Mucho antes de que existiera el concepto de aldea global y de que Internet difundiera tu nombre fácilmente por todo el mundo, Brasil ya era global. Es un país donde lo viejo y lo nuevo, lo foráneo y lo indígena no solo conviven uno al lado del otro, sino que se mezclan, asimilan y se recrean día a día. ¿En qué tipo de país puede una canción capoeira titulada “Sunday in the Park”, interpretada con la agresiva energía del rock’n’roll, llegar a miles de hogares? ¿Cómo llamar a este crisol? ¡Tropicalismo! ¿Y qué es “tropicalismo”? Esta pregunta, simple y compleja a la vez, es la que un presentador de televisión portugués le plantea a un exiliado y deprimido Caetano Veloso al comienzo de este film de Marcelo Machado. En un panorama afectivo, construido como una miscelánea de referencias, entrevistas, material de archivo, imágenes y, por supuesto, canciones, el espectador viaja a través de los fértiles, controvertidos y violentos años de 1967, 1968 y 1969.
Tropicália es una perfecta introducción al tropicalismo brasilero de los años sesenta. Tropicália fue una obra de teatro, una canción de Caetano Veloso y un súper grupo que editó Panis et Circense. En él están Os Mutantes, Gilberto Gil y el mismo Caetano Veloso, que son los protagonistas de la película y del tropicalismo, un movimiento social y musical en medio de la dictadura que comenzó en 1964.
Mostrando imágenes de archivo coloridas con una estética ecléctica y otras oscuras, se va contando la historia de estos artistas que notaron la necesidad de proponer algo distinto. Todo esto con la mejor banda sonora imaginable de fondo y de protagonista, claro.
A mediados de los sesenta, la bossa nova y la samba comenzaron a perder fuerza ante el rock. Esta música tuvo mucha presencia en programas de televisión, como TV Records y también se organizaron festivales de música popular donde las vertientes del rock, y de la bossanova se enfrentaban. El tropicalismo tomó la tradición y la novedad y fueron odiados.
Los tropicalistas fueron juzgados por los que hacían canto social, quienes los tildaban de americanistas e imperialistas, por incluir ritmos estadounidenses en sus canciones. Hacían una síntesis de ideas contradictorias, como juntar lo carioca y lo bahiano; la samba y el rock & roll; lo europeo y lo africano; lo intelectual y lo salvaje.
Según María Bethania la música popular brasileña debía tener estridencia en un debate por 1965. “Les dimos a la música popular el sentimiento del rock and roll, dice Sergio Dias Batista, de Os Mutantes en el documental. De hecho, fue ese grupo el que nadie podía creer lo creativos que pudieron a llegar a ser. A veces eran mejores que los Beatles, reconocen sus fans.
La dictadura se pone más firme, al año de que Caetano Veloso publica su disco Tropicalia, es tomado preso y confinado. “Ellos estaban presos, pero sus canciones estaban ahí afuera”, dice el músico Tom Zé. El trabajo ya estaba hecho. El fértil movimiento tropicalista tiene su fin con el inminente exilio de Gilberto Gil y Caetano Veloso, quienes se fueron a vivir a Europa. Este último sepulta tal movimiento: “el tropicalismo no existe más”. Sin embargo, mientras ellos viven en comunidad en Londres, afiatándose más como músicos, en Brasil, Os Novos Baianos estaban comenzando otra propuesta musical de fusión, con más samba en sus guitarras, si es que ello era posible.
Tropicália entonces sirve de ticket de entrada para este movimiento musical y cultural, que parece una pincelada, pero dejando sentadas las bases y directrices para aumentar el hambre de conocer más respecto a él. Esas es una de las funciones de los documentales, ¿no? Hacernos más curiosos ante la música.
Fuente: http://elagentecine.wordpress.com/2012/12/16/tropicalia-lo-bueno-de-ser-desprejuiciado/