Una reciente estudio de uno de los componentes de tales gases muestra que el diésel es también un poderoso impulsor del cambio climático al producir partículas de carbono negro 3.200 veces más perjudiciales para el clima en el corto plazo que el dióxido de carbono (CO2). Si se controlan los peligrosos componentes de los gases de escape de los motores diésel, como lo han hecho muchos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se obtendrían cobeneficios como disminuir los perjuicios tanto para la salud como para el clima. El transporte explica casi el 20 % de las emisiones mundiales de carbono negro y se cree que la mayor parte proviene de motores diésel más antiguos que no tienen equipos de control de emisiones, y que en los países de ingreso bajo y mediano se usa combustible diésel con alto contenido de azufre.
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