Colombia después del No

Colombia amaneció sorprendida. Dicen algunos medios que ni siquiera la opción ganadora contaba con ese triunfo. Las encuestas lo daban por descontado, los artífices del acuerdo creían un hecho que ganaría el Sí. Pero ganó el No al acuerdo de paz, con la estrechísima diferencia de 0,5%, 53.894 votos, en el plebiscito del 2 de octubre. Lo que sigue en Colombia ahora es una gran pregunta que pone de relieve la delicada complejidad del conflicto de ese país. Y una respuesta que todavía no aparece es la causa del 62,6% de abstención, la más alta de los últimos 22 años.

52 años de guerra con las FARC. 267.162 muertos solo por el conflicto entre estos dos actores. Casi siete millones de desplazados, la cifra más alta del mundo. Más de 25.000 desaparecidos. Siete millones de víctimas de todo el conflicto armado. No había un Plan B. Los negociadores descartaban la reestructuración de los términos del acuerdo con la guerrilla más antigua del continente, que preveía, como apuntaba Paula Durán en el New York Times en español, “una reforma rural integral, (…), una estrategia de sustitución de cultivos ilícitos y un sistema de reparación y justicia”; el desarme de las FARC con la verificación de la ONU; la concentración de esa guerrilla en “23 zonas de normalización para empezar su transición hacia la vida civil”; facilidades para que las FARC crear un partido político que debía participar en las elecciones de 2018 y 2022, con cinco curules en el Senado y en la Cámara de Representantes respectivamente durante esos dos periodos; 90% del salario mínimo para los ex guerrilleros durante 24 meses, “casi tres salarios mínimos al salir de las zonas de normalización derecho a un apoyo de poco más de 11 salarios mínimos para un emprendimiento individual o colectivo”o. “Por último, el acuerdo crea una jurisdicción especial de paz que otorgará amnistías e indultos por delitos políticos y conexos. La amnistía no incluye delitos de lesa humanidad, genocidios, toma de rehenes o crímenes de guerra. Para estos se impondrán sanciones restrictivas de la libertad con un máximo de ocho años para aquellos que reconozcan sus delitos y cooperen con la justicia, o penas de prisión de hasta 20 años a quienes no reconozcan sus delitos y les sean probados en la jurisdicción especial”.

Estos últimos términos fueron los que movilizaron más a la opción del No.

Los resultados del plebiscito del domingo 2 de octubre dejan, sin embargo, un mensaje importante: las víctimas de la guerra votaron mayoritariamente por el Sí. “Justo en los lugares del país más golpeados por la violencia, el Sí ganó con contundencia”, publica la revista Semana. “Esto lo muestran las cifras de votaciones en municipios históricamente asediados por el conflicto en Cauca, Guaviare, Nariño, Caquetá, Antioquia, Vaupés, Putumayo, Meta y Chocó”.

La revista destaca el caso de Bojayá (el Chocó), donde un enfrentamiento entre guerrilleros y paramilitares terminó con el asesinato de 79 personas en una iglesia en mayo de 2002: el sí ganó en este municipio con 96%.  “En Miraflores, Guaviare, donde en 1997 las autodefensas asesinaron a 12 personas y desplazaron a más de 300, el Sí ganó con 85 % de los votos”, añade Semana.

Univision Noticias hizo un análisis de datos que arrojó que “ocho de los 10 departamentos con mayor número de víctimas votaron a favor del pacto con las FARC”. “Por ejemplo, en Nariño, Cauca y Valle del Cauca los votos del ‘sí’ prácticamente duplicaron a los del ‘no’ y en Chocó por cada persona que votó en contra, hubo cuatro a favor. Solo en estos cuatro departamentos el conflicto dejó 1,6 millones de víctimas. Entre las 10 zonas donde más personas tuvieron que dejar sus hogares por la guerra, siete votaron ‘sí’ al acuerdo”.

Otro reportaje de Univision consultó el fin de semana la opinión de 10 políticos secuestrados por las FARC, durante un promedio de seis años o más. Nueve de ellos apoyaban el sí.

