En una urbe de 22 millones de habitantes la generación de ingentes cantidades de desperdicios diarios es algo inevitable. “Lo que sí podemos cambiar es el destino de esta”, dice Óscar Monroy, docente en el Departamento de Biotecnología de la UAM. Con su proyecto, la porción de basura orgánica de las 20.000 toneladas diarias de desechos de todo tipo que genera esta metrópoli podrían convertirse, en vez de en residuos, en parte del motor de la ciudad.
En el campus de Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) llevan tres años desarrollando una idea para crear un sistema propio que permita degradar la basura orgánica y tratar aguas residuales. Este proceso genera biogás compuesto principalmente por metano, un combustible cotizado para multitud de fines.
El proyecto de la UAM – que tiene el apoyo de la Secretaría de Energía (Sener) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)- está en fase experimental y su objetivo más cercano es poder procesar una tonelada de basura orgánica diaria en el sistema implementado en su campus de Iztapalapa.
Según Monroy, el problema de acumulación de basura que sufre Ciudad de México podría acabar si se instalasen nueve plantas iguales que sean capaces de degradar -cada una- 500 toneladas de basura orgánica al día. Además, afirma, “el metano generado podría abastecer de combustible al menos a los camiones de basura”, con lo que el gasto sería igual a cero.
El sistema creado por el equipo universitario consiste en “un reactor de digestión anaerobia“, en palabras del científico, que en realidad, a la vista, no parece más que un gran contenedor de lodo. Allí van a parar las aguas residuales de la facultad, lo que genera un ambiente perfecto para que lo habiten bacterias (seres anaerobios que pueden vivir sin oxígeno). El resultado es que los desechos orgánicos del agua sucia son degradados por las bacterias, el agua se limpia y se crea gas metano.
Cada vez aumenta más la lista de países donde este tipo de proceso se está desarrollando. Dos pájaros de un tiro en la gestión de las grandes áreas metropolitas. “No es un imposible acabar con la basura orgánica de esta ciudad”, arguye el profesor, “y además podemos sacar provecho de ello”. Su equipo ya tiene el cómo para convertir los residuos en algo provechoso para la metrópoli.
Fuente: Yorokobu | @IQLatino