Por Thais López Vogel
Los Juegos Olímpicos de 2024 en París ponen de manifiesto el impacto del cambio climático en los acontecimientos mundiales, especialmente en el deporte. Mientras atletas y espectadores se enfrentan a condiciones meteorológicas cada vez más extremas, es evidente que las consecuencias de los cambios medioambientales son una realidad preocupante que afecta a todas las facetas de nuestras vidas.
Durante la primera semana de los Juegos, el LA Times informó de que el clima extremo ha sido un desafío. Los participantes, entre ellos Simone Biles, han sufrido bajo el calor, y un tenista describió las condiciones como “una locura”. Los marineros de la regata han recurrido a llevar chalecos de hielo para mantenerse frescos, mientras que la competición de remo estuvo a punto de suspenderse debido a las altas temperaturas.
Los asistentes están sintiendo el calor. Los aficionados a los partidos de voleibol de playa cerca de la Torre Eiffel fueron rociados con mangueras para ayudarles a sobrellevar las sofocantes condiciones. En las pistas de patinaje y otros recintos se han instalado fuentes nebulizadoras y se han distribuido millones de botellas de agua en las estaciones de tren y metro para evitar la deshidratación.
Las condiciones meteorológicas extremas no se han limitado a los Juegos Olímpicos y a Francia. Según la World Weather Attribution, países como Grecia, Italia, España, Portugal y Marruecos se han enfrentado a fuertes olas de calor en julio de 2024, con el resultado de al menos 23 víctimas mortales, incendios forestales generalizados y una importante perturbación de la vida cotidiana. La competición de triatlón se aplazó debido al riesgo de contaminación en el río Sena, lo que subraya aún más los efectos tangibles de nuestro clima cambiante sobre los Juegos.
Estas circunstancias ponen de relieve que el cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una crisis actual que afecta a todos los rincones de nuestra existencia. La industria del deporte es especialmente vulnerable: los atletas corren riesgos para su salud, los eventos se ven alterados y los espectadores sufren molestias y posibles efectos adversos.
La raíz de estos problemas crecientes es el calentamiento global inducido por el hombre. Los contaminantes procedentes de las actividades industriales, el transporte y la deforestación están elevando la temperatura del planeta y provocando las condiciones meteorológicas extremas a las que asistimos hoy en día.
Para hacer frente a estos retos, es necesario un enfoque polifacético. La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero es primordial; esto implica la transición a fuentes de energía renovables, la mejora de la eficiencia energética y el apoyo a políticas destinadas a limitar la huella de carbono. A nivel personal, el consumo responsable y el reciclaje también pueden marcar la diferencia. Las decisiones de cada uno, ya sea reduciendo los residuos, conservando los recursos u optando por productos sostenibles, contribuyen a un esfuerzo más amplio para combatir el cambio climático.
El atletismo, con su alcance e influencia mundiales, puede desempeñar un papel importante en este empeño. Adoptando prácticas sostenibles, promoviendo la concienciación medioambiental y abogando por la acción climática, las organizaciones deportivas pueden ayudar a liderar la lucha contra la crisis climática.
Los Juegos Olímpicos de Verano de 2024 nos han ofrecido una visión del futuro si no actuamos. Es hora de que todos nosotros -deportistas, aficionados y responsables políticos- reconozcamos la urgente necesidad de cambio y adoptemos medidas significativas para garantizar un futuro vivible.