No es un secreto que la pandemia del COVID-19 tuvo un impacto importante en todos los sectores de la economía global; la educación fue uno de los que más sufrió, especialmente para los de las poblaciones de más bajos recursos. La virtualidad, para quienes tienen acceso, mezclada con la crisis económica y social a nivel mundial afectó profundamente el rendimiento escolar, específicamente, los niveles de lectura y escritura de los más jóvenes. Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) concluye que la educación virtual podría causar un atraso en la comprensión lectora de dos de cada tres estudiantes en América Latina y el Caribe. Sin embargo, la pandemia si obligó a las familias a tomar un rol más activo en la educación que se vio manifestado en las protestas para la reapertura de las escuelas.
Según el Banco Mundial, actualmente 40% de los estudiantes de tercer grado y 51% de los estudiantes de 15 años en América Latina y el Caribe no comprenden lo que leen. Esta diferencia es aún más preocupante cuando comparamos entre niveles socioeconómicos, pues entre los estudiantes de tercer grado la diferencia es de 19% versus 51% entre el quintil socioeconómico más alto y el más vulnerable, respectivamente. Desde marzo del 2020 esta brecha sin duda se ha ampliado, lo que sigue es buscar soluciones, sobre todo para los de más bajos recursos.
En la región, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá fueron algunos de los países que registraron mayor pérdida del año escolar con un promedio entre 75% a 89% de tiempo según un estudio reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Actualmente los expertos indican que podría tomar cerca de 10 años recuperar el ritmo de aprendizaje y lectura prepandemia. Cada día que las escuelas están cerradas, el tiempo de recuperación aumenta exponencialmente y el surgimiento de las nuevas variantes no es un buen indicador de que el regreso a clases por completo sea permanente. En Estados Unidos, por ejemplo, algunas escuelas en Mississippi, Georgia e Indiana han tenido que regresar a la virtualidad.
Entonces, ¿cómo hacemos para que esa demanda social por abrir las escuelas se transforme en una demanda social por mejorar la educación y en acciones para mejorar la calidad educativa? Creando iniciativas de formación a docentes para la educación remota como lo ha venido haciendo RedLEI con cursos como la “Enseñanza de la lectoescritura inicial desde la modalidad remota para contextos de emergencia” es una de las soluciones. Lo anterior con el fin de retomar el proceso de aprendizaje sobre todo en los menores y más pobres y mejorando la calidad de la misma. Acoger este tipo de iniciativas es fundamental para el trabajo conjunto entre los diferentes actores de cara a la recuperación pospandemia. Solo trabajando juntos entre la sociedad civil, los gobiernos y las familias podremos recuperar el ritmo y avance del aprendizaje. Mejorar los niveles de comprensión lectora no solo tendría un impacto positivo en la reducción de la deserción escolar sino también en el crecimiento económico de los países. Es importante resaltar lo anterior teniendo en cuenta la situación actual en gran parte de la región donde la crisis económica y de salud no da tregua.