revisión del concepto de salud, medicina y amante del montañismo. Autodefinido defensor de causas perdidas y optimista incurable. Como si se padeciera de una increíble capacidad de organización y acoplamiento, Martín hizo que sus ideas fueran las ideas de cada vez más alumnos y allegados. Trabaja y desarrolla el proyecto Lumen después de una historia que lo fue acercando cada vez más hacia lo que sueña: “La idea es generar un fenómeno social con respecto al tema de la salud visual”.
Parece mentira que quien hoy dirige el Proyecto Lumen haya llegado a la optometría de casualidad. Si hubiera estado ocupado la tarde que la hermana menor de un amigo le pidió que la acompañara a inscribirse, él, jamás lo hubiera hecho. La acompañó y sin intenciones previas a la visita del Instituto, decidió aplicar también. Quedó. Allí empezó su historia. Ahora se juntaría su ímpetu con el innegable carácter de líder. Años atrás, había participado en una campaña para evitar la demolición de un morro en plena ciudad de Caracas, donde él, como los vecinos de la zona, practicaba montañismo. Aquella cruzada logró detener el avance urbanístico en “Las cuevas del indio”. Ahora esa energía se sumaría a los estudios optométricos.
Se formó en Caracas. Desde siempre con una visión crítica del mundo y sus dinámicas: “La educación ayuda a construir un sistema de pensamiento. Yo siento que todo gira en torno a la participación de las personas que padecen el problema”. No se trata del técnico que dirige desde arriba, ungido de capacidades especiales. Hace la acotación porque en su labor ha tenido que enfrentar muchas trabas. Hace décadas, el trabajo de los optometristas era muchas veces desdeñado, con una prepotencia molesta e instituida. La falta de “consenso” en la definición y alcance de este campo también han sido parte de su trabajo.
“El sistema de salud debe responder a la base de la pirámide. Tiene que haber un estado humano, que sea permeable, que no sea para controlar sino para ser un comunicante y un mediador natural para lograr los objetivos de la demanda de los grupos de personas. El tema global tiende hacia allá. Una concepción distinta de organización social. La medicina como gremio, a veces asume roles dominantes. La medicina, por su antigüedad, por haber estado ligada al poder desde el principio. La alianza medicina-estado ha existido siempre. Porque mientras exista la guerra, es necesaria la medicina”.
Guzmán critica que la medicina occidental se haya tornado más corporativa y menos tolerante, más parecida a una secta que a una ciencia. Su intención es cambiar ese mal rol del médico hacia la de un par que tiene un conocimiento y es capaz de transmitirlo para que la sociedad se desarrolle.
Los proyectos son más que los hechos.
“En América Latina suele haber una especie de extorsión con respecto a la medicina asistencialista. Se dice “yo llevo 20 años, tengo 10.000 comunidades vacunadas” y eso causa una impresión, pero el potencial de desarrollo de esos proyectos, es cero. No se genera desarrollo humano de manera directa. Esos son los proyectos tradicionalmente apoyados. Es un tema de paradigmas”.
Hizo una pasantía en Pensilvania College of Optometry, donde se vinculó con Latin American Inniciative, consiguiendo precisamente una nueva “visión” de lo que era la optometría. Luego de un año en Filadelfia, regresó en 1996 a Venezuela. Participó en el Concejo Mundial de Optometría donde cada quien le daba un concepto distinto a la misma. Entendió que había que definir, instaurar, constituir un protocolo, profesionalizar la profesión, innovar en el sistema académico y obviar “la tara” que existía con la optometría.
Cursando una Maestría en Servicios de la Salud, empezó a esbozar la idea de una red de atención visual y ocular primaria. Así llega la génesis del proyecto. Arrancó con una justificación basada en la crítica de Iván Illich a la medicalización: “la medicina ha despojado al ser humano de algo que le pertenece, que es la salud. Por eso era conveniente la concepción como ausencia de enfermedad. Ahora, que la salud es el estado de equilibrio bio-psico-social del individuo, se amplía el espectro”.
Teniendo una visión clara de lo que había que hacer con la profesión para que tuviera ley de ejercicio, acopló la Cátedra Unesco de Salud Visual y Desarrollo, con la intención de medir el nivel de accesibilidad de las personas a los servicios de salud visual en el mundo. Convirtió ese programa de formación en el contenido de una Cátedra, de la que fue fundador.
