Del crecimiento al desarrollo: un modelo social para la ciudad

Los planificadores hemos relacionado sustentabilidad con la producción de grandes infraestructuras o sistemas de transporte que pongan en práctica energías renovables y nuevas tecnologías. Ciertamente, esto contribuye al crecimiento, pero no necesariamente al desarrollo de la ciudad.

En la década de 1950 Abraham Maslow definió la autorrealización como “el impulso por convertirse en lo que uno es capaz de ser. El desarrollo del potencial propio”. Alcanzar la autorrealización demanda tener plena conciencia y habilidades analíticas para verse con objetividad. Existen cinco aspectos claves para alcanzarla:

  1. Involucrarnos plenamente en lo que hacemos.
  2. Entender la vida como un proceso, haciendo elecciones progresivas que lleven al crecimiento y la seguridad
  3. Evolucionar actualizando las propias potencialidades o habilidades, lo cual se ve propiciado por el aprendizaje y la inversión en educación y capacitación
  4. Descubrir quiénes somos, identificando metas valores
  5. Hacernos responsables siendo capaces de tomar nuestras propias decisiones

El modelo social que caracteriza a una ciudad se fundamenta en dos elementos: la satisfacción de las necesidades de su población y la cohesión de la organización social. Entonces, ¿cómo tomando en consideración las premisas de Maslow se puede trabajar por el desarrollo de las ciudades en América Latina?

Poco a poco, los ciudadanos han ido tomando conciencia de la necesidad de incidir en las decisiones gubernamentales y por ello es obvio que las demandas y las críticas se han hecho más intensas. Es un proceso de toma de conciencia y de creación de ciudadanía que se expresa en un florecimiento de iniciativas; sin embargo muchas veces desanima ver lo alejados que se encuentran los ciudadanos más motivados y algunas iniciativas de formulación de planes urbanos que teóricamente serían el instrumento para la realización de las aspiraciones ciudadanas.

Un proceso de cambio, en este caso el desarrollo de una localidad en el cual el cambio debe ser intencional y proyectado a través de un plan, ocurre de forma eficiente si todos están comprometidos con él. Para que las personas se comprometan, no pueden ser asumidas como si fueran algo lejano del mismo, ya que el cambio sólo puede ocurrir a través de las personas involucradas. Y para que las personas sean consideradas como parte del proceso de desarrollo, es necesario conocer e incorporar sus aspiraciones, sus comportamientos.

El desarrollo humano es el proceso por el que una sociedad mejora las condiciones de vida de sus miembros a través no sólo de un incremento de la satisfacción de sus necesidades básicas (alimentación de subsistencia, salud primaria, alojamiento básico, seguridad física y educación inicial), y de sus necesidades intermedias (equipamiento urbano, salubridad y recuperación de la infraestructura, movilidad y transporte, educación y empleo, seguridad de la propiedad, organización social y creación cultural), sino también por la creación de un entorno social en el que se potencie la realización de sus necesidades superiores (conservación del medio ambiente, fortalecimiento de las asociaciones sociales, calidad del espacio urbano y conservación del patrimonio, diversidad en la oferta de utilización del tiempo libre y acceso libre a la tecnología y la información).

Los planificadores hemos relacionado sustentabilidad con la producción de grandes infraestructuras o sistemas de transporte que pongan en práctica energías renovables y nuevas tecnologías. Ciertamente, esto contribuye al crecimiento, pero no necesariamente al desarrollo de la ciudad.

Sólo será posible darle sustentabilidad al desarrollo de las urbes en la medida que los organismos públicos permitan la participación ciudadana en la definición de sus inversiones. El territorio, entonces, dejará de tener un sentido únicamente espacial y geográfico y tomará matices sociales y culturales.

Diana Beaujon