Hoy en día, todos tenemos un familiar, amigo o conocido que decidió dejar atrás su tierra, sus costumbres y su vida para probar suerte en otra nación. Esto lo comprueban los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que muestran que los jóvenes migrantes constituyen más del 10 por ciento de los 232 millones de migrantes internacionales en general, y, resultan el grupo social con mayor movilidad, constituyendo el grueso de los desplazamientos anuales.
En este sentido, la educación juega un rol más que importante a la hora de echar raíces en otro país. El claro ejemplo de ello se ve en Estados Unidos, donde en 2018 alrededor del 26% de los inmigrantes llegados a este país -a partir de los de 25 años o más- tenían una licenciatura o un grado superior; mientras que en 1990 ese porcentaje era solo del 10%. También aumentó la cantidad de inmigrantes hispanos recién llegados que han completado la escuela secundaria: de un 67% en 2018 frente a un 38% en 1990.
Estos aumentos han permitido elevar los niveles de educación de todos los inmigrantes latinos y por ende, se modificó el acceso de la comunidad hacia las ocupaciones de alta calificación, alejándose de las de bajas calificaciones.
De esta manera, los inmigrantes latinos que han permanecido en Estados Unidos en la última década, tienen un perfil educativo muy distinto al de los llegados en los últimos 5 años o menos. Esto se debe, en parte, a que la composición de los inmigrantes de América Latina que viven en dicho país ha cambiado en los últimos años.
Desde el pico en 2007, la migración desde México ha disminuido (pasaron de representar el 54% en 2010 de los recién llegados a Estados Unidos, a ser el 37% de los inmigrantes) y han llegado más inmigrantes de otras partes de la región. Sumado a los cambios demográficos, se encuentran los cambios en los niveles educativos con los que arribaron los inmigrantes latinoamericanos. Por ejemplo, 80% de los que llegan de España, 65% de Venezuela, 64% de Argentina, 41% de Colombia y 34% de Perú tenían -en 2018- al menos un título universitario. Estos 5 países de origen, abarcan casi la mitad de los estudiantes internacionales latinos en Estados Unidos. Adicionalmente, Cuba y México han experimentado mayores aumentos que los demás países en relación a la proporción de los recién llegados con educación universitaria aumentando de 18% a 29% y de 9% a 17%, respectivamente entre 2010 y 2018.
Y si bien el nivel educativo de los hispanos está en aumento, sigue siendo bastante más bajo que el de otros grupos de inmigrantes recién llegados a Estados Unidos.
Una de las razones por las que ha sido tan difícil progresar económicamente para los trabajadores latinos es que no pueden cosechar los mismos beneficios que han disfrutado las generaciones anteriores que solo requerían de la escuela secundaria. Ahora, deben adquirir al menos un título universitario para ingresar a la clase media.
Ahora bien, la OIT también destaca que la tasa de desempleo entre los jóvenes duplica, como mínimo, la tasa general de desempleo, y calcula que 73 millones de jóvenes no tienen trabajo, según la edición más reciente de Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil de la organización. Esta es la lamentable causa de que muchos jóvenes migrantes con frecuencia queden atrapados en trabajos donde se los explota y maltrata, incluido el trabajo forzoso.
Si bien cada país ofrece diversas oportunidades a los jóvenes que llegan con la esperanza de un mejor porvenir, una vez más la evidencia demuestra que el factor clave para su inserción es la educación. Esto implica no sólo haber cursado los primeros trayectos formativos -cuantos más obviamente mejor-, si no también haber obtenido una educación de calidad. Por ello, trabajar en transformar la educación debe ser central en la agenda de todos los gobiernos pero también a nivel global, entendiendo que hoy la movilidad es un elemento común en todos los territorios.