Derek Thompson de The Atlantic al escribir sobre los secretos para ganar un Oscar se preguntaba si en efecto los premios de la Academia podrían ayudar a hacer un mundo mejor.
Gabriel Rossman, sociólogo de la UCLA, le responde sin dudarlo un segundo: sí, porque “sin la ayuda de los Oscars para impulsar las ventas de taquilla hacia filmes donde los protagonistas son figuras históricas que luchan y triunfan sobre la opresión, habría muchos menos de ellos”.
Eso puede ser exactamente lo que ocurra con 12 Años de Esclavitud una película durísima, no recomendable para almas muy sensibles.
Se basa en la amarga vida real de Solomon Northup, un negro emancipado, un músico talentoso y padre de familia que es secuestrado en el norte estadounidense para ser vendido de contrabando en el sur y ser nuevamente esclavizado.
En toda su crudeza, la película es un vehículo innovador para llamar la atención sobre un tema que no sólo pertenece al capítulo más infame de la historia de Estados Unidos.
Porque cuando pensamos en esclavitud, las imágenes que nos vienen a la mente son de la antigüedad. En épocas remotas los prisioneros de guerra o los habitantes de pueblos conquistados pasaban a ser propiedad de los vencedores. La trata de esclavos africanos fue aceptada por muchos años hasta que en el siglo XIX el movimiento abolicionista encontró también innovaciones comunicacionales para contagiar de indignación a la mayor parte del mundo civilizado.
Sin embargo, luego de guerras y esfuerzos por abolirla, la esclavitud sigue existiendo en todas partes del planeta en pleno siglo XXI.
La proporción de esclavos frente al de ciudadanos libres es la más pequeña de la historia pero, en términos absolutos, hoy hay más esclavos que nunca. El Índice de Esclavitud Global de la Fundación Walk Free estima que hay casi 30 millones de personas esclavizadas, más del doble de las que fueron transportadas de África a América durante los 350 años de comercio transatlántico de esclavos.
De ellos, unos 6 millones son hombres y mujeres que son usados como esclavos sexuales. Pero la mayoría son explotados en labores manuales en sectores como la agricultura, la construcción, la minería, la industria textil y de restaurantes.
Más del 70 por ciento se encuentra en Asia. Pero, aunque hay países más seguros jurídicamente, no hay uno solo totalmente inmune a la práctica de la esclavitud.
La organización Free the Slaves sostiene que el tráfico de personas es el negocio ilegal de más rápido crecimiento después del tráfico de drogas. Llega a generar ganancias de 32 mil millones de dólares anuales.
Los productos de la esclavitud penetran las cadenas de suministros globales. En julio de 2013 salió a la luz que las aerolíneas Qantas y British Airways compraron miles de audífonos desechables fabricados por esclavos chinos.
La servidumbre por deuda es la forma más común en América Latina. Familias que acuden a prestamistas en situaciones de emergencia pueden terminar pagando con el trabajo de uno de sus hijos, como suele ocurrir en Haití.
En el siglo XIX un esclavo podía costar el equivalente a US$ 40 mil, hoy hay lugares donde pueden conseguirse gangas por US$ 90.
Es un crimen que se comente casi con absoluta impunidad. Pero no es imposible derrotarlo. CNN lanzó una campaña mundial contra la esclavitud a la que se han sumado otros medios y han ganado el respaldo de gobiernos. Hay abundante evidencia de que si hay un esfuerzo concertado se puede infligir duros golpes a los esclavistas modernos.
Al contrario, hay abundante evidencia de que si hay un esfuerzo concertado, y de que si uno es tenaz y paciente, y si cuentas con la cooperación de las autoridades, se puede infligir un duro golpe a la esclavitud.
Claro que los esclavistas de hoy también cambian muchas veces de tácticas y recurren a nuevas tecnologías. Si los criminales aprovechan las nuevas tecnologías para captar y reclutar nuevas víctimas, los que luchan contra la esclavitud contraatacan de la misma manera con ayuda de hackers y también de grandes corporaciones.
Google está patrocinando un iniciativa global para conectar líneas de ayuda telefónica antitráfico para identificar patrones ilícitos y ofrecer apoyo más efectivo a las víctimas. Microsoft y LexisNexis también participan en proyectos similares.
Este es un espacio abierto a la innovación social. Ya sea mediante tecnologías, artes o campañas concertadas hay espacio para hacer un mundo más civilizado.
Ojalá que más cineastas y grandes corporaciones, pero también gobiernos e individuos asuman este reto y lo hagan con la humildad de Lupita Nyong’o la actriz que ganó el Oscar como mejor actriz de reparto por su papel como Patsy en 12 Años de Esclavitud. Sus palabras son un recordatorio para todos los que conscientemente o inadvertidamente disfrutan los placeres que brinda la explotación de los esclavos: “Ni por un momento se me escapa que este gran goce en mi vida lo tengo gracias al tremendo dolor que padeció alguien más”.
ROGER SANTODOMINGO | IQ LATINO @CodigoRoger