Casa de Julia y Bonifacio Lovera| Petare, Caracas
En casa de la señora Julia viven cinco generaciones de mujeres. Empezando por ella que ya tiene 99 años, su hija Simona de 69, su nieta Gladys que llega al medio siglo, su bisnieta Deva de 13 y finalmente su tataranieta Hilary de 3 añitos. Ya son cuatro mujeres que han crecido en familia con el ejemplo de trabajo de la Señora Julia.
Bonifacio y Julia se mudaron de El Valle, al sur de Caracas, para Petare en el extremo este en 1954. Allá vivían con la familia y decidieron independizarse porque ya tenían tres hijos. Así fue como compraron un terreno en pendiente de 250 metros cuadrados ubicado en Petare Sur sobre una colina.
La señora Julia cuenta que fue gracias a la venta de rifas que poco a poco ahorraron el dinero que hacia falta para comprar el terreno y hacer la primera casa.
“Aquí había ganado, era una gran pradera. Yo le compré a un señor que había agarrado esto para venderlo. A mí me preguntaban: ¿Y por qué usted vive aquí tan arriba? Bueno, vivo tranquila, no molesto a nadie y no le hago caso al que me moleste”, relata.
Julia trabajaba medio tiempo en el Seguro Social y medio tiempo en la casa. En tres días con pico y pala excavó parte del terreno hasta consolidar un área plana donde asentar su primera casa de madera. Ese primer “plancito” que ocupaba la casa es actualmente la cocina y el cuarto de la entrada. Con el tiempo fueron expandiendo la vivienda para albergar a hijos, nietos y hoy en día hasta su primera tataranieta. Ya en el terreno hay tres casas adicionales que se conectan por escaleras y terrazas llenas de plantas donde vive el resto de la familia.
Simona, una de los seis hijos de la señora Julia, cuenta que tenía 10 años cuando se mudaron a la casa. Recuerda que tomaban el autobús para ir a su escuela y bajaban caminando hasta el centro de la zona (Petare). Su mamá cargaba agua desde lejos (Mariches) porque no había ningún servicio básico. Hoy en día tienen electricidad, sin embargo, el agua sigue siendo un problema.
Bonifacio, quien trabajaba en la Alcaldía ayudó a que asfaltaran la carretera completa. Poco a poco se fueron vendiendo los terrenos cercanos y el ganado. En pocos años se llenó de casas el sector y no quedó rastro de la pradera. En 1975 comenzaron a hacer la casa de bloque. Abrieron una ferretería cerca que hizo mas fácil comprar los materiales para hacer las tuberías y mejorar las condiciones de la casa. Para ese entonces todavía había mucho espacio libre entre las casas.
Julia añora aquella época en la que comenzaron: “Antes la gente era mas amable, todos se conocían. Preguntaban, “Señora, ¿cómo amaneció? ¿Amaneció bien?”. Ahora es distinto, quedan pocas áreas verdes ya que han sido ocupadas por nuevas viviendas y los vecinos han cambiado.
Hoy en día lo que más disfrutan de la casa es que siempre hay gente, se reúnen en el corredor, que sigue siendo el mismo de la primera casa. Siempre ha sido el lugar preferido de los niños para corretear. Hace poco lo techaron pero antes era al aire libre. Chuchu y Deva, los bisnietos de Julia, juegan en la entrada y abajo en el “corral”. El corral es un barranco lleno de plantas, donde crecen al menos diez cultivos distintos: plátano, papaya, maracuyá, cacao, y otros tubérculos. También crían gallinas y recién nacieron dos polluelos.
Cuando le preguntamos qué parte de su casa se llevaría respondió: los recuerdos y en seguida continua: “el trabajo que pasé, a veces me terminaba de peinar allá en la vuelta, de la angustia. Ella conserva todos los recibos de pago de los gastos de la casa. Sueña con tener el titulo de propiedad bien registrado para dejársela a su hijos”.
¿La niña de verdad tiene 13 años?