El País mostró el mismo día del referéndum el ejemplo de Soacha, un municipio cerca de Bogotá, que concentra en pequeño todos los problemas sociales de ese país, pero en el que conviven “víctimas y victimarios”, como dice Clemencia López, desplazada de la guerra que terminó viviendo allí. “Pero nos ha tocado tener tolerancia, nos ha tocado comenzar y aquí yo creo que se demuestra que nosotros sí podemos convivir y tenemos que aprender a hacerlo”, les dijo.

Hay análisis que leen los resultados del domingo como centro de la diatriba política entre el presidente Juan Manuel Santos y su adversario político Álvaro Uribe. Interpretan la polarización de la opinión pública expresada en las votaciones como la derrota de uno y la victoria del otro.

El Espectador ve las claves políticas del triunfo del No en “una puja desigual entre partidos políticos de la que salió victorioso el Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe”. “Es decir, se enfrentaron la Unidad Nacional y otros partidos disidentes del Gobierno, como el Polo Democrático –pero que apoyaban los acuerdos- contra la colectividad de Uribe. Es ahí en dónde surgen preguntas como si fue suficiente la financiación para campaña del Sí en el plebiscito o si hubo un exceso de confianza en los números de las encuestas que, en su mayoría, estuvieron dando al Sí como ganador, y por una ventaja razonable”, dice su análisis, en primer lugar.

La Silla Vacía sostiene que el gobierno y los defensores del sí subestimaron “el rechazo de la mayoría de los colombianos de las FARC (…) después de 52 años de cometer atrocidades” que el uribismo supo capitalizar. “El Centro Democrático decidió focalizar su campaña en que votar No era un voto de rechazo a las FARC, era votar contra Ser Pillo Paga, votar contra el Timochenko presidente, etc. Dejaron incluso de lado la idea inicial de volverlo un plebiscito contra el presidente Santos. Lograron exitosamente convencer a la mitad de los colombianos que votar por el No no era votar por decirle adiós a las FARC sino su regreso.

“Las FARC mostró todo menos humildad en este período que era clave para inclinar a los indecisos hacia un lado u otro. El discurso de Timochenko el día de la firma del Acuerdo de Paz en Cartagena fue el discurso de una guerrilla que se sentía victoriosa. Su mano en alto cuando salió al escenario como una estrella de rock, su perdón a medias que ni siquiera pidió sino que ‘ofreció’, su superioridad moral no pasaron en vano (…) La estrategia del Gobierno de mostrar la paz como un hecho irreversible fue también un acto de soberbia. Lo hizo Santos en la Asamblea de la Onu cuando dijo que la guerra había terminado. Lo hizo cuando la firma en Cartagena cuando dijo que había cesado la horrible noche. Era casi como si la votación del plebiscito fuera innecesaria”, analiza La Silla.

Y agrega: “Inicialmente el Gobierno enmarcó la campaña con la misma dicotomía que había llevado a Santos a ganar en la segunda vuelta: la de que votar Sí era votar por la paz y que votar No era votar por la guerra. Sin embargo, cuando las FARC desmintieron a Santos diciendo que si ganaba el No ellas seguirían apostándole a la negociación y el uribismo salió con la consigna de que el No en realidad le apostaba a ‘un mejor acuerdo’, el Gobierno cambió su mensaje. Obviamente, entre el acuerdo logrado y un acuerdo mejor, la mayoría de la gente optó por lo segundo”.
La publicación también afirma que los abanderados del sí subestimaron el rechazo popular contra Juan Manuel Santos. “Todos los expertos coinciden en que en un plebiscito es fundamental el liderazgo de los líderes (valga la redundancia), sobre todo del que lo convoca porque la gente está tan nerviosa frente a la trascendentalidad de la decisión que necesitan una guía. Juan Manuel Santos (…) se convirtió desde un inicio en un lastre para el plebiscito. En las últimas semanas, finalmente se marginó un poco de la campaña y dejó que los ciudadanos y otras fuerzas políticas lo lideraran y seguramente eso permitió que el Sí sacara 20 puntos más de los que registra el Presidente en las encuestas. Pero no fue suficiente para ganar”.