Sería con la segunda cohorte de esa Cátedra que encontraría a los alumnos que hicieron posible la primera fase del Proyecto Lumen. Ante jóvenes interesados en la discusión y en actuar frente a las ideas, mencionó que tenía un proyecto. Se dio cuenta de que su marco lógico le permitía asociar su labor previa en redes sanitarias, con el nuevo propósito: relacionar el problema de la salud visual como condicional del aprendizaje y como un componente de la pobreza.
“Lumen se pensó con la posibilidad de que los maestros pudieran ser individuos no tradicionales en el sistema de salud, que se podían incluir y que podríamos decodificar conocimiento para transferirlos a ellos, de manera que fueran capaces de detectar en cada salón los problemas visuales de los estudiantes”.
Es con sus alumnos que desarrolla la primera etapa: formación de facilitadores, cuya primera innovación fue “meter” a la Universidad en temas de Responsabilidad Social ajenos a la mecánica asistencial. Trabajan en educación, capacitación, técnicas didácticas de cómo simplificar los ejemplos, cómo hacer que un maestro entendiera qué era ver mal. A partir de ese momento empezó a involucrarse mucha más gente. El proyecto dejó de ser de Martin Guzmán para ser del grupo de impulsores, los estudiantes.
En el año 2009 y acompañando a otro proyecto que combatía la malaria en el estado Amazonas, al sur de Venezuela, tuvieron oportunidad de aplicar por primera vez la metodología. Se les quitó el miedo.
Para aquel entonces, con el apoyo de la petrolera Total, fueron invitados a incorporarse a un proyecto de desarrollo sustentable en la faja del Orinoco. Allí empezaron a formar los agentes primarios. Desarrollaron un kit que contenía: una guía rápida, un material que dice esquemáticamente cómo hacer el tamizaje, un manual y una cartilla. Hicieron una cartilla de letras, sin saber que muchos de los niños que estarían en el tamizaje eran analfabetas, por lo que rápido tuvieron que cambiar a la figura de una “C” que gira y así indica la calidad visual. Eso fue un ejemplo de lo que implicaba desarrollar el método. Muchas veces los niños dejaban de responder por no saber asociar la figura con una palabra. Ésta y otras observaciones fueron sumándose al “Manual de despliegue”.
Lo fundamental del proyecto Lumen es el método. Solo así se puede transferir conocimiento. El proyecto viaja una vez al año a los lugares remotos, en el mes en que está empezando el año escolar. Las actividades se contextualizan con la semana de la salud. Los profesores la toman como marco. Hacen el tamizaje y producen la información.
Una vez transferido el conocimiento, el maestro queda en poder del kit. Ya sabe tamizar y organiza la “Mesa de Salud Visual”, que se hace dos veces al año. Se reúnen, planifican, aclaran dudas, se comunican entre ellos. Después procesan los datos y construyen la demanda. La demanda se lleva a la dirección de Salud: hay tantos niños que salieron positivos. Tener la cifra exacta confiere poder, le da un impulso específico a la solución del problema. Sin números puntuales y localizados, los entes de la salud ni se enterarían de cuántos niños no ven bien y por no ver bien, no aprenden.
“La comunidad luego se queda sola con el conocimiento, ellos aplican todo sin necesidad de que nosotros estemos. La idea es no generar dependencia. Que las comunidades formen parte de su propia solución”.
Fue nominado como Fellow de Ashoka en 2012 y aprobó el riguroso proceso que la nominación implica. La organización se convirtió en un recurso enorme dada la comunidad de conocimiento. “Hay muchas posibilidades relacionadas con conocer a otros fellows. En salud y educación hay muchísimos en tecnología. Yo quiero digitalizar el proyecto Lumen, convertirlo en una posibilidad virtual. Ashoka monitorea a los emprendedores que están generando cambios sistémicos. Es un proyecto social puro, no tiene una actividad económica rentable alrededor”.
Para Martín Guzmán es fundamental que una vez identificados los problemas, identifiquemos también la posibilidad de concientizar-nos frente a los mismos. Tener clara una problemática hace que podamos participar en la solución. Todos tenemos la capacidad de generar potencialmente un cambio sistémico. Una idea en una innovación, un proyecto en el campo. “Hay que ir en búsqueda de llevar a la práctica lo que antes fue una idea y compartirla. Replicar el método nos da el sentido de permanencia”.
Web:http://proyectolumen.org/