La Iglesia Católica podría estar a las puertas de una renovación de la mano del nuevo Papa, el argentino Jorge Bergoglio, de 76 años de edad, sobre quien desde ayer recaen las responsabilidades de la mayor religión del mundo, con más de 2.500 millones de creyentes.
Apenas se vio la tarde del miércoles en Roma la “fumata blanca” que indica la elección del nuevo Pontífice, todas las expectativas se depositaron en el sucesor de Benedicto XVI, quien abdicó por indisposición física y pasó a ser Papa Emérito.
Bergoglio, quien se ha puesto el nombre de Francisco, es licenciado en Química, jesuíta de formación, arzobispo de Buenos Aires y se convirtió en el primer latinoamericano en ocupar el trono de Pedro luego de cinco votaciones de los 115 cardenales electores.
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Pese a su aspecto tímido y recatado, la biografía del ya Papa no es sin embargo, un camino de rosas. Se le señala de haber callado ante los crímenes de la dictadura en Argentina y la organización Abuelas de la Plaza de Mayo lo denunció por presunto encubrimiento de robos de bebés. También se enfrentó al gobierno de los Kirchner por la legalización de matrimonios entre personas del mismo sexo.
Sin embargo se trata de un Papa sonriente, sencillo y hasta bromista, al que le gusta trasladarse en metro y hacerse su propia comida. De él se espera que sea un puente entre América Latina y Europa y que dé un impulso a la fe a escala mundial, a pesar de su perfil conservador.