El Espectador acompaña esta tesis. “(…)En la encuesta de Gallup de principios de septiembre, los colombianos encuestados señalaron que temas como la corrupción, la calidad y el cubrimiento en salud, el costo de vida, la inseguridad, la economía, el desempleo y la lucha contra la pobreza estaba empeorando”.  Además de una próxima reforma tributaria “que afectaría las finanzas de los asalariados”. Recuerda también el periódico la polémica reciente de las cartillas de diversidad de género del Ministerio de Educación, llamadas “Ambientes escolares libres de discriminación”, “que causaron un revuelo en la sociedad Colombiana dividiéndola en dos2, según las2orillas.com. El Espectador estima que este debate “hizo que se prendieran las alarmas en los sectores más religiosos del país y provocó la ira de los líderes religiosos que mueven votos y llenaron las calles de miles de protestantes. De ahí surgió también una de las tesis desinformativas más fuerte que tuvo la oposición y era que la llamada ideología de género se implementaría a través del acuerdo, en el enfoque de género”.

“Y el Presidente, en cambio de entender esos elementos conservadores -que son en su mayoría homofóbicos pero no solo eso- los alebrestó más nombrando a Parody coordinadora del plebiscito y sacando la encuesta del Dane justo dos semanas antes de la votación del plebiscito. Con esas movidas, Santos perdió el voto más católico, que fue capitalizado por el uribismo. Lo peor es que esta alianza uribismo-conservadurismo social se vuelve una amenaza real a todos los avances en igualdad de derechos para las mujeres y la comunidad lgbti”, añade La Silla Vacía.

Otros análisis se preguntan si fue pertinente la realización misma del referéndum.

¿Qué viene ahora? Juan Manuel Santos dijo en una alocución pública la noche del domingo que “convocaría a todas las fuerzas políticas y en particular a las que se manifestaron hoy por el ‘No’, para escucharlas, abrir espacios de diálogo y determinar el camino a seguir”. Alias “Timonchenko”,  jefe de las FARC, dijo desde La Habana que el grupo guerrillero “mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”. Mientras Álvaro Uribe afirmó que “queremos aportar a un gran pacto nacional” en una declaración.

¿Cuál es el lugar de encuentro de estas tres afirmaciones? ¿Ocurrirá ese diálogo? ¿En qué términos? ¿Habrá espacio para la renegociación del acuerdo, que es lo que sostienen los defensores del No?

“Es el momento de buscar soluciones creativas. De propiciar los consensos que nunca se han propiciado. De encontrar mecanismos democráticos que logren incorporar las dudas que evidencia medio país”, escribe Camilo Rojas Macías en un artículo de opinión en El Espectador.  “No es el momento de gritar, de decretar muertes políticas, de señalar culpables o victimarios; es el momento de sacar grandeza y hacer verdadera política. La política es el arte de lo posible, como dijo alguna vez Otto von Bismarck, y tenía razón, llegó el momento de entender qué es lo posible y qué es lo imposible en la coyuntura que vivimos”.

Y, lo más importante, ¿qué será capaz de hacer la sociedad colombiana en su rol fundamental en este proceso? ¿Será capaz de disolver la división, trascender la diatriba política y de valores y encontrar un camino común hacia la paz, por sus propios medios, en sus acciones diarias, más allá –y a pesar– del liderazgo político? ¿Será capaz de perdonar?

BBC Mundo habló con votantes del Sí que se concentraron en una plaza de Bogotá tras conocer los resultados del plebiscito: “La moraleja que nos deja es que nos hace mucha falta sanearnos como país”, dijo Diego López, uno ciudadano de a pie.

Actualización al 7 de octubre de 2016: El comité noruego del Nobel anunció que otorgaba el Premio Nobel de la Paz al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, por “por sus decididos esfuerzos para acabar con los más de 50 años de guerra civil en el país” y porque se  “ha acercado de forma significativa hacia una solución pacífica el sangriento conflicto”. “El Comité desea alentar a todos los que están esforzándose por lograr paz, reconciliación y justicia en Colombia”, dijo Kaci Kullman Five, la coordinadora del comité. Tras recibirse el anuncio, Santos dijo en una alocución: “Colombianos, este premio es de ustedes, es por las víctimas, y para que no haya una sola víctima más, un solo muerto más, que debemos reconciliarnos y unirnos, para volver a culminar este proceso y comenzar a construir una paz estable y duradera”. Y al teléfono, expresó a los miembros del Comité cuando le dieron la noticia: “Creo que el mensaje que recibimos es que tenemos que perseverar en alcanzar la meta definitiva, que no es otra que la paz para todos los colombianos